Una tarde abrasadora. 19 de mayo de aquel año que no puedo recordar, antes de la guerra, un año impar. Era un simple adolecente de 17 años, próximo a los 18, no pensaba en nada más que en sexo, diversión y placer, sentía un dolor en mi muela, y mi mente estaba distorsiona, decaída, vacía, sin ideas. Con una gripa que me consumía las ganas de vivir, pero aun así atreviéndome a entrar a aquel baño escudriñado de mi casa, pequeño, y en una ducha estrecha me postré sobre la ventana al final de aquella habitación, igual de pequeña, casi carcelaria, donde podía ver el mundo exterior; tomé un cigarrillo, lo encendí con una caja de cerillos, postrado al lado izquierdo de la ventana, mientras trataba de observar el patio de mi casa, buscando evitar que me viesen fumar, pero al dar la primera chupada cerré mis ojos e ignoré la realidad; Chupaba, sorbía aire hasta el fondo, expulsaba con la mayor lentitud mientras sentía el placer de aquel narcótico, mientras, leía perdido un libro que lleve solo para dejar volar mis ideas. Leía frases al azar, mientras esperaba que a mi mente llegaran ideas, frotaba mis partes buscando excitarme, leía la caja detrás de mí, de reojo: “Fumar causa impotencia en el hombre”, negando esa posibilidad buscaba placer, seguía leyendo, sosteniendo con una mano el libro, con la otra el cigarrillo mientras me frotaba ahí abajo, no temía quemarme, no me importaba nada, solté el cigarro, al último sorbido que abrió mis orificios nasales, que gran placer sentía, mi mente estaba expuesta a ideas, relajado, una vino a mi mente, una idea sexual, solté el libro fuera de la ducha, con cuidado, para no dañarle, boté el cigarro como mero desperdicio, lavé mis manos con la regadera abierta, observando con el robillo de mi ojo la caja con aquella frase, mientras frotaba mis partes, me masturbaba, buscaba placer, pensaba en muchas cosas, una escena grotesca se me presento, me cogía a una amiga de mi hermana, le daba por detrás, luego por delante, luego sobre… ni siquiera el kamasutra podía asemejarse a cada pose que pude imaginar en ese corto momento en mi mente. Pasaba tan rápido todo, velozmente había llegado al estasis de mi punto más alto de placer, acabe, dejando mis espermas esparcidas por el suelo de la ducha junto a las cenizas, el cigarro, y el fosforo que use para encender… La escena era placentera y para cerrar aquel acto delictuoso, fije lentamente mi brazo sobre mi cabeza, apuntando con mi mano y dedo medio a aquel que hacía llamarse mi dueño celestial. Reí sarcástico, luego una risa sincera pero más corta y leve, casi como indiferente mientras cerraba los ojos y baja la cabeza, sin sonrisa, solo un pequeño sentimiento de remordimiento sustituido por un fuerte sentimiento de paz y tranquilidad. Bajé rápidamente mi brazo y decaído, me estire a tomar una ducha fría y placentera, dos palabras que normalmente no iban juntas, el helado de aquella ducha era mejor que cualquier baño caliente… Eran buenos tiempos, tiempos de libertad, comparados con los de ahora, ya nada de eso es posible, muchos no podían tener lo que yo, pero yo sabía y estaba claro de eso, pero no estaba listo para dejarlo ir, aun así el mundo no espero a que lo estuviera.
El fuego se sumió entre las nubes, quemando la capa que protegía que los rayos del sol llegarán a la tierra, donde un rayo corto llego a mis ojos y de repente desperté de aquel placentero momento, y observé con claridad como caía aquel monstruoso objeto a velocidades enormes desde los cielos, y en solo segundos pude ver como flameaba el horizonte, y estallaba a kilómetros de distancia, no pude ver más, ni oír nada, no sentía, había perdido la consciencia.
-La libertad… Ya no es más un derecho…- una extraña voz leve, suave, sincera y segura, dictaba tales palabras con decepción, al ver las miles de almas que luchaban por comida en las fosas infernales donde habitaban aquellos que escapan y temían a la luz. Si, la luz, temer a la luz. Miles de años atrás el ser humano desarrollo un miedo social a la oscuridad, pero ahora, este nuevo “ser humano”, esta nueva raza de hombres, le temía a lo que alguna vez significo vida… Símbolo de la libertad, la luz…
Diminutas banderas blanquecinas se ondeaban en las manos de 2 pequeños e incansables y extrovertidos niños, que marchaban al son del tambor al frente de otros 22 jóvenes, un hermoso desfile se abría paso por las calles de Brooklyn. Cada niño vestía con sus gabardinas y trajes a talla de la marina de los Estados Unidos de América, uno de ambos pitaba con fuerzas aquel silbato de acero inoxidable y brillante, y siguiendo las órdenes del capitán… - …Ryan Walker, Capitán de la marina de lo Estados Unidos de América…- Este queda atónito por una extraña voz que dijo, con suavidad y delicadeza, tales palabras que recién lo describían donde casi no se escuchaba por el ruido. Ryan voltea su cabeza, confundido y perplejo, sobre su hombro derecho, así pudo observar mejor aquello que le intrigaba tanto ver y que le había llamado –… ¿No reconoces mi voz?- Una dulce chica era la que hablaba, algo igual de anonadada y se posaba a la derecha de Walker, sobre un poste en la acera entre la parte de la multitud aglomerada en el borde de la carretera, delante de la línea de límite. Un hombre uniformado le reclamó, con mucho respeto, que se quitase de allí – Señorita, disculpe, detrás de la línea por…- Ryan atónito, detiene al marino sin decir ni una sola palabra, solo con una simple orden de manos, el marino se retira saludando respetuosamente a su superior. Todo esto paso en cuestión de segundos, aun así, pareciese una eternidad en la mente de Walk, y seguidamente al entrar en razón, da la orden de parar – ¡Aaa-tención! ¡Firmes cadetes!- Se escucha entonces parar la marcha, principalmente por el golpe fulminante en el suelo, asfaltado y algo húmedo por la leve lluvia de rocío, que provocaban aquellas botas impermeables de quienes marchaban con orden y gracia, no obstante, los cientos de sonidos alrededor continuaban incesantes, incluyendo los gritos de celebración por aquel acontecimiento tan importante, como si fuese indiferente lo que pasase en la mente de Ryan, cual sentía que todos le mirasen mientras se reencontrase con un amor de la infancia y un recuerdo muy extraño. Otra orden sale de la boca del capitán, contiguamente acatada sin preámbulo alguno –¡A la derec!- todos rotan mientras observan siempre al frente, con respeto a la orden, muy educados y disciplinados para ser tan jóvenes. El capitán Walk da una última orden –Con vista a la derecha, ¡Sa-luden!...- Todos voltean la cabeza, saludando, tan serios como si observasen hacia la bandera, símbolo de poder, de orgullo, de honor, Símbolo de libertad. -…Jóvenes, cadetes… les presento a la más bella mujer que ha podido existir…Martha…- *Se interrumpe su diálogo* -¡Buenos días señorita Martha!- Los 24 jóvenes dijeron en coro, sin siquiera equivocarse ni por un segundo –Martha tu… yo…-