Rie.Zgo biológico

Parte 3

A la mañana siguiente, los cuatro amigos se despertaron con el sonido de unos disparos. Se levantaron asustados y salieron de la habitación. Vieron a Juan en el salón, con la escopeta en la mano y una expresión de pánico en el rostro.

 

― ¿Qué pasa, Juan? ¿Qué ha ocurrido? ― preguntó Bruno, alarmado.

― Hay zombis por todas partes. Han rodeado la cabaña. No sé cómo han llegado hasta aquí ― respondió el hombre, nervioso.

― ¿Zombis? ¿De verdad? ― preguntó Luis, asustado.

― Sí, zombis. Miren por la ventana y lo verán ― dijo Juan, señalando con el dedo.

 

Los jòvenes se acercaron a la ventana y miraron al exterior. Vieron decenas de zombis caminando por el bosque, con aspecto de hambre y sed de sangre. Reconocieron entre la multitud a Pedro y Antón, sus amigos muertos.

 

― ¡Oh, no! ¡Son Pedro y Antón! ¡Están vivos! ― exclamó Laura, horrorizada.

― No, no están vivos. Están muertos. Son zombis ― corrigió María, llorando.

― ¿Cómo es posible? ¿Cómo han llegado hasta aquí? ― preguntó Luis, confundido.

― Tal vez nos siguieron anoche. Tal vez olfatearon nuestra sangre ― especuló Bruno, temblando.

Los cuatro amigos se sintieron culpables y asustados. Se dieron cuenta de que habían traído el peligro a la cabaña de Juan. Se dieron cuenta de que estaban en una situación desesperada.

― ¿Qué vamos a hacer ahora? ― preguntó Laura, desesperada.

― No lo sé. No tenemos muchas opciones ― respondió Bruno, desesperado ― Podríamos intentar salir por la puerta trasera y correr hacia el auto ― continuó este.

― ¿Y si hay más zombis por ahí? ― cuestionó María, desesperada.

― No lo sabremos hasta que lo intentemos ― respondió Bruno.

Todos se miraron entre sí, buscando una solución. Sabían que era una locura, pero no tenían otra salida.

― Está bien, vamos a intentarlo ― dijo Luis, decidido.

― Esperen, yo voy con ustedes ― dijo Juan, solidario.

― ¿De verdad? ¿No prefiere quedarse aquí? ― preguntó María, sorprendida.

― No, prefiero morir luchando que esperar a que me coman vivo ― dijo Juan, envalentonado y le entregó su escopeta a Bruno y tomó un cuchillo de la cocina. Les dijo que se prepararan para salir corriendo.

 

Los cuatro amigos le agradecieron su ayuda y se pusieron en posición. Esperaron a que Juan abriera la puerta trasera y salieran disparados hacia el coche. El hombre abrió la puerta trasera y vio que no había ningún zombi cerca. Les hizo una señal a los demás para que salieran.

 

Los cuatro amigos salieron de la cabaña y corrieron hacia el coche. Vieron que el coche estaba intacto y que las llaves estaban puestas.

 

― ¡Vamos, suban! ― gritó Bruno, abriendo la puerta del conductor.

― ¡Bien! ― le respondieron los demás, subiendo al coche. Bruno arrancó el coche y pisó el acelerador saliendo disparado por el camino de tierra.

 

Los zombis se dieron cuenta de su huida y se lanzaron tras ellos. Algunos lograron alcanzar el coche y golpearlo con sus manos y sus dientes.

 

Bruno intentó sacudirlos del coche, pero no pudo. Los zombis eran demasiados y demasiado fuertes. Juan sacó su cuchillo y empezó a apuñalar a los zombis que se acercaban por las ventanas. Les cortaba las manos y las cabezas con destreza.

 

María agarró la escopeta de Bruno y empezó a disparar a los zombis que se acercaban por el techo. Les volaba los sesos con precisión.

 

Luis y su novia Laura se abrazaron en el asiento trasero y rezaron para que todo saliera bien. No podían hacer nada más.

 

Los cuatro amigos lucharon con todas sus fuerzas para escapar de los zombis. No sabían si lo lograrían o no. Solo sabían que tenían que salir de allí cuanto antes.




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