Rincones Prohibidos

capitulo 3: choques inevitables

El tercer día en Andover comenzó con el mismo aire tenso que los anteriores. Lilith caminaba por los pasillos con pasos firmes, decidida a no dejarse intimidar. Pero sabía que, en algún lugar, Darian ya estaba observándola, como si cada movimiento suyo fuera parte de un juego silencioso que ella no entendía.

Durante la clase de ciencias, el profesor anunció un proyecto en equipo. Para sorpresa de Lilith, su grupo incluía nuevamente a Darian. No había alternativa: tendrían que trabajar juntos.

—Así que otra vez nos toca —dijo Lilith con un suspiro, intentando mantener la calma.

Darian no respondió de inmediato. Simplemente la miró un instante, con esa expresión fría que parecía evaluar cada palabra que salía de su boca.
—No me importa —dijo finalmente—. Solo asegúrate de que esto funcione.

Lilith frunció el ceño. Ese comentario no era una amenaza ni un cumplido; era indiferencia pura. Pero algo en su tono le indicó que, aunque él no lo admitiera, esperaba que ella diera la talla.

El proyecto comenzó con tensión. Lilith proponía ideas y Darian las analizaba en silencio, muchas veces con una mirada crítica que la hacía sentir que nada era lo suficientemente bueno. Sin embargo, cuando él hablaba, sus palabras eran directas, precisas y, aunque frías, innegablemente inteligentes. Lilith no podía evitar reconocer que estaba lidiando con alguien que no dejaba nada al azar.

Al terminar la clase, Lilith recogió sus cosas y se dirigió al pasillo, donde Darian apareció a su lado, caminando en silencio. Ninguno de los dos dijo nada hasta llegar a la puerta principal.

—No eres tan mala como pensaba —dijo Darian de repente, sin mirar directamente a Lilith.

—¿Eso es un cumplido? —preguntó con una mezcla de incredulidad y molestia.

—No lo llames así —respondió él, girando la cabeza apenas—. Es solo un hecho.

Lilith rodó los ojos, pero no pudo evitar sentirse un poco intrigada. Esa mezcla de frialdad y honestidad directa era desconcertante.

Esa tarde, Lilith decidió quedarse un momento en el laboratorio para revisar algunos apuntes del proyecto. Mientras acomodaba sus materiales, escuchó pasos detrás de ella. Antes de girar, ya sabía quién era: Darian. No hizo ruido al acercarse; simplemente estaba allí, observándola con esa mirada fría e impenetrable que la hacía sentir al mismo tiempo desafiada e intrigada.

—Siempre estás aquí —dijo, su voz neutra, sin sonrisa ni tono amistoso—. ¿Te gusta quedarte sola?

—No es por gusto —respondió Lilith, tratando de mantener la compostura—. Solo necesito concentrarme, algo que tú podrías entender si te esforzaras un poco más.

Darian ladeó apenas la cabeza, evaluando la respuesta. Por un instante, el silencio llenó el laboratorio, solo interrumpido por el tic-tac del reloj y el roce de papeles.

—No necesito distraerme —dijo él finalmente—. Y no me esfuerzo para impresionar a nadie.

Lilith respiró hondo, sintiendo que aquel intercambio, aunque breve, cargaba más tensión de lo que cualquiera de los dos quería admitir. Intentó enfocarse en sus apuntes, pero no podía ignorar la sensación de que Darian estaba ahí solo para observarla, como si cada movimiento suyo fuera evaluado.

Cuando levantó la vista, lo encontró a solo un metro de distancia, examinando los materiales del proyecto con precisión, sin decir palabra. Lilith frunció el ceño, molesta por su cercanía, pero también por la extraña curiosidad que sentía hacia él.

—Si vas a quedarte aquí, al menos ayuda —dijo finalmente, con voz firme—. No estoy haciendo todo sola.

Darian no sonrió ni se inmutó. Se inclinó sobre la mesa, revisando sus notas y corrigiendo un pequeño error que ella había pasado por alto. Sin mirarla, dijo:
—Eso era incorrecto.

—Gracias por el comentario —respondió Lilith, manteniendo el tono neutro, aunque por dentro sentía un cosquilleo de frustración y desafío—. No sabía que tu idea de “ayudar” consistía en corregir todo.

Darian alzó la vista apenas y la estudió un instante. No había burla ni aprobación, solo un silencio calculador, como si decidiera que valía la pena observarla un poco más. Luego volvió a sus notas, dejando a Lilith con la certeza de que cada encuentro con él sería un reto constante, un juego silencioso donde ninguno cedía terreno.

Al día siguiente, durante el recreo, Lilith decidió sentarse en uno de los bancos del patio, lejos de los grupos ruidosos de estudiantes que parecían competir por atención. Estaba concentrada en organizar sus apuntes cuando escuchó risas cercanas y comentarios que la hicieron levantar la vista.

Un grupo de estudiantes la señalaba y murmuraba algo que no pudo entender del todo, pero el tono era claramente burlón. Antes de que pudiera reaccionar, Darian apareció a su lado, apoyado casualmente contra el respaldo del banco, con la misma expresión neutra y mirada calculadora.

—Parece que no eres muy popular —comentó, sin levantar la voz, solo como un hecho.

Lilith lo miró sorprendida, pero no se dejó intimidar:
—¿Y eso te importa? —preguntó, cruzando los brazos.

Darian la observó un instante y asintió levemente.
—No, pero es curioso cómo reaccionas ante ellos. —Su voz seguía siendo fría, pero ahora había un ligero matiz de interés, apenas perceptible.

Uno de los chicos del grupo se acercó, claramente buscando molestarla:
—¿Nueva por aquí? —dijo con una sonrisa burlona—. No creo que vayas a durar mucho en este colegio.

Lilith respiró hondo, lista para contestar, pero Darian intervino antes de que pudiera abrir la boca:
—Déjala en paz —dijo con tono firme, suficiente para que el grupo se detuviera y retrocediera unos pasos.

Lilith lo miró, sorprendida por su intervención. No era hostilidad, no era amistad tampoco, solo una especie de respeto silencioso, como si él decidiera que nadie debía subestimarla.




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