Rincones Prohibidos

Capitulo 1: Un lugar que detesto

Lilith nunca había sido fan de los primeros días de clases, y hoy el sentimiento era más intenso que nunca. Caminaba por los pasillos de Phillips Academy Andover, rodeada de casilleros relucientes y estudiantes que parecían competir por quién vestía más caro. Aunque ella también provenía de una familia adinerada en Dubái, no soportaba a esos chicos y chicas que se creían superiores solo por el dinero de sus padres. Para Lilith, la riqueza no justificaba la arrogancia.

Sentía que alguien la observaba. No era raro; ser nueva siempre atraía atención. Pero había una mirada que le provocaba un escalofrío: un chico típico de los populares, frío, distante y claramente indiferente con todos, con una expresión impenetrable que la hacía sentir pequeña sin decir una sola palabra. Lilith lo odiaba al instante, no solo por él, sino por todo lo que representaba.

Mientras avanzaba, se topó con un grupo que parecía diferente. No fue casualidad; sus ojos se encontraron con los de otro chico, alto, de cabello oscuro y ojos penetrantes, que parecía medir cada palabra antes de hablar. Había algo en su mirada que indicaba inteligencia y precaución. A su lado estaba otro chico más relajado, con sonrisa fácil y actitud confiada. Junto a ellos estaba una chica con aire simpático que contrastaba con la tensión del resto del colegio.

La chica fue la primera en hablar:
—Hola, ¿eres nueva?

—Sí —respondió Lilith, un poco tensa—. Y, sinceramente, odio estar aquí.

El chico más relajado asintió:
—Te entiendo. Este lugar puede ser… intimidante.

El otro chico, serio y calculador, añadió:
—Mantén los ojos abiertos. Aquí las cosas rara vez son lo que parecen.

Antes de que Lilith pudiera procesar eso, el chico frío y distante apareció detrás de ella, cruzando el patio con pasos medidos. No dijo “hola”, ni sonrió, ni intentó parecer agradable. Solo la observó de arriba abajo con expresión neutra y voz firme:
—Tú eres la nueva.

Lilith lo miró fijamente, tratando de no dejarse intimidar.
—Sí —respondió—. Y no necesito tu aprobación.

Él ladeó apenas la cabeza, como si eso no le importara en absoluto, y se alejó sin decir nada más. No había sarcasmo, ni amabilidad, solo desdén y frialdad absoluta, suficiente para que Lilith sintiera que ese año iba a ser más difícil de lo que imaginaba.

Cuando llegó la primera clase, Lilith trató de concentrarse en las palabras del profesor, pero no podía evitar sentir la presencia de Darian en la misma aula. Estaba sentado al fondo, con los brazos cruzados, la mirada fija en su cuaderno, pero cada tanto sus ojos se alzaban y la buscaban. La frialdad de su mirada no buscaba intimidarla con palabras, sino con pura existencia: indiferente, calculadora, observadora.

Durante el recreo, Lilith se dirigió a un rincón más tranquilo del patio, intentando ordenar sus pensamientos. Pero Darian apareció de nuevo, cruzando el espacio con pasos seguros y medidos. Se detuvo a unos metros, su postura rígida y su mirada fría clavada en ella.
—¿Te sientes cómoda aquí? —preguntó, con voz neutra, sin rastro de amabilidad.

—No —dijo Lilith con firmeza—. Y no creo que me acostumbre pronto.

Él asintió apenas, como si eso no le sorprendiera en absoluto, y se alejó. Lilith lo observó marcharse, sintiendo una mezcla de irritación y curiosidad que no esperaba. No podía entenderlo, ni sus intenciones, ni su manera de mirar. Todo lo que sabía era que Darian no iba a ser alguien fácil de ignorar, y que sobrevivir a ese primer día era apenas el comienzo de lo que se prometía un año lleno de desafíos.

El resto del recreo transcurrió con Lilith observando a su alrededor, intentando encontrar un lugar donde sentarse sin llamar demasiado la atención. Pero, inevitablemente, Darian apareció otra vez, caminando cerca de ella sin decir palabra. Lilith notó cómo su postura firme y su mirada calculadora parecían medir cada movimiento suyo. No parecía interesarse en nadie más a su alrededor; solo ella parecía captar su atención, aunque él no lo demostrara.

Mientras Lilith se acomodaba en un banco apartado, una carcajada de algún grupo de estudiantes le recordó por qué odiaba tanto aquel lugar. Chicos y chicas que creían que todo se podía comprar con dinero, con actitudes que solo servían para reforzar su ego. Aunque ella también era rica, proveniente de Dubái, Lilith detestaba la arrogancia y superficialidad que impregnaba cada rincón de Andover.

Darian se sentó a unos pasos de ella, sin siquiera mirarla directamente, concentrado en algo que nadie más podía ver. Su indiferencia era irritante, pero de alguna forma también… desafiante. Lilith quería que se fuera, pero al mismo tiempo, no podía quitarle los ojos de encima. Cada gesto suyo, cada movimiento calculado, le decía que no era como los demás chicos del colegio.

Decidió romper el silencio:
—No eres muy… social, ¿verdad? —preguntó, con un tono firme, sin miedo.

Darian levantó la vista lentamente, y la miró directamente por un instante, sin expresión alguna.
—No necesito serlo —respondió con voz neutral—. No estoy aquí para socializar.

Lilith sintió una mezcla de frustración y desafío. Ese era exactamente el tipo de chico que no soportaba: frío, distante, indiferente y completamente ajeno a los demás. Pero también sabía algo importante: no podía dejar que su frialdad la intimidara.

El timbre volvió a sonar, indicando el final del recreo. Lilith se levantó, respirando hondo, lista para continuar con el día. Mientras caminaba hacia su próxima clase, sabía que este primer encuentro con Darian no sería el último. Su frialdad, su indiferencia y esa forma de no mostrarse nunca completamente iban a hacer que sobrevivir en Andover fuera un reto mucho más grande de lo que había imaginado.




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