-¿Estás seguro que por estos lados puede haber una aldea?- preguntó Fulker mirando a Aila mientras cabalgaban en el bosque.
-Sí. Nuestras aldeas hacían trueques a veces.
-¿Cómo encontraremos otro lugar para saquear? No es que sepamos dónde están las aldeas, ¿O sí?- añadió Izan.
-No… No lo sabemos. Esto es un caso especial, debemos buscar- contestó Hilda. -puede ser que en el camino nos encontremos con enemigos y tengamos que pelear.
-Si eso pasa, no es malo. También podremos quitarles sus cosas- expresó Fulker sonriendo.
-Siempre y cuando seamos más fuertes- comentó Astrid. -hay rezar por eso.
-Si son más fuertes nos volveremos más fuertes en el momento- contestó Ezequiel. -no nos dejaremos derrotar por ningún motivo. Si alguno muere, incluyéndome, significa que no era digno para vengar a mi padre, nuestro legítimo Rey.
-Miren, ya se ve la aldea- expresó Izan.
-Tenías razón- expresó Fulker.
-Te lo dije, ¿No?- sonreía.
-Astrid. Bájate y busca un punto de ataque.
-Bien.
Se bajó del caballo de Fulker y se adentró entre los árboles. Ellos avanzaron con mayor velocidad, al llegar bajaron con los caballos en movimiento y comenzaron a atacar. Algunos hombres con espadas, pero sin aparentar ser guerreros, corrían hacia ellos.
Izan se vio cara a cara con un hombre mayor, que se notaba no tener el físico para pelear, pero sabía que debía matarlo. Aunque entendía que era inofensivo, tenía una espada, y eso lo hacía peligroso. Aún sin ser alguien apto para la batalla, Izan se veía con dificultad para darle fin a su vida. El anciano movía la espada sin sentido y eso le complicaba ver una abertura para atacarlo sin hacerle mucho daño.
-¡No seas misericordioso o te matarán!- exclamó Ezequiel.
Izan se distrajo por querer ver a Ezequiel, así que el anciano aprovechó el descuido para lanzar un ataque con trayectoria a su pecho, pero logró reaccionar a tiempo, y atacó con desesperación, dando como resultado una decapitación. La sangre saltó hacia su cara al mismo tiempo que la cabeza llegó rodando a sus pies, dejándolo en shock; la última expresión del anciano demostraba terror. No tardó en arrodillarse y vomitar, por esa decisión otro individuo se acercó listo para atacar, aunque él pudo percatarse, no tenía tiempo de atacar. Los demás no se encontraban cerca, así que aceptó su muerte sin faltarle el miedo, pero la flecha, lanzada por Astrid estando encima del árbol, atravesó la mano del individuo. El impacto provocó que se le cayera; antes de suceder logró herirle el brazo.
El individuo gritaba del dolor mientras se sostenía la mano. Izan sabía que era la única oportunidad para contraatacar, así que tomó la espada con fuerza aún estando arrodillado y se puso de pie con rapidez. La sostenía con ambas manos, las cuales le temblaban. El individuo tomó su espada y estando a punto de atacarlo, Izan le atravesó el cuello gritando eufórico en lágrimas.
Aila corrió hacia una mujer con un hacha, que a su vez corría hacia ella, dio un salto y le cortó la cabeza por la mitad. La mujer quedó con la boca abierta de rodillas, hasta caer de frente.
Por detrás de Hilda, que estaba peleando, aparecieron tres listos para atacarla. Aila lanzó tres flechas juntas, pero logró matar a dos; rápidamente llegó Izan en el momento que el enemigo se distrajo por las flechas y le clavó la espada en el pecho.