Pudimos verlo atravesar el patio de aquella enorme estructura en la que trabajábamos todos. Un poco más tarde subía y bajaba las escaleras con la minuciosa e insólita misión de recoger del piso cualquier residuo de papel o deshecho. Cuando quisimos saludarlo en persona el encargado de la obra nos aclaró entre risas que él no estaba allí. Insistimos tanto que se vio obligado a llamarlo por teléfono, minutos después él atendía la llamada desde el otro lado del país.