Reyes Del Caos

Capítulo 2: El Dilema del Rey

El amanecer llegó con una luz grisácea que apenas iluminaba el campo de batalla. La tierra, empapada en sangre y sudor, aún resonaba con los ecos de los gritos y el choque de espadas que habían marcado la noche anterior. Alaric se encontró de pie en medio de la devastación, su corazón pesado con la carga de la lucha y el sufrimiento que había sido infligido a su gente.

A su alrededor, el campamento se movía con una energía cargada de fatiga. Los soldados, que antes habían sido guerreros llenos de fervor, ahora se comportaban con el semblante marcado por la tristeza y la pérdida. Algunos curaban las heridas de sus compañeros, mientras otros enterraban a los caídos con una reverencia silenciosa. Las luces del amanecer destacaban las cicatrices de la batalla, y cada rostro parecía contar una historia de dolor.

Isolde llegó a su lado, su rostro aún adornado con el sudor y la tierra de la lucha. El brillo del coraje en sus ojos apenas ocultaba la preocupación que latía en su corazón.

"Alaric", comenzó ella, tomando su mano con firmeza. "Debemos hablar. La victoria de anoche fue amarga, y aún no conocemos la verdadera fuerza de Sombra. Mis informes indican que está reuniendo más fuerzas en las montañas."

El rey asintió, sintiendo el peso de la responsabilidad aplastante sobre su pecho. "Lo sé, Isolde. Esta victoria no nos da más que un respiro. Cada momento que pasa, Sombra se hace más fuerte."

Alaric miró al horizonte, donde las sombras de las montañas se alzaban como monstruos amenazantes. "No podemos permitir que esta lucha continúe. Necesitamos un plan, pero también una forma de evitar que más inocentes paguen el precio por esta guerra."

"Pero, ¿qué podemos hacer? No podemos simplemente sentarnos y esperar que Sombra ataque de nuevo", Isolde respondió, su voz llena de una mezcla de impotencia y determinación. "Mis instintos me dicen que la única manera de acabar con esta amenaza es enfrentarlo de nuevo, antes de que se vuelva más poderoso."

Mientras hablaban, Caelum se unió a ellos, sus ojos reflejando la angustia de ser un prínce en medio de una guerra que él no había deseado. "¿Y si podemos convencer a otros reinos a unirse a nosotros? La guerra es más que solo Nythara; es por la libertad de todos".

"Tu energía es admirable, hijo", dijo Alaric con una sonrisa tenuemente alentadora, aunque la preocupación no se desvanecía de su rostro. "Pero convencer a otros reinos será una tarea monumental. Por ahora, debemos fortalecer nuestras propias filas."

Sin embargo, la voz de Caelum resonó con convicción: "No podemos dudar, no debemos hacerlo. La leyenda dice que los antiguos reinos se unieron en tiempos de desesperación. Si logramos reunir a los nuestros, podríamos crear una alianza poderosa".

La idea resonaba en la mente de Alaric, un destello de esperanza en medio de la preocupación. "¿Y si enviamos mensajeros a los reinos vecinos? Habrá quienes escuchen nuestro llamado", propuso.

El rostro de Isolde se iluminó. "Podríamos enviar un pequeño grupo de los nuestros. Guerreros leales que puedan hablar en nombre del reino, que lleven un mensaje de unidad en lugar de guerra. Quizás lleven consigo las historias de aquellos que ya han caído. Tal vez eso toque los corazones necesarios".

El plan tomó forma en la mente de Alaric, aunque la incertidumbre seguía presente. "¿Quiénes estarán dispuestos a arriesgar sus vidas en esta misión? Este camino no será fácil."

Caelum se adelantó, decidido. "Yo iré. Quiero luchar no solo en el campo de batalla, sino desde la raíz de este conflicto. Haré valer la voz de Nythara, y convenceré a otros reinos para que se unan en nuestra lucha."

"Tu valor es admirable, hijo", dijo Alaric, su corazón lleno de orgullo y temor al mismo tiempo. "Pero no estarás solo. Escogeremos a los mejores guerreros para acompañarte."

Los planes comenzaron a tomar forma. Isolde y Alaric eligieron con cuidado a un grupo de guerreros leales: la feroz Lady Lyra, con su destreza en la batalla, y el Sabio Eloran, que, aunque anciano, poseía una sabiduría invaluable y podía guiar el camino. La escuadra se preparó rápidamente para la travesía, con el peso de su deber claro sobre sus corazones.

Antes de partir, Alaric reunió a los soldados y les habló. "No hemos perdido, hemos aprendido. Esta guerra no es solo nuestra; es una lucha por cada vida en esta tierra. Las alianzas que forjemos son la clave para nuestro futuro. Lucharemos, no solo con espadas, sino con la fe de nuestro pueblo."

Las palabras resonaron en el corazón de los hombres y mujeres que lo escuchaban. Se prepararon para la partida, cada uno con la determinación de luchar por un futuro mejor. La energía vibrante de una nueva esperanza comenzó a palpitar en el aire, y mientras las primeras luces del sol iluminaban el camino, el grupo se dividió, cada uno llevando consigo una porción del destino de Nythara.

Mientras avanzaban hacia lo desconocido, Alaric se quedó mirando el horizonte, un rugido de determinación brotó en su pecho. Lo que estaba en juego era inmenso, pero nunca había sentido una fuerza tan poderosa. La batalla aún no había terminado, y aunque los ecos de la guerra resonaban en su mente, sabía que la verdadera lucha sería por la humanidad de su reino.

Así, el rey se preparó para una batida llena de desafíos y peligros, un recorrido para la supervivencia del alma misma de Nythara.




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