-¡Ya no quedan más!- exclamó Fulker matando al ultimo. -ya matamos a todos los guerreros.
Caminaban hacia Ezequiel, excepto por Izan que se quedó de pie en silencio mirando el suelo.
-¡Vayamos por el resto, necesitamos manos!- exclamó Ezequiel.
Se separaron y comenzaron a perseguir a las personas corriendo. Luego de varios minutos lograron apresar a todos, reuniéndolos en el centro de la aldea; quedaban algunos hombres, que no pusieron resistencia, la mayoría eran de la edad de Ezequiel. Separaron a los jóvenes de ambos sexos por orden de Ezequiel.
-Escuchen, estamos buscando jóvenes valientes que quieran unirse a nosotros. No importa si son mujeres o de cierta creencia- comentó Ezequiel. -¡Lo que queremos son jóvenes fuertes y valientes que quieran vivir en la gloria y poder!
-¿Qué pasa si nos negamos?- preguntó un chico.
-A los jóvenes no les haremos nada. Personas mayor de los treinta morirán, no quiero ancianos, lo único que darán van a ser problemas.
-No me importa morir, pero, ¿Qué hay de las madres? Hay niños y bebés- comentó un hombre.
-Los niños pueden vivir sin una madre, y los bebés tendrán el mismo destino que los de tu edad.
-No me parece bien que mate unos bebés pero tiene un punto, ¿Verdad?- expresó Hilda. -serían un estorbo para nuestras metas.
-Si el señor cree que es necesario no tengo objeción.
-Me da igual lo que haga con esas personas, lo único que quiero es sobrevivir- expresó Astrid. -aunque esté mal no puedo hacer nada. Si me opongo seré un cadáver más.
-¿Es en serio?- preguntó Izan. -¿Qué le sucede?
-¡Mami, tengo miedo!- exclamó una niña.
-Todo estará bien, no te preocupes- la besaba abrazándola.
El resto de los niños lloraban eufóricos abrazados de sus familiares.
-¡No pueden hacer esto!- exclamó una mujer con un bebé en brazos. -¡Son un monstruo!
-¿Monstruo? ¿Por qué lo dices? Estamos pensando en el bien de los bebés, ustedes morirán, ¿Quién los cuidará? Porque yo no lo haré.
-Nosotras lo haremos- expresó una chica. -no mates a los bebés, por favor. Nos haremos cargo de ellos, intentaremos que no le sean un problema.
-Eso lo veremos después. Ahora asesinaremos a los ya indicados.
-¡Maldito!
Tomaron sus espadas, excepto por Izan, que continuaba en shock, y les hicieron agachar la cabeza. Algunos que iban a ser decapitados estaban aterrados o llorando. Astrid sentía náuseas e intentaba soportarlo.
Estando por decapitar a la mujer, comenzó a sudar y le temblaban las manos, pero sabía que debía hacerlo, así que tomó valor. No podía hacerlo, apenas hacía pequeños tajos con cada golpe, provocando que la mujer gritase de manera desgarradora y eso provocaba en Astrid mucha desesperación.
-Es mejor que lo haga yo- expresó Hilda preocupada.
-No, que siga. Debe aprender- contestó Fulker. -¿No es así, Erik?
-Sí.
Luego de unos segundos la mujer se desmayó y ella continuó mientras lloraba. Alrededor de cinco minutos pudo terminar; la gente tenía una mirada de horror extremo.
-¡¡Que ella no me mate!!
-¡¡Que ella no me lo haga, por favor!!
No hubo ninguno que no suplicase para que Astrid no los decapitara.
-Por favor… También lo pido- expresó Astrid.
-Les concederé lo que piden.
*
-Ahora que ya murieron… Es momento de que me digan si aceptan mí oferta de unirse a mí como guerreros o ser esclavos- comentó Ezequiel.
-¡No nos uniremos a ustedes!
-¡Nunca seremos sus compañeros, malditos!
Un chico colorado se puso de pie, de inmediato la chica que estaba a su lado, también colorada, le tomó las piernas.
-¡No lo hagas, hermano! ¡Son asesinos!
-No… No me importa, no quiero ser un esclavo, no de nuevo.
-¡Maldito! ¿¡Cómo puedes unirte a ellos después de asesinar a nuestra gente!? ¡De asesinar a mí madre!! ¡Ella te ayudó en todo!- exclamó un chico.
-Lo sé y lo agradezco. Siempre lo haré, pero no quiero ser el cordero de nadie. Escuche, yo me uniré.
-Buena decisión- contestó Ezequiel.
-Ella también se unirá, soy el mayor y estoy a cargo de ella. Por favor, acéptenla aunque diga que no quiera. Ella es muy terca.
-¡Nunca me uniré!
-¿Acepto o no acepto? Mira, dejaré que se una también, ¿Bien? Ellos dos también son hermanos, no puedo dejar que unos hermanos estén separados.
-¡Muchas gracias!
-Pero… Si no colabora con nosotros durante una semana, lamento decirte que será una esclava. Tranquilo, tú no, ya que te uniste voluntariamente, ¿Los demás se quieren unir?- ninguno respondía. -bien, continuaré con el siguiente paso.
Caminaba en frente de ellos mirándolos con atención, señalando hasta cuatro de ellos; siendo todos hombres. Les hizo que se levantasen y se dirigieran con Hilda.
-El resto morirá.
-¿Qué?
-Así es, sólo necesito cuatro de ustedes. Y no quieren unirse a nosotros, ¿Qué creían que iba a suceder? ¿Dejarlos sin más? No podemos hacer eso.
-¡Podemos trabajar para ustedes!- exclamó un chico. -¡No nos mates, por favor!
-Ya dije que sólo quiero cuatro esclavos.
-¡No, vamos a ser sus compañeros vikingos!
-Déjame pensar… Mmm... No.
-¿¡Por qué!? ¿¡No era lo que querías!?
-Sí, pero tiene que ser sincero como tu amigo el irlandés. Él no lo hizo por miedo. Tú sólo lo dices para sobrevivir, no van a hacer lo que les digo y van a joderme.
-¡Sí, lo digo para sobrevivir! ¡Pero seguiremos tus órdenes, lo juro! ¡Además ustedes pueden matarnos cuando quisieran! ¿Qué podríamos hacer con ustedes? Mataron a nuestros guardias.
-Bien. Ponte de pie y ve con Aila, la chica rubia de ojos azules.
-Fulker, Hilda. Maten al resto.
-¿Qué?- expresó el chico atónito.
-Erik, espera.
-¡Sí, espera!- expresó el chico.
-¿Qué quieres?
-No los matemos aún. Quiero llevarme tres chicas.