Rhaizen

El juramento

Los días posteriores al ataque fueron un borrón de emociones para Rhaizen. Con sus padres ausentes y su hogar reducido a un recuerdo doloroso, fue llevado al dojo de Tanaka, su maestro de kendo. Aunque Tanaka no hacía preguntas, su mirada sabia decía que entendía lo que había ocurrido.

En las noches, Rhaizen soñaba con el samurái oscuro. Veía su armadura negra, escuchaba el eco de sus pisadas y revivía el momento en que sus padres cayeron ante él. Pero había algo más, algo que lo atormentaba: el símbolo del clan que había visto en la túnica de los ninjas. Era el mismo que había encontrado en el altar donde descansaba la katana rota.

—¿Quiénes eran, maestro? —preguntó un día durante el entrenamiento.

Tanaka lo miró con seriedad, dejando a un lado su espada de bambú.

—Es un símbolo que pertenece a un grupo que creí extinto hace generaciones. Se les conocía como las Sombras de Yamato, un clan de ninjas que vivía en las sombras, sirviendo a señores feudales y sembrando el caos. Si han vuelto, significa que buscan algo más grande que el poder.

Rhaizen apretó los dientes.

—Ellos... mataron a mis padres.

Tanaka asintió en silencio y colocó una mano firme sobre el hombro de Rhaizen.

—El dolor que sientes ahora puede consumirte o guiarte. Si eliges el camino del samurái, debes entender que la venganza no es el objetivo.

—No es venganza —dijo Rhaizen con firmeza—. Es justicia.

Esa noche, después de una meditación guiada por Tanaka, Rhaizen tomó la decisión que cambiaría su vida. Caminó hasta el altar donde encontró la katana rota. La limpió con cuidado y se la llevó al maestro Tanaka.

—Quiero aprender lo que significa ser un verdadero samurái. Quiero honrar a mis padres y detener a las Sombras de Yamato.

Tanaka lo observó por un largo momento antes de responder.

—Muy bien. Pero debes saber que el camino que eliges no será fácil. No es solo fuerza lo que necesitarás, sino paciencia, sabiduría y un corazón dispuesto a sacrificarse.

Los entrenamientos de Rhaizen se intensificaron. Ya no se trataba solo de técnicas físicas; ahora incluían meditación, estudio de textos antiguos y prácticas con espadas reales. Tanaka le enseñó el significado del bushido, el código de los samuráis, y le inculcó que cada acción debía ser guiada por el honor.

Una noche, mientras practicaba solo en el dojo, Rhaizen sintió una presencia extraña. Al voltear, vio una figura encapuchada observándolo desde la puerta. Aunque la figura no habló, le dejó un mensaje grabado en el suelo: el símbolo del clan.

Rhaizen supo en ese momento que su tiempo de preparación era limitado. Las Sombras de Yamato lo estaban vigilando. Pero en lugar de asustarse, sintió que su determinación se fortalecía.

—No importa cuánto tiempo me tome —se dijo a sí mismo mientras ajustaba la empuñadura de su espada rota—. Juro que no permitiré que destruyan a nadie más como lo hicieron con mi familia.

Esa noche, bajo la luna llena, Rhaizen hizo su primer juramento como samurái: proteger a los inocentes, honrar la memoria de sus padres y enfrentar las sombras, sin importar el costo.



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En el texto hay: ninjas, samurais, amuleto

Editado: 15.01.2025

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