Reyes Del Caos

Capítulo 21: Espejos en la Oscuridad

Las sombras danzaban a su alrededor, y el campo de batalla resonaba con el eco de los enfrentamientos. Caelum sentía el pulso de su corazón resonar en su pecho, la mezcla de adrenalina y miedo intensificándose a medida que su espada brillaba con la luz del corazón de Galen. Frente a él, Sombra se alzaba, una figura oscura y titánica que parecía absorber cada latido de esperanza que intentaba manifestarse.

“¿Te has dado cuenta, Caelum? La luz no puede existir sin sombra. Estás destinado a ser el eco de tu propia desesperación”, dijo Sombra, su voz profunda y tenebrosa. Con cada palabra, el aire se tornaba más pesado, cargado de la negatividad que había cosechado a su paso.

“Hoy no caeremos en tu juego”, replicó Caelum, su determinación brillando como el acero de su espada. “No somos solo sombras; somos los guardianes de nuestra historia. Y hoy luchamos no solo por nosotros, sino también por aquellos que han caído a causa de tu tiranía”.

En ese momento de desafío palpable, Caelum sintió que las fuerzas de sus compañeros procesaban la energía que había comenzado a renacer. Lyra y Bryn luchaban a su lado, sus ojos fijos en el objetivo, cada uno buscando no solo defenderse, sino también liberar a los guerreros que se encontraban atrapados entre las sombras.

Con un grito resonante, Caelum avanzó hacia la figura de Sombra, canalizando toda la luz y el poder que había crecido en su interior. Sentía la conexión del corazón de Galen vibrar en su mano, y sabía que la luz podía reclamar su lugar en medio de la oscuridad. “¡Por aquellos que han caído, y por todos los que luchan todavía!”.

La batalla se intensificó cuando caían las sombras una sobre la otra, asumían formas distorsionadas y empezaban a desafiar su determinación. Caelum no podía permitir que lo consumieran, y mientras luchaba, una figurita conocida emergió entre la oscuridad, gritando desde la distancia: “¡Caelum! ¡Ayuda!”.

Fue un rostro familiar y querido, un amigo del pasado que había caído en combate. “No. No puede ser”, susurró, el dolor atravesándole en un instante. La interpelación de ese alma perdida se convirtió en un peso sobre su corazón, llenándolo de reminiscencias y angustia.

“¡No! ¡No puedo luchar contra los recuerdos!”, gritó, mientras Sombra sonreía en silencio, alimentando la ansiedad que lo atormentaba. “¡Luz, ven a mí!”.

Las sombras se arremolinaron a su alrededor, sus formas distorsionadas intentando arrastrarlo hacia la desesperación. Se sentía atrapado entre la memoria y la lucha, entre lo que había sido y lo que esperaban que se convirtiera. “¡NO!”, le gritó a su propio espíritu, intentando resistir y empujar los ecos hacia atrás.

Varias voces resonaban en su interior, y cada una traía consigo el eco de cada batalla que había enfrentado. Era en ese momento que comprendió que su lucha no solo debería centrarse en el campo de batalla, sino también en confrontar los miedos y el dolor que existían dentro de él.

Con nueva determinación, Caelum levantó su espada una vez más y buscó la luz en su interior. “No, no soy simplemente ecos del pasado. ¡Soy la luz! ¡Soy el futuro que es posible!”.

Las sombras comenzaron a tambalearse ante la llamada de su propia verdad. La luz emanaba de su espada, proyectando un resplandor que comenzó a disipar la niebla oscura que había dominado el campo. Las figuras de los guerreros atrapados comenzaron a ser liberadas, encontrando sus lugares frente a la luz que les ofrecía.

“¡No seréis los dueños de nuestros corazones! ¡Hoy reclamamos lo que es nuestro y enfrentamos la oscuridad!”, proclamó, sintiendo cómo el coraje se unía a la visibilidad de su luz colectiva.

Sin embargo, justo cuando parecía que la batalla comenzaba a cambiar de rumbo, Sombra lanzó una nueva oleada de sombras aún más amenazantes. A medida que estas figuras emergían, Caelum observó cómo atacaban a sus amigos, multiplicando el sentimiento de desesperación. Era como si cada paso hacia la victoria se viera eclipsado por el retorno de la oscuridad.

“¡Resistid! ¡No cederemos ante estos ecos!”, gritó nuevamente. La unión de los guerreros comenzó a formarse de nuevo, y con cada grito de lucha, la luz del corazón de Galen volvió a brillar con más fuerza. “Debemos enfrentarnos a nuestras sombras”.

Pero Sombra tenía otro as bajo la manga. “No olvidéis cómo habéis caído antes”, dijo, su voz resonando con un eco perpetuo. “Cada uno de vosotros tiene sombras en su interior, una maldición que nunca se desvanecerá”.

Cuando las sombras comenzaron a cobrar vida y mover hacia Caelum, sintió que la oscuridad anegaba su visión. “¡No permitiré que eso ocurra!”, gritó, sintiendo cómo el poder de sus compañeros reafirmaba la luz. La batalla se tornaba no solo en una lucha por la victoria, sino también un intento de liberarse de las cadenas del pasado.

A medida que el campo de batalla se intensificaba, la presión de la lucha alcanzaba su punto máximo. Cada golpe resonaba, y Caelum se dio cuenta de que la verdadera lucha no era solo en el campo, sino en el viaje emocional que todavía tenía que completar.

“Hoy lucharé por aquellos que han sido olvidados, aquellos que han caído en el abismo de la desesperación”, susurró Caelum, entendiendo que su mayor desafío era confrontar las sombras que llevaban en el corazón y que Sombra había intentado aprovechar.

Con una mezcla de coraje y determinación, Caelum se lanzó hacia el horizonte de la sombra, sintiendo cómo la luz de su espada comenzaba a brillar con más fuerza, resonando con las historias de aquellos que habían llamado a la libertad. “¡Juntos nos levantamos!”.

Sin embargo, Sombra no se detendría sin luchar. “Este será tu final”, murmuró, alzando de nuevo su mano, lanzando otra oleada de oscuridad que trataba de engullirlo. Pero no podía permitírselo. No podía dejar que esa sombra definiera su destino.

El enfrentamiento alcanzaba un clímax, y en medio de la confusión, Caelum sintió una ola de energía que se alzaba de sus propios amigos, cada guerrero reconociendo el poder de su luz. Era un momento frágil, donde la esperanza se convertía en el hilo que podría cortar las sombras.




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