ANGELINA
Me miro en el espejo buscando alguna razón que me permita explicar porqué no le gusto a él. No es que sea una modelo pero eso no quiere decir que no sea guapa, estoy bien con mi apariencia porque al contrario de otras personas me acepto como soy. Llevo un vestido decente y mi cabello está bien peinado, mi rostro es perfilado, ahora que me doy cuenta ha cambiado bastante desde la última vez que me ví con detenimiento, tengo una piel suave, cosa que no era así en mi pubertad: toda mi cara estaba llena de granos, era horrible, suerte de que ya se me ha quitado y ahora solo llega a alguna que otra peca con el ligero rubor que queda en mis mejillas cuando me lavo la cara con agua fría. Mi cabello es lacio, negro y llega casi hasta mi espalda baja; me resulta tan parecido al de mamá, mis ojos son color verde oscuro justo como los de mi padre y mi cuerpo es delgado y esbelto, pero él dice que no le gusto, que no soy de su tipo, nunca me explica un porqué lógico pero también entiendo que no siempre el que te gusta se va a enamorar de tí, incluso aunque parezcas alguien medianamente normal. Es una realidad.
Cojo el cepillo azul y lo paso a todo lo largo de mi cabello y luego observo mi reflejo una vez más. Perfecto, lista para ir al cole e intentar parecer alguien segura de mi misma. Me aseguro nuevamente de tener todo lo que necesito en mi mochila y me voy a mi auto, un Audi rojo que me había regalado mi padre. “Maneja con cuidado cariño” me diría si estuviera aquí, lo extraño demasiado; a ambos. Observo como otros autos y buses pasan cerca, menos mal que no hay tanto tránsito como suele haber siempre. Ahora que lo pienso me resulta demasiado irónica la frase de mi padre.
Miro mis ojos reflejados en el espejo retrovisor y conduzco mientras escucho "Love me like you do" una de mis canciones favoritas, y mientras esta llena el auto, canto para mí y voy recordando a mi Bruno y la primera vez que lo ví.
Tenía poco más de 12 en ese entonces, su familia se había mudado justo frente a mi casa ese día y desde que ví su cabello cobrizo y ojos azules, quedé prendada de él. Como chica curiosa que era, en mis momentos libres empecé a "investigarlo" descubrí que se llamaba Bruno Bianchi , el día de su cumpleaños, el nombre de sus padres, que tenía un hermano de 7 años llamado Marco, que eran una familia de italianos de pura casta, en fin, todo lo relacionado con él. Incluso ahora me alegraba de haber tomado un curso de idiomas para principiantes a los 10, así entendía perfectamente cuando se le ocurría hacer sus cambios de palabras italianas. Éramos algo así como amigos y me solía llamar Yeli, la mayoría de mis amigos se refería a mi como Angie pero él no.
Me gustaba como nadie lo había hecho antes así que se lo dije desde el principio, él solo me dijo que yo no le gustaba de esa manera, no pude entender sus razones pero eso no me deprimió para nada. Seguí siendo bien atenta y amable, le decía siempre que podía todo lo importante que era para mí, en sus cumpleaños nunca le faltó mis felicitaciones y un regalo amoroso de mi parte, creo que ese fue mi error; dejarlo saber que me tenía entre sus manos, pues así ya han pasado seis años, él ha cambiado tanto y yo también, los dos tenemos 18 años ya ni amigos somos porque él se alejó de mí y yo sigo aún intentando conquistarle.
Con la mente en esos recuerdos llego a la escuela y estaciono mi auto en un lugar vacío que encontré por suerte, cojo mi mochila y me dirijo a mi clase. Los pasillos ya están casi vacíos, señal de que estaba llegando un poco tarde. Al llegar sonrío porque el profesor aún no había entrado, me siento en mi puesto pero alguien me jala el cabello tomándome totalmente por sorpresa.
— ¡Auch!, no entiendo porqué siempre tienes que jalarme del cabello, ¿Tienes envidia porque el tuyo es corto y rubio?— digo mientras me sobo el cuero cabelludo.
— Angelina, casi comienza la clase y aún no llegabas, estaba a nada de bombardearte a llamadas, y para tú información mi cabello es mucho más lindo que el tuyo querida.
— No exageres Perla que el profesor nisiquiera ha llegado aún— tomo un mechón de su cabello entre mis dedos— Y sobre tu cabello, mejor no creemos polémica.
— El ya llegó, te salvas que se le quedó ese libro de “Poesía del lejano oriente” que utilizaremos hoy— hace comillas y finje la voz exagerada del profesor de literatura pasando una mano por su cabello.
Lo que menos me interesa es saber las locas trivialidades del profesor, prefiero mirar a todos lados buscando la distintiva cabellera cobriza de mi vecino entre los presentes en la clase, por desgracia no lo encuentro. Perla lo nota.
— Si buscas a tu querido Bruno no ha llegado aún, sabes que siempre llega tarde.
— Lo sé— digo en un suspiro.
Saqué mi cuaderno de apuntes y me puse a revisar los puntos y comas de mi tarea, era algo tonto, pero que más iba a hacer.
Momento después entra Bruno con su serenidad habitual , llevaba puesto unos vaqueros negros un poco justos a mi parecer, una sudadera también negra con un letrero de New York y su cabello todo despeinado, se veía realmente bien. Me quedo mirándolo fijamente, ese es mi chico...., bueno aún no pero pronto lo será, de eso no hay duda...creo. Me acerco a él mientras me mira, sino supiera que es su expresión de siempre creería que está aburrido o algo parecido, le dedico una sonrisa que espero y le parezca dulce.
— Buen día Bruno ¿Por qué has llegado tarde hoy?
— ¿Y a tí que te importa? No tengo que darte explicaciones de nada— me contesta hostil.
— Si tienes algún problema obvio que me interesa, porque tú me importas y mucho.
—Te he dicho muchas veces que dejaras esas tonterías Angelina, nunca, estaremos, juntos, no me gustas como yo a tí, supéralo— me habla como si fuera una niñata de cinco años, ruedo los ojos.
—¿Me puedes decir qué es lo que no te gusta de mí?— digo señalándome, él me mira de arriba a abajo escrutándome. Me había decidido esta mañana por un bonito vestido holgado de la cintura para abajo color violeta; un maquillaje ligero y poco más, no me sentía poca cosa, tenía buena autoestima. Además siempre era gentil con todos y era muy inteligente y aplicada en mis estudios. O eso era lo que me decían algunos de mis compañeros de clase y profesores en general.