ANGELINA
Estábamos parados ya frente a la puerta de la casa de Bruno. Me doy cuenta enseguida que queda frente a la mía pero no digo nada. En el momento en que Bruno abre la puerta un chico bastante joven de cabello castaño se abalanza sobre él y lo rodea en un abrazo. Bruno corresponde momento después haciéndome sonreír ligeramente, era muy tierno.
—Estaba muy preocupado por tí. Iba a llamar a mamá— comenta la versión más joven de Bruno con preocupación sin reparar todavía en mí.
—Hiciste bien en no hacerlo. Tengo muchas cosas que explicarte, pero... no ahora— responde Bruno un poco incómodo mirándome de reojo. Creo que no está acostumbrado a muestras de afecto en público.
Al momento un par de ojos azules se posan en mí sorprendíendome del parecido entre los hermanos. Levanté la mano derecha y la moví ligeramente en saludo al menor, no creo que mi sonrisa nerviosa le halla gustado mucho por la cara de sorpresa que puso. Cuando aquel joven se acercó a mí y me envolvió en una abrazo cálido, no pude evitar emocionarme. No recordaba haberlo abrazado, pero me sentía cómoda, como si esta no fuera la primera vez.
—Yeli que bueno que regresaste. Mindy estaba muy preocupada, dejó a Loki conmigo, está allá adentro— dijo tan rápido que solo fui capaz de comprender «Loki». Bruno se encogió de hombros, supongo que le explicará después de mi situación, mientras tanto creo que puedo seguirle la conversación.
—¿Y dónde está Loki?— pregunté con una sonrisa amable. El chico me tomó de la mano guiándome dentro de la casa. Miré a Bruno buscando ayuda pero el tonto solo sonrío burlón para volver a cerrar la puerta e irse a no se donde. La cabeza comenzó a dolerme un poco pero lo ignoré.
En un momento llegamos a una amplia cocina donde un gran Husky siberiano mordía un calcetín rojo. Abrí los ojos por un momento ante tal cosa. No recordaba que Loki era tan grande. Mi último recuerdo de él es donde era una pequeña bola de pelos. Ante la atenta mirada del castaño trato de fingir tranquilidad.
—¡Loki, ya regresé!— exclamé con más alegría de la que quería demostrar. El gran husky me miró con sus bellos ojos azules y al instante corrió hacia mí y me lanzó al suelo con toda la fuerza que lo caracterizaba. Caí y una lengua caliente y viscosa paseaba por mi rostro sin parar. Lo aparté sin parar de reír y hacer muecas de asco por momentos. Supongo que Loki solo había crecido para ser mucho más juguetón de lo que ya era— Ok, está bien cariño, yo también me alegro de verte de nuevo. Hey donde...
murmuré buscando al hermano de Bruno a mis espaldas pero al voltearme me dí cuenta de que el chico ya se había ido a alguna parte y me había dejado sola en la cocina. Levanté las cejas y dejé a Loki en el mismo lugar donde lo encontré. Parece que ese calcetín le parecía realmente apetecible.
—Mejor subo a buscar a Bruno— murmuro para mí mientras observo la hermosa decoración de la casa. Me detengo al pie de las escaleras y admiro el piso de arriba con curiosidad. No hay movimientos ni sonidos que pueda notar. Subo las escaleras lentamente tratando de no llamar la atención y al llegar arriba me lo encuentro a él parado justo arriba, mirándome de la misma manera en la que yo lo miro. Bruno me observó por un momento antes de sonreírme cariñosamente, le devolví la sonrisa casi de manera inconsciente.
—Ven, te enseñaré tu habitación. Probablemente te sientas bien pero aunque no lo creas sufriste un accidente y debes descansar— murmura él bajando la vista un momento antes de caminar frente a mí. Lo sigo sin protestar porque sé que que lo que dice es cierto. Me siento cansada y me duele las costillas y la cabeza, necesito descansar un rato.
Mientras andábamos por el largo pasillo Bruno se detuvo frente a una puerta. Miré al otro lado y enseguida noté otra, miré la puerta fijamente por unos segundos antes de volverlo escuchar hablar.
—Este es mi cuarto— señaló la puerta que miraba antes— Y este es el tuyo— señaló la puerta que estaba justo al frente. No dije nada al respecto, suponía que debía estar cerca en caso de que necesitara algo. Bruno abrió la puerta de mi cuarto para mí siguiéndome él muy de cerca.
Me gustó mucho mi nueva habitación. Tenía una gran ventana por la que entraba mucha luz, la cortina y la cama eran ambas de un color pastel claro, tenía un armario grande para poner toda mi ropa y una escritorio cerca de la ventana en el que podía escribir o leer cuando quisiese. Sonreí sin mostrar los dientes y me fuí rápidamente a sentar a la cama, era muy cómoda, no podía estar mejor.
—¿No dices nada?— preguntó Bruno mostrándome lo nervioso que se sentía seguramente preguntándose en si me gusta o no.
—Me encanta mi nueva habitación. Gracias por todo Bruno, no tengo mucho que decir pero en serio gracias— le contesto admirando aún el lugar.
—Me alegro que te guste. Ahora te dejo descansar— sonríe antes de salir dejándome completamente sola. Suspiro y recorro la habitación lentamente mirando todo con detenimiento. De repente un dolor en mi abdomen me hace reaccionar y observo mi pullover encontrándome con un poco de sangre en él. Nerviosa me la quito y me voy rápidamente al baño. Las heridas que habían sido curadas están manchando nuevamente mi ropa, frunzo los labios y me quito también los vaqueros, realmente me gustaba ese pullover de lana naranja, pero ahora está arruinado por mis estúpidas heridas.
Mi cabeza no deja de doler y se me empieza a hacer insoportable el dolor en la costilla. Creo que ya el efecto de los analgésicos se está iendo al carajo ahora mismo. Miro mi cuerpo en el espejo del baño y casi grito al ver el gran hematoma que tenía en el abdomen. También habían algunos en las piernas y tenía una venda en la cabeza que espero y Marco no halla visto, pero nada parecía más horrible que ese gran hematoma.
Me apresuré a deshacerme también de la ropa interior y arrojarlo todo a la cesta de la ropa sucia. Me fuí al baño y comencé a bañar a mi cuerpo de todas los malos tragos que había vivido hasta ahora, lavé mi cabello con un champú que encontré por casualidad y me sorprendí sonriendo al ver que era el mismo que usaba él. En algunos casos tomar una ducha era lo más relajante que podía hacer uno para sentirse bien, este era uno de ellos.