Rhaizen

El final del principio

Rhaizen apretó los puños, los músculos de sus brazos tensándose como cables de acero. Su respiración se volvió pesada, su pecho subiendo y bajando con rapidez. El aire a su alrededor parecía vibrar con la misma energía que palpitaba en su interior. La oscuridad que envolvía la figura de Yamiatsu lo desbordaba, pero él no retrocedió. Había hecho un juramento, y ese juramento se cumplía hoy.

El samurái oscuro, con su rostro sombrío y la mirada llena de odio, levantó lentamente su espada, observando a Rhaizen con una intensidad mortal. La batalla aún no había comenzado, pero el ambiente estaba impregnado de una tensión palpable. La atmósfera parecía cargar el aire con electricidad, como si todo el universo estuviera conteniendo el aliento.

Yamiatsu habló con una voz baja y siniestra, como si el mismo viento la hubiera susurrado desde las sombras. "Te has ido demasiado lejos, joven samurái. No sabes lo que has desatado. Ni siquiera sabes qué es lo que realmente está en juego."

Rhaizen lo miró fijamente, sin dejar que sus palabras lo desviaran de su camino. "No me importa lo que digas. No te tengo miedo. No importa cuánto trates de esconderte detrás de esa máscara, al final, pagarás por todo lo que has hecho."

La voz de Yamiatsu era casi un susurro. "Lo que he hecho... no es mi culpa. Soy prisionero de algo mucho más grande que yo. El amuleto... El poder dentro de él... me ha arrastrado a esta vida."

Rhaizen se adelantó, decidido a poner fin a esta lucha. "No quiero escuchar tus excusas, Yamiatsu. Tus actos hablan por sí mismos."

Ambos se miraron por un instante, la quietud de la batalla previa a la tormenta, y de repente, como si un solo suspiro rompiera el silencio, la lucha comenzó.

El sonido de sus espadas chocando reverberó en el aire, agudo y metálico, como un trueno distante. Rhaizen y Yamiatsu se movían a una velocidad inhumana, cada golpe, cada movimiento, una explosión de fuerza contenida. La fuerza del samurái oscuro era devastadora, cada ataque ejecutado con una precisión mortal, una habilidad cultivada a lo largo de años de experiencia. Pero Rhaizen no era un novato. Cada golpe que Yamiatsu daba era recibido por su espada, bloqueado con una precisión y determinación férrea.

El terreno alrededor de ellos temblaba con cada choque. Rhaizen podía sentir la presión de la batalla sobre sus hombros, pero la furia y la tristeza que lo consumían solo aumentaban su determinación. Sabía que tenía que ganar, no solo por él, sino por todo lo que había perdido.

A medida que la lucha continuaba, Rhaizen notó algo extraño en el comportamiento de Yamiatsu. Cada uno de sus movimientos parecía estar cargado de una angustia que no podía ocultar, como si estuviera siendo arrastrado por una fuerza más allá de su control. Cada golpe parecía más desesperado, como si estuviera luchando contra algo invisible, una presión interna que lo estaba desgarrando.

Rhaizen aprovechó esa apertura. Con una agilidad que solo un samurái entrenado podía alcanzar, saltó hacia Yamiatsu, esquivando su espada en un ágil movimiento, y con un giro preciso, desvió su espada y lo dejó vulnerable. Su oportunidad había llegado. Rhaizen levantó su espada para asestar el golpe final.

Pero antes de que pudiera alcanzarlo, Yamiatsu, con una mirada que reflejaba una mezcla de rabia y desesperación, retrocedió, alejándose rápidamente. Con un movimiento brusco, la capa negra que llevaba se levantó como un vendaval, cubriendo momentáneamente su figura. "¡No entiendes!" gritó, su voz llena de dolor. "¡No soy libre! El poder del amuleto... me consume. Me controla..."

Rhaizen no dejó que su rival ganara tiempo. "¡Entonces es hora de que pagues por lo que has hecho!"

Con un movimiento rápido, saltó hacia él, pero en lugar de atacarlo directamente, se detuvo a un metro de distancia. La luz de la batalla brillaba en los ojos de Rhaizen, pero su mente, aguda como siempre, analizó algo que había estado pasando desapercibido: Yamiatsu no parecía estar luchando con su verdadera fuerza. Algo lo limitaba. Algo más allá de su voluntad.

Yamiatsu bajó la cabeza, y su cuerpo tembló, su respiración agitada. "Te he mentido... No soy el enemigo al que debes derrotar. Lo que te acecha... lo que se acerca... es más grande que nosotros... y no puedes escapar."

Rhaizen frunció el ceño, confundido pero decidido. "Si crees que voy a rendirme, estás equivocado. Voy a detenerte. No importa lo que digas. No dejaré que esta pesadilla continúe."

Yamiatsu, con un último suspiro, pareció perder toda su fuerza. Su espada cayó al suelo con un sonido sordo. "Entonces... hazlo... Termina lo que comenzaste..."

Rhaizen no dudó. En un rápido movimiento, levantó su espada y, con una precisión mortal, atravesó el pecho de Yamiatsu. El samurái oscuro se desplomó al suelo, su vida desvaneciéndose con la misma rapidez con que había comenzado la batalla.

Pero antes de que pudiera comprender completamente lo que había sucedido, algo extraño ocurrió. El amuleto alrededor del cuello de Yamiatsu brilló intensamente, iluminando toda la oscuridad que los rodeaba. Un temblor recorrió el suelo, y un viento gélido surgió de la nada, envolviendo a Rhaizen en una neblina oscura.

La figura de Yamiatsu comenzó a desvanecerse, pero no dejó rastro alguno. Todo su ser, su cuerpo, se disipó en el aire, como si nunca hubiera existido. Sin embargo, el amuleto aún brillaba con fuerza, la energía oscura que emanaba de él impregnando el aire con una sensación de terror palpable.

Rhaizen se quedó inmóvil, mirando cómo la figura de su enemigo desaparecía. La batalla había terminado, pero algo aún no estaba resuelto. Algo mucho más grande, mucho más peligroso, se estaba gestando en las sombras.

De pronto aparecio poco a poco una figura oscura humanoide, era la oscuridad en todo su ser, poco a poco se fue elevando hacia el sielo y solo con apuntar su mano hacia el suelo, el planeta entero se fragmentó y salió lava de todas partes. Rhaizen se austó, la figura solo lo señaló -tú- dijo de forma un poco prolongada el ente oscuro, despues todo se iluminó y el planeta tierra exploto a una escala inimaginable, soltó una onda que destruyó a todo, marte, venus, cuando llego al sol, la galaxia entera se destruyó, todo se iluminó.



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En el texto hay: ninjas, samurais, amuleto

Editado: 15.01.2025

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