Rincones Prohibidos

capitulo 2: Miradas que incomodan

El segundo día en Andover no fue más fácil que el primero. Lilith caminaba por los pasillos con la misma sensación de estar rodeada de estatuas vestidas de diseñador, cada una con su máscara de superioridad bien puesta. Intentaba no prestar atención a las miradas curiosas, pero no podía ignorar que más de uno murmuraba su nombre como si ya formara parte de alguna lista invisible.

En la clase de literatura, el profesor anunció que trabajarían en parejas para un ensayo. El murmullo de los estudiantes llenó el aula, y Lilith sintió un nudo en el estómago. No conocía a nadie lo suficiente como para formar pareja… hasta que escuchó al profesor decir:

—Lilith… trabajarás con Darian.

Un silencio incómodo recorrió el salón. Algunos estudiantes se miraron con complicidad, como si supieran algo que ella aún no entendía. Darian, sentado al fondo, apenas levantó la vista. Sus ojos, fríos como siempre, se encontraron con los de ella. No hubo reacción, ni protesta, ni sonrisa. Solo aceptación, como si aquello hubiera sido inevitable.

Lilith apretó la pluma entre sus dedos y se obligó a caminar hacia él. Se sentó a su lado, sintiendo la incomodidad de estar demasiado cerca de alguien que parecía impenetrable.

—No tienes que fingir que te agrada la idea —dijo ella, rompiendo el silencio.

—No lo hago —respondió él, sin apartar la vista de su cuaderno—. Pero tampoco me molesta.

Lilith frunció el ceño. Esa neutralidad era peor que cualquier insulto. Al menos la arrogancia podía combatirse; la indiferencia, en cambio, la dejaba sin armas.

El profesor les explicó el tema del ensayo, pero Lilith apenas escuchó. Estaba demasiado ocupada intentando descifrar a Darian. Él no escribía, no hablaba, solo observaba el papel en blanco como si no tuviera prisa. Finalmente, alzó la mirada y la estudió con calma.

—¿Vas a empezar tú o quieres que lo haga yo? —preguntó, como si fuera un simple trámite.

Lilith lo miró directamente a los ojos, negándose a dejar que la controlara.
—Lo haremos juntos. No pienso ser la sombra de nadie.

Un destello fugaz, casi imperceptible, cruzó la mirada de Darian. No era aprobación ni burla… era algo más cercano a interés, aunque su voz no lo reflejó.
—Está bien. Entonces veremos qué tan buena eres escribiendo.

El resto de la clase transcurrió en un silencio incómodo, con ambos compartiendo la misma mesa, pero como si existiera un muro entre ellos. Lilith sabía que ese ensayo iba a ser una batalla, y que Darian no iba a ceder fácilmente.

Cuando el timbre sonó, él se levantó primero y se marchó sin despedirse. Lilith lo siguió con la mirada, frustrada, pero también intrigada. No entendía por qué alguien tan distante parecía ejercer tanta fuerza sobre ella.

Al día siguiente, Lilith llegó temprano a Andover, con la intención de conocer mejor los pasillos y memorizar dónde estaba cada salón. Mientras caminaba, notaba que Darian ya estaba allí, sentado en un banco cerca de la entrada, con los brazos cruzados y la mirada fija en un punto distante. No saludó, ni levantó la vista al verla llegar; simplemente estaba ahí, como si esperarla fuera parte de su rutina.

Lilith respiró hondo y decidió ignorarlo. Sabía que él no buscaba interacción, y no iba a regalarle atención innecesaria. Aun así, no podía evitar sentir que cada movimiento suyo era observado, que cada paso era medido sin que él hablara una sola palabra.

Durante la primera clase, Lilith se sentó en un lugar neutral, lejos de cualquier grupo. Pero Darian eligió sentarse en el mismo salón, al fondo, con la misma postura rígida y la expresión fría que la había marcado desde el primer día. No tomó notas, no murmuró, no hizo ningún gesto que pudiera interpretarse como interacción. Simplemente estaba ahí, existiendo, y eso era suficiente para que Lilith se mantuviera alerta todo el tiempo.

En el recreo, decidió caminar por el patio para despejar la cabeza. Allí estaba Darian otra vez, de pie, apoyado en un árbol, observando a los estudiantes como si no formara parte de ellos. Lilith lo evitó, buscando otro banco, pero sus caminos se cruzaron inevitablemente cuando ambos se dirigieron hacia la misma fuente de agua.

—Siempre vienes aquí —comentó él, sin girar la cabeza, con voz neutra y directa.

—No siempre —respondió Lilith, manteniendo el tono firme—. Solo ahora.

Darian no replicó. Se limitó a beber agua, y luego se retiró con pasos medidos, dejando a Lilith con la sensación de que cada encuentro con él era un desafío silencioso. Su indiferencia no era amable ni hostil, simplemente era un muro que ella no sabía cómo derribar.

Mientras regresaba a clase, Lilith pensaba en todo lo que había ocurrido hasta ahora. No conocía su nombre más allá de “el chico frío”, y no entendía sus intenciones, pero ya sabía algo: Darian no era como los demás, y sobrevivir en Andover no sería solo cuestión de evitar la arrogancia de los demás estudiantes, sino también de lidiar con él.

Cuando la campana final sonó, señalando el fin del día, Lilith recogió sus libros y caminó hacia la salida. Los pasillos, que horas antes se habían sentido llenos de miradas curiosas y juicios, ahora parecían vacíos, pero la sensación de ser observada no desapareció. Sabía que Darian todavía estaba en alguna parte, con su postura rígida y su mirada calculadora, como si siguiera evaluándola desde la distancia.

Lilith se detuvo un momento en las escaleras del colegio y respiró hondo. Andover era diferente a cualquier lugar que hubiera conocido, lleno de reglas no escritas, jerarquías sociales y estudiantes que parecían competir por demostrar quién tenía más poder o dinero. Y en medio de todo eso, Darian se destacaba, no por riqueza ni popularidad, sino por su frialdad y misterio.

Lilith apretó los puños, decidida. No iba a dejar que su indiferencia la intimidara, ni que su misterio la desconcertara. Este año sería un desafío, y ella estaba lista para enfrentarlo, aunque eso significara chocar con Darian una y otra vez.




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