ANGELINA
Aparto mi mirada de ellos y sigo con mis ejercicios y estiramientos, aunque ahora me sentía nerviosa porque sabía por alguna razón que era observada, me hubiera gustado simplemente no saber que estaban allí. Le doy la señal a mi entrenadora de que estaba lista para el entrenamiento práctico.
Me coloqué en posición junto a otras compañeras y puse todos mis sentidos a funcionar en base a la competencia que tenía entre manos. Cuando sonó el silbato me lance al agua y empecé a nadar todo lo rápido que sabía, sincronizaba movimientos de manos, pies y respiración; todo en compás de uno solo. En unos segundos toqué la pared con la mano izquierda y al momento di la vuelta y me impulsé con los pies y ahí sí comencé las brazadas bien rápidas, cuando volví a tocar la pared fría y mojada de la piscina, saqué la cabeza del agua y respiré agitada, había sido la primera, mis compañeras llegaron un segundo después y me felicitaron, no voy a negar que noté que unas eran más sinceras que otras en cuanto a estar felices por mí, pero ¿qué se le va hacer? Miré de reojo hacia donde se encontraba Bruno y lo ví mirándome directamente mientras los otros chicos que no conocía, comentaban algo entre ellos que preferí ignorar, me dirigí a la entrenadora.
— Adams lo has hecho perfecto, te has ganado una buena calificación en natación, ya puedes irte a casa— me dice ella con una sonrisa de orgullo, la entrenadora Miller siempre suele llamarme por mi apellido, ya estoy acostumbrada.
— Gracias entrenadora, significa mucho para mi— le respondo con otra sonrisa de satisfacción.
Mientras me dirijo al vestidor me quito la redecilla impermeable y me desato el moño que tenía hecho dejando que mi despeinado cabello ruede por mi espalda y mis hombros. En el vestidor me cambio de ropa, tomo mi mochila y me marcho a paso lento de ahí. Miro los grandes mosaicos bajo mis pies pero de momento alguien me tapa los ojos, y sé quién es, justamente la persona que siempre me hace estas bromas.
— Perla ¿No estamos muy grandes para esto? estamos en el pasillo— sonrío y repito lo que siempre le digo.
— Confirmado, eres una aguafiestas de primera— dice mientras me agarra del brazo y caminamos juntas al estacionamiento, me alegro de que halla vuelto la antigua Perla. En el estacionamiento algo llamó mi atención; Bruno caminaba a paso calmado hacia su auto, ahora estaba solo y pensé que era la mejor oportunidad para entregarle su evaluación de una buena vez sin más rodeos.
— Perla ¿Me esperas en mi auto? tal vez David llegue pronto y alguien tiene que estar para darle la bienvenida— ella me da una mirada confundida— Tengo que entregarle el examen de Matemáticas a Bruno, no me tomará mucho.
— ¿Estarás bien sola?
— Claro que sí, no te preocupes— asintió y se fué, esperé hasta que se fuera en dirección a mi auto y me dirigí a Bruno. Cuando llegué a donde estaba no sabía como llamar su atención porque estaba de espaldas, ahora comprendo porqué Perla me preguntó si quería venir sola, mis piernas tiemblan y aún me sigo sintiendo un poco nerviosa cuando lo tengo cerca pero ya no puedo cambiar de opinión, miro a ambos lados del estacionamiento antes de decir algo.
— Eh Bruno— lo llamo casi en un susurro, aveces puedo ser un poco estúpida, cuando él se gira y me ve enarca una de sus perfiladas cejas con incredulidad.
— ¿Qué haces aquí piccolo latosa?— pregunta de forma divertida, gracias a mi curso en línea de italiano para principiantes sabía que ese piccolo significa pequeña. El muy idiota suele llamarme pequeña latosa cuando nisiquiera soy pequeña; puede que ante él lo sea, pero en general no lo soy; mido 1.68, lo de si soy latosa no lo sé con seguridad— ¿Has perdido el camino a tu auto o qué?
— ¿Podrías dejar de llamarme de esa manera?— le pregunto seria mirando esos ojos que tanto me gustan.
— Nop— agrega remarcando la P, lo sigo mirando por un momento, él me sigue la mirada hasta que la aparto y miro distraída a un gato que pasó cerca hasta que lo pierdo de vista.
— Para tu información no me he perdido— abro mi mochila y saco la hoja doblada donde está su evaluación— vine porque el profesor Scott me pidió que te entregara esto, de otra manera no estaría aquí— Según iba diciendo todo esto su mirada cambiaba a ser confundida; creo que se esperaba otra razón por la que yo estaba aquí, talvez esperaba que le dijera que seguía enamorada de él y después me rechazaría como siempre. Toma su evaluación y cuando la mira se le forma una pequeña sonrisa en los labios— Felicidades—lo felicito con sinceridad.
— Gracias— me responde, me giro sobre mis talones pero al momento siento el calor de su mano rodeando mi antebrazo, justo como aquel día—¿Aún sientes algo por mí al menos?, porque ¿sabes?, una parte de mí, siempre me recuerda que tú estás en alguna parte de este lugar y que siempre estará en tí ese corazón que he roto, que siempre serás esa persona que tal vez ya no vuelva a ser feliz por mi culpa, ¿Ya te olvidaste de mí?— podía pensar que su voz sonaba necesitada, incluso triste, aunque con él nunca se sabe. Esa muestra de repente de los sentimientos de Bruno me dejaron sin palabras, no sabía que responder o decir al respecto, nisiquiera me había girado a mirarle la cara aún, por lo que me obligué a hablar.
— No sabía que pensaras de esa manera Bruno, pero no creas que por esto voy a cogerte lastima ni perdonar lo que me hiciste sentir en su momento, sé que no éramos nada... — me giré y lo miré, cerré los puños para controlar mis sentimientos— ...pero eso no quiere decir que no me sintiera realmente triste y decepcionada, que no me doliera el corazón y que no sintiera que el mundo se cayera sobre mí, simplemente porque te amaba. ¿Pero sabes qué? no te preocupes, porque yo ya estaba triste antes de que todo esto sucediera, tengo cosas más importantes por las que estarlo, esto solo fue una desgracia más que añadir a la lista de desgracia que es mi vida.
Cuando terminé de decirlo todo, él mismo me soltó y yo me dirigí a mi auto que estaba a unos diez metros. Tomé ese tiempo de caminata para volver a normalizar mi respiración porque pude divisar a David hablando animadamente con Perla y no quería que se preocuparan por mí, decirle esas palabras, me resultó un poco difícil, pero lo hice y no me arrepiento en lo absoluto de haber dicho lo que verdaderamente sentía.
Cuando llego, los ojos de mis dos rubios amigos caen sobre mí, David llevaba puesto una sudadera roja que decía "Seattle is the city", ambos si quisieran podrían pasar por hermanos. Aunque los ojos de David está confirmado que siguen siendo más claros que los de Perla, y claro que va a ser así si los colores de ojos son una de las cosas que no cambian con los años, o eso creo.