Ya eran finales del mes de junio y el verano anunciaba los intensos rayos de sol que empezaban a calentar las ventanas del frío hospital. El movimiento del personal se hacía cada vez más ruidoso, lo que poco a poco sacó a Gema de su descanso. Con ambas manos se frotó los ojos, se incorporó sobre el molesto asiento y aprovechó la soledad del pasillo para escabullirse dentro de la habitación de Peter.
Se quedó pasmada observando una bonita imagen de sus padres, una más de las tantas que Gema había presenciado desde niña: Giselle era reacia a soltar la mano débil de su marido, aun estando dormida. No quiso despegarse ni un solo minuto de él y pasó la noche en vela cuidando de su amado pelirrojo. Lo amaba demasiado. Esperaba que su cariño le infundiera ganas de vivir y la fortaleza para seguir luchando, porque aún les quedaban muchos años más para vivir juntos.
—Mamá... —Tocó su brazo—. Te traeré algo para desayunar, mientras vuelvo deberías descansar un poco.
Giselle se negó a hacerlo.
—Aquí esperaré hasta que él despierte. —Recostó su cabeza sobre las piernas de Peter y allí cerró los ojos para descansar, con el cabello rubio desparramado sobre las sábanas.
Gema suspiró rendida y le dio un vistazo a su padre, el cual respiraba con dificultad y permanecía dormido. Regresó su vista hacia Giselle y pensó que esa mujer era más terca y díscola que ella; no iba a lograr hacer que cambiara de opinión.
Decidió ir hacia los puestos de comida callejera que estaban frente al hospital y compró un par de desayunos, pero al levantar la mirada se encontró con su peor pesadilla. Nunca se esperó ver una vez más a ese desgraciado, ni en sus horribles sueños.
—¿Qué hace aquí? —espetó con un tono de voz molesto y apesadumbrado. Su corazón empezó a latir más rápido.
—Vaya... —James silbó al ver la bonita ropa que ella llevaba puesta—. ¿Nuevo trabajo?
Sonrió de oreja a oreja, mostrando sus dientes blancos y una barba incipiente.
—¡Qué te importa! —Se dio la media vuelta, pero él la retuvo.
Le estaba haciendo daño la fuerza con la que él apretujaba su delgado brazo.
—¿Quieres hacer las cosas más difíciles? —susurró a su oído y se pegó a su cuerpo. Gema se tensó de inmediato.
Las personas que desayunaban alrededor de la salida del hospital, los observaron con una mirada reprobatoria. La típica imagen de la muchacha que se deja maltratar por su marido, eso pensaron. Pero estaban muy lejos de saber que aquello no era una escena de pareja, sino una extorsión que apenas comenzaba a corroer el alma dolida de la jovencita.
—¿Qué haces? Nos están viendo... —Se soltó disimuladamente de sus sucias manos.
James chasqueó la lengua.
—Necesito dinero...
Gema arrugó el entrecejo y empuñó las manos. Pero, ¿quién se creía ese desgraciado para pedirle dinero así sin más?
—¿Me viste cara de banco? Mi padre está muy grave y no puedo darte más dinero. He pasado la noche en vela y llorando porque temo que él muera, ¿no tienes ni un poco de consideración?
—¿Tengo cara de hacer bromas? —Le apretó el brazo de nuevo. La muchacha observó mejor su rostro y supuso que de joven fue un hombre muy apuesto, aunque las arrugas eran muy notorias y su cara de mal hombre lo hacía ver como un delincuente—. Me busca la policía por robo y por ser cómplice de Karol. Es obvio que necesito comer, niña, no voy a morir de hambre... —Miró al cielo—. Quiero que mañana me des mil libras, con eso me bastará para toda la semana. Dame tu número telefónico...
Gema se negó rotundamente.
—¿Qué? Ni loca te daría mi número. Además, ¿de dónde voy a sacar el dinero? si soy más pobre que tú. —Se dio la media vuelta, pero de nuevo fue James el que la tomó del brazo, haciéndole más daño—. ¡Maldita sea, déjame en paz! ¡Aparte que me golpeas, me secuestras, me robas mi dinero y ahora quieres que te ayude! ¿No te da vergüenza? Ni siquiera sé quién eres ni por qué me haces esto.
Forcejeó en vano.
—Qué boca tan sucia, muchacha... ¿Sabes?, te lo haré más sencillo: si no me das tu número telefónico, entonces te mueres accidentalmente en el baño de tu casa, o te suicidas por culpa de la miserable vida que te han dado esos viejos inservibles que tienes por padres. Sería una pena que una jovencita tan hermosa se muera tan temprano, ¿no crees, niña?
Se quedó casi estática, el sonido de los latidos le llegó a los oídos y sintió que por su garganta bajó algo helado.
—Cuando te atrape la policía, te irás a la cárcel por extorsión. Eres un desgraciado...
Se vio obligada a hacer lo que él quería. ¡Estaba en graves problemas gracias a ese acosador, y todo por mirar cosas que no debía! Se había convertido tan fácilmente en la cómplice de un ladrón y una fugitiva. Nada podía ser peor que eso.
Con el rostro sonrosado debido a la ira y los nervios, vio a James alejarse con una sonrisa y andar triunfante, como si hubiera logrado su mejor hazaña al perjudicar a una tonta inocente. Trató de restarle importancia al asunto y regresó con su madre intentando pensar en algo positivo.
La pantalla de su teléfono celular encendía y apagaba, mostrando llamadas y mensajes de sus amigos Mia y Simon, los cuales estaban preocupados por ella, ya que hacía días que no hablaba con nadie. El cínico saludo que provenía de un número desconocido la alertó de inmediato. No tenía dudas que aquel mensaje era de James. Se le quitó el hambre por completo, así que le dio la bolsa con ambos desayunos a su madre y se sostuvo de la puerta al sentir un leve mareo.
—Gema... ¿Estás bien, hija? —Giselle observó el rostro pálido de la muchacha.
—Sí...sí —respondió tratando de parecer distraída y sonrió a medias, cuando por dentro sentía que se derrumbaba—. ¿Cómo está papá? ¿Qué han dicho de su estado?
Giselle recordó lo sucedido anteriormente y su gesto se ensombreció por enésima vez. Pero eso no iba a ser impedimento para hacerle un largo y tendido interrogatorio a Gema, ya que la tenía preocupada tanto a ella como a Peter. Sabían que la muchacha andaba en algo extraño, sin embargo, lo que más temían era que se truncara su brillante futuro a causa de una mala decisión. Eran conscientes que al enfermarse ambos, habían depositado una pesada carga sobre los hombros de una jovencita a la cual se le habían ido los años entre momentos difíciles y trabajo demasiado duro. La vida no había sido justa con ninguno de los tres, y menos con Gema.
#2261 en Novela romántica
#786 en Chick lit
amor jefa empleado mentiras enganos, pasion empresa jefe empleada seduccion, ceo multimillonario
Editado: 09.12.2025