Ríndete - Saga el amor del jefe libro I

CAPÍTULO 8

La mañana siguiente Gema se levantó más temprano que de costumbre, los nervios no le permitieron dormir en calma. Acabó de vestirse y se miró por última vez en el espejo antes de recoger su cabello rojizo en un moño alto y aplicarse un poco de maquillaje en el rostro para disimular su piel pálida. Sin perder más el tiempo salió del apartamento y tomó el autobús. El reloj casi marcaba las nueve y media de la mañana y los nervios le estaban jugando una mala pasada. Cuando por fin llegó a la mansión, otro joven muy educado la recibió y acompañó hasta el estudio. Una vez frente a la puerta, tocó y oyó la voz de Carter, quien le pidió que pasara.

No sabía si había sido su imaginación, pero notó que cuando Carter la vio, el rostro del hombre se iluminó y sonrió de una forma encantadora.

—¡Señorita Wayne! Qué gusto verla de nuevo, luce espléndida... —Estrechó su mano y de nuevo la observó disimuladamente.

La buena e inocente Gema sintió un fuerte cosquilleo en el estómago y se quedó sin habla, como una mema. Pero vaya que Jonathan sabía lo que causaba en ella, y eso le encantaba.

Cuando por fin recobró la compostura, le respondió un poco más resuelta:

—Oh... Gracias. El gusto es mío, señor Carter.

La guió hacia el escritorio.

—Su presencia aquí me confirma que acepta la propuesta, ¿no es así? —Entrelazó ambas manos.

—Sí, así es. —Asintió—. Luego de pensarlo por un tiempo me decidí antes de que la propuesta dejara de estar disponible. Pensé que ya no lo estaba...

Balbuceó un poco nerviosa y con el rostro sonrojado. La mirada del asistente no ayudaba mucho, lo que hacía era incrementar aún más sus nervios.

—Bienvenida a Blackwell Corp. —Estrechó la pequeña mano de Gema y le sonrió de forma sincera—. Para hacerlo oficial debe firmar por aquí y... por aquí... —Sus hermosos ojos avellana se acoplaban con el color metálico de sus lentes y el marrón de su cabello un poco largo.

A Gema le encantaba su corte de cabello al estilo un tanto rebelde, aunque él no parecía serlo en absoluto. De repente, la atención de ambos regresó al contrato y ella sin dudarlo firmó en los lugares indicados, reprimiendo una pequeña risilla.

La mirada de Carter iba y venía sobre la pequeña mano y el dulce rostro de esa pelirroja que estaba comenzando a robarle el aliento con cada tímida e inocente mirada.

—Muy bien, señorita Wayne, ya es parte de nuestro equipo. Le explicaré sus obligaciones y luego visitaremos al señor Blackwell en su despacho principal: es un modesto edificio donde cierra sus negocios y contratos con diferentes tipos de clientes, ya sea de sus joyerías, hoteles y restaurantes...

¡Entonces sí se trataba del mismo Blackwell! Nada podía ir tan bien para ella, las cosas estaban saliendo mejor de lo que creía. Se preguntaba cómo fue que el destino había unido sus destinos así. Blackwell era a quien James y Karol habían robado y decepcionado; y Gema era a la que el mismo James extorsionaba y amenazaba de muerte si no le daba dinero. Ahora la tercera cómplice, que era ella, se encontraba ocupando el lugar de Karol... La vida realmente era irónica.

—Me parece bien. —Sonrió dudosa y con un atisbo de decepción en la mirada.

Carter la llevó hacia la habitación del señor Blackwell y le mostró su armario y cuarto de baño. Gema se sorprendió al ver que parecía como si una suite presidencial hubiera sido construida allí. Mientras observaba la suntuosidad y disfrutaba de un aroma amaderado que emanaba del armario, Carter le informaba sobre los gustos de comida de su jefe, la hora de sus medicinas y vitaminas, en qué momento se despertaba o dormía... Media hora después ya sabía que debía permanecer a su lado a lo largo del día y cumplir con las exigencias que le pidiera el exigente jefecito.

Tiempo después Gema fue a ver la habitación que le habían asignado y que, justamente, se encontraba al lado de la de su jefe. Era muy femenina y acogedora, al primer vistazo le agradó.

—Sobre el apartamento del que le hablé, usted puede escogerlo y mudarse allí con su familia. Y sobre la beca universitaria, no es más que me lo diga y hago la matrícula de inmediato.

—¡Me encanta todo! —Celebró sin darse cuenta que Carter la observó con sorpresa—. Oh, lo siento, me emocioné de más...

—No hay problema. —El hombre respondió esbozando una leve sonrisita.

De repente la realidad golpeó a Gema.

—Disculpe, pero... ¿por qué razón hacen todo esto? —Hizo un ademán con la mano.

Le parecía demasiado todo. Para ocupar un cargo bajo, tenía muchos beneficios.

—Oh... —Sonrió—. El señor Blackwell es muy agradecido y le gusta tener estos detalles con su equipo. Prácticamente le dedico todo mi tiempo a él y usted también lo hará, así que solo déjese mimar y ya verá cómo se siente más relajada.

Asintió un poco más tranquila. Pero aquella punzada en su corazón la turbó, ya que empezaba a sentirse como una traicionera y cómplice de unos ladrones. Sin embargo, se planteó olvidarse de eso por lo menos el resto del día.

A las once de la mañana se dispusieron a ir hacia el despacho de Blackwell en una limusina esplendorosa. Carter se pasó el tiempo indicando a los empleados que Gema tenía que supervisar constantemente su trabajo y transmitirles las demandas del jefe. Más tarde le mostró su oficina, la cual se encontraba al lado de la suya, ambas eran básicas como cualquier otra, pero estaban enfrente de la extensa oficina del jefe.

Gema aún no creía que hubiera sido capaz de conseguir semejante puesto de trabajo. Se encontraba totalmente feliz y por un momento se olvidó de todos sus problemas, no obstante, su padre nunca desapareció de sus pensamientos.

—Señorita... el señor Blackwell nos espera. —Carter no retiraba su vista del teléfono.

—Muy bien —respondió un tanto nerviosa.

Finalmente iba a conocer al dichoso hombre del que todos hablaban en el despacho. Al fin conocía que su nombre era Colin Blackwell, que gozaba de una fortuna incontable y que le llamaban El magnate. Se decía que era como todo un dios del Olimpo, pero que su carácter era el de un ogro.




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