Rhaizen caminaba por las sombras del bosque, sumido en sus pensamientos. Había hecho un juramento en su corazón, un juramento de venganza y honor: destruir a Yamiatsu, el samurái oscuro que había arrebatado lo más valioso que tenía. Pero sabía que su camino aún estaba lejos de terminar. El samurái oscuro no era un enemigo cualquiera. Yamiatsu poseía una habilidad que parecía sobrepasar los límites de cualquier guerrero.
El viento soplaba a través de los árboles, susurrando secretos que solo la naturaleza comprendía. Rhaizen sentía que algo en el aire había cambiado. La tranquilidad del bosque parecía estar teñida de una energía oscura, como si el lugar mismo estuviera consciente de lo que estaba por venir. El amuleto que Yamiatsu llevaba consigo, la fuente de su fuerza, aún estaba presente en sus pensamientos. Aunque no lo había tocado, sabía que ese objeto había sido la clave de todo.
Rhaizen había escuchado rumores de su poder, cómo el amuleto otorgaba una fuerza sobrehumana a su portador, un poder que podía desafiar cualquier límite físico. Pero mientras el joven samurái seguía avanzando, el sentimiento de incertidumbre crecía. ¿Qué tan lejos llegaría Yamiatsu con ese poder? ¿Y qué tan preparado estaba él para enfrentar una amenaza como esa?
El aire se volvió más pesado mientras Rhaizen llegaba a un claro en el bosque. En el centro de este, se encontraba una figura en pie, con una capa oscura ondeando con el viento. Rhaizen se detuvo en seco, sintiendo la presencia de esa sombra como un peso en el aire.
Yamiatsu no estaba frente a él, pero la energía oscura que había dejado su paso seguía resonando en el ambiente. El amuleto, aunque ausente, dejaba una huella invisible que parecía arrastrar la oscuridad consigo. Rhaizen sintió que su corazón latía con más fuerza, la tensión en su pecho se hacía insoportable. Era como si la tierra misma estuviera esperando la llegada de algo aún más grande.
De repente, un susurro cortó el silencio del lugar. Un eco de palabras ininteligibles llenó el aire, y Rhaizen se giró rápidamente, buscando la fuente. Pero no había nada. Solo el bosque, y una sombra que se desvanecía a medida que se adentraba más en la oscuridad.
Rhaizen respiró profundamente, sintiendo cómo su mente trataba de calmarse. Sabía que tenía que seguir adelante, que su destino estaba ligado a este encuentro, a esta lucha que se avecinaba. A pesar de la sensación de desasosiego, él era fuerte. El juramento que había hecho le daba la fortaleza para continuar, sin importar lo que el futuro le deparara.
Un par de pasos más adelante, la figura desapareció por completo, dejando en su lugar una calma inquietante. Rhaizen no pudo evitar mirar hacia el lugar donde había estado. No había rastro de nada, solo la presencia de lo que quedaba atrás: el amuleto.
Rhaizen no lo sabía, pero el amuleto ya había comenzado a cambiar algo dentro de él, a despertar una fuerza que nunca antes había sentido. Mientras lo observaba a la distancia, sintió que la oscuridad que lo rodeaba se intensificaba. Algo profundo y antiguo había sido liberado.
Sin embargo, Yamiatsu no estaba allí. Y la figura que había dejado su rastro parecía haberse desvanecido, pero el joven samurái sabía que la batalla aún no había comenzado. El poder de ese amuleto, y lo que este representaba, era solo el principio. Un principio que lo llevaría a la confrontación que tanto temía.
Rhaizen apretó los puños, su mirada firme. Ya nada podría detenerlo. Sabía que, en algún momento, el destino lo pondría cara a cara con Yamiatsu. Y cuando ese momento llegara, estaría listo. El futuro ya no era incierto. Ahora, su camino estaba claro: vencer a su enemigo, y honrar el juramento que había hecho.
Editado: 15.01.2025