Ríndete - Saga el amor del jefe libro I

CAPÍTULO 9

Las piernas le flaquearon cuando él fijó la mirada en ella de nuevo y le regaló una sonrisa ladina. Nunca había experimentado algo parecido.

—El placer es mío, señor Blackwell. —Le regaló una sonrisa, tratando de parecer lo más cómoda posible. Siempre creyó que su nuevo jefe era un vejestorio amargado, pero ya veía que no.

Colin saludó a Carter con un apretón de manos e invitó a ambos a tomar asiento. Un camarero les tendió el menú y esperó pacientemente.

—¿No nos hemos visto antes, señorita? —Se dirigió a la nerviosa pelirroja.

—No lo creo, señor Blackwell. —Negó y respondió de manera cortés.

El magnate enarcó una de sus cejas tupidas, corroborando que aquella noche Gema no se percató de quien había sido el que evitó un incidente peor cuando cayó de la bicicleta. Después de unos segundos asintió y permaneció pensativo. A ella le pareció un poco extraña su pregunta y actitud, sin embargo, decidió restarle importancia.

Ambos caballeros se desenvolvían con gracia en la mesa, excepto ella. Nunca había asistido a un restaurante tan lujoso, jamás había aprendido protocolo ni etiqueta, y mucho menos comprendía los nombres de los platos que estaban escritos en el menú. En sus clases de cocina todavía no iban tan avanzados, pero por suerte investigó un par de veces sobre cómo usar el cuchillo y tenedor, ya que en su casa comían solo con cucharas. Carter pareció darse cuenta de ello y rápidamente llegó como un héroe para ayudar a la damisela en apuros. Le recomendó pedir Maqlube, un plato que llevaba carne y era acompañado con verduras. También susurró a su oído:

—No te avergüences, es normal. Yo hice un desastre la primera vez. —Esbozó una pequeña mueca graciosa—. Ya tendremos tiempo para enseñarte etiqueta y protocolo, glamour...

Ella asintió con la cabeza y en silencio, sintiéndose mucho más avergonzada. Aunque Carter le arrancó una sonrisa, no pudo parar de darse golpes de pecho por ser una neófita.

—Brindemos por nuestra nueva integrante. —Levantó su copa y los invitó a brindar con una copa de burbujeante champán rosa.

Carter y Gema se miraron las caras, pero rápidamente le siguieron la corriente a su jefe, el cual quería ser lo más cortés posible. Sonrieron agradeciéndole su buen gesto y chocaron suavemente sus copas.

La pelirroja nunca había bebido alcohol, pero no iba a ser tan mema demostrando que no tenía ni una pizca de mundo; por lo que brindó resuelta y bebió de forma delicada, sintiendo el delicioso sabor y las traviesas burbujas bajando por su garganta. No le agradó mucho el sabor, pero supuso que ya se iba a acostumbrar después.

—Exquisito... —Colin la observó de soslayo.

A Gema le pareció sentir un vahído y tragó grueso. ¿Acaso él le estaba insinuando algo? ¿Qué estaba ocurriendo? Apartó sus ojos de él y bebió un poco del delicioso champán procurando no atragantarse. Ya iba entendiendo que no sería tarea fácil trabajar al lado de ese hombre y que era inútil echarse para atrás con el empleo.

Cuando sus ojos vieron de nuevo en los de su jefe y él le dedicó una expresión impertérrita, supo que no había firmado contrato con un hombre poderoso, sino que le había vendido el alma al mismísimo satán; porque estaba escrito en los ojos de él, que no descansaría hasta hacerla caer en su embrujo.

Todavía permanecía un tanto incómoda debido a las extrañas miradas de su nuevo jefe. Ese hombre la estaba encandilando, y sin ningún esfuerzo. Jamás en sus cortos veintitrés años conoció a un tremendo ejemplar masculino y exquisito como el señor Blackwell. Se preguntaba qué edad tendría... Contrariada, la muchacha volvió el rostro hacia Carter, quien había empezado a hablar de nuevo. Colin ya se había marchado.

—Tenemos el resto de la tarde para organizar su estadía en la mansión.

La miró deleitándose durante un buen rato, como estudiando las facciones de su pequeño y femenino rostro. Se tomó su tiempo y, por lo que parecía, lo estaba disfrutando el muy descarado. Le gustaba Gema, eso no podía negarlo y no iba a dejar pasar la oportunidad de conseguir su corazón. Pero ella no tenía cabeza para pensar en otra cosa que no fuera James, ese desvergonzado acosador que le estaba arruinando la vida.

—¿Podemos dejarlo para más tarde? Ahora quiero contarle algo muy delicado. Es... sumamente delicado. —Se armó de valor y le dio la cara a su compañero.

Observó que la expresión de Carter varió de sonriente a una neutral. Él sospechó que algo andaba mal, aunque no quiso pensar en cosas negativas antes de tiempo.

—La escucho... —Le hizo una señal para llevarla a una pequeña cafetería con estilo italiano, la cual se encontraba cerca del restaurante.

Escogieron una mesa en la terraza. Carter como todo un caballero movió la silla para ella.

—¿Qué cargo ocupaba Karol Lim? —Apenas tomó asiento hizo la primera de tantas preguntas y ni siquiera le concedió tiempo para estirar las piernas al pobre hombre.

Carter se mostró incómodo.

—¿Por qué razón querría saberlo? —Tomó asiento, se quitó los lentes y la observó con un atisbo de malicia, con aquella dulce mirada avellana que el joven poseía.

—Solo responda, se lo pido. Podría salvar mi vida. —Juntó sus pequeñas manos, como implorando.

La expresión de Carter se suavizó un poco, aunque todavía se mostraba reticente con respecto a esas preguntas.

—Karol ocupaba el puesto que usted ahora tiene, pero está en prisión por robo y estafa —puntualizó.

Claro... ahora todo cobra sentido, dijo ella para sus adentros, confirmando que su sexto sentido nunca le fallaba.

—¿Y qué hay de James de Luca?

Sus palabras dieron justo en la diana de la desconfianza que Carter se negaba a sentir. Gema le parecía una ternura de mujer, no quería pensar que se trataba de alguna delincuente o impertinente que, por un buen rollo de billetes se vendía y buscaba información de la vida de su jefe. Motivos para desconfiar tenía muchos, puesto que Colin ya tenía una amenaza anónima de muerte desde hacía tres meses. Los empleados se hallaban recelosos y en alerta a lo largo de los días.




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