—¿Hola...? —La voz de Gema tembló un poco, pero ahí estaba Carter para tocar su hombro en señal de apoyo.
—A las tres y media quiero ver tu lindo trasero bajo el puente que está cerca de tu casa. ¿Tienes el dinero completo? —hablaba casi en un susurro.
«Es un maldito. ¿Cómo se atreve a hablarle así a una mujer?», Carter pensó aquello con mucha ira y se contuvo para no quitarle el teléfono y mandar al diablo a ese traicionero degenerado. Siempre supo que era un mal hombre, pero jamás imaginó hasta qué extremos.
—Aquí tengo todo completo.
—Llega a tiempo, si no, te mueres...
Finalizó la llamada y todos asintieron, ya que había quedado grabada la prueba de la extorsión y los policías también pudieron confirmar que Gema no mentía.
—Por fin va a caer esa maldita sabandija... —El oficial espetó aquello con su típica voz ronca y grave, gracias al vicio que tenía por el tabaco.
Carter, Gema y el oficial subieron a la patrulla, detrás de ellos iban dos patrullas más. Puesto que Colin Blackwell era un hombre tan importante, la policía debía dar lo mejor y quedar bien ante él y la sociedad londinense, porque ese era un caso importantísimo, igual que el donativo que Colin entregaría a la policía si ellos lograban atrapar a ese criminal.
—Tome... —Un oficial le entregó un pequeño sobre y ella lo observó por un momento: eran billetes de caramelo.
—Oiga, ¿no es mejor si lo atrapan mientras él espera? No quiero tener que encontrarme con él y... —suspiró nerviosa.
—Si no la ve, podría escapar y eso no lo vamos a permitir. —zanjó la conversación.
—Claro, y yo que me muera... —rezongó.
Se estacionaron a varias calles del lugar y todos se separaron en grupos. A Gema le pusieron un chaleco antibalas, por suerte el blazer que tenía lo disimulaba bastante bien. Caminó sola debajo del puente y al llegar, ahí estaba James esperando ansioso y mirando hacia todos los lugares posibles, al verla sonrió con malicia.
Cuando se le acercó, sintió que le temblaban las piernas y evitó su mirada oscura casi de inmediato.
—Aquí está el dinero, lo junté todo. —Con sus manos temblorosas buscó el sobre dentro del bolso, pero no lo hallaba. Estaba segura que lo había guardado ahí.
De repente James la empujó y se lo arrebató con violencia, le dio la vuelta al bolso y todos los objetos chocaron contra el suelo, entre ellos el sobre cayó de último y él lo tomó satisfecho. Una sonrisa victoriosa se le dibujó en los labios.
—Gracias linda. Ya lo sabes, ve juntando las otras mil de la próxima semana...
Antes de dar la media vuelta, notó cierto nerviosismo extraño en ella. Gema trató de moverse, pero él la llevó con fuerza hacia uno de los muros, ella quiso soltarse y no se lo permitió. ¡Cómo maldecía a ese hombre!
—Déjame ir, por favor... —Le susurró entre sollozos, ya estaba poniéndose demasiado alterada.
James se acercó más de la cuenta, a tal punto de hacer que ella sintiera su aliento en el cuello. Paralizada, no se percató del roce que él ejerció sobre uno de sus pechos, por encima del chaleco. La observó con detenimiento y frunció el ceño, dudando de ella.
«¡Es hora de correr Gema!», su voz interior le gritaba que huyera, pero ella no era capaz de mover ni un dedo, su autonomía parecía haber desaparecido por completo.
—¿Me estás traicionando? —La miró con enojo, transformándose así su expresión en una malévola, casi abominable.
—¡No! Yo nunca haría eso. Por favor no me hagas daño... —suplicó derrotada, con la voz quebrada y cerrando los ojos ante el inminente maltrato.
—Está bien. Nada más te perdono esa actitud tan fría conmigo, pero las próximas veces que nos veamos quiero me trates mejor. No te imaginas cuánto quiero corromper esa mirada tan pura; me obsesiona tu inocencia, niña. Quiero arrebatarte todo hasta hacerte tan miserable como yo.—Su mirada pareció volverse lasciva, tan enferma y ufana como muy pocas veces a lo largo de su vida.
—Déjame, necesito ir con mi padre. Ya tienes el dinero y la otra semana te daré más si quieres. ¿Dos mil? ¿Tres mil? Puedo conseguirlo. —Intentó persuadirlo.
—Eres valiosa pequeña... Está bien, tres mil, quiero tres mil para la próxima semana. —Le envió un beso volado, mirando atento y con recelo hacia ambos lados.
¡Tres mil veces imbécil serás!, gritó para sus adentros, llena de ira.
James se alejó caminando y con ambas manos abrió el sobre para contar los billetes. Ella no esperó que las cosas se volvieran peor, así que se quitó los zapatos de una vez y salió corriendo como alma que lleva el diablo, ni siquiera le importó dejar su bolso tirado. Cuando estuvo lo suficientemente lejos, su mirada se clavó en el cuerpo de James, quien al percatarse que los billetes eran de caramelo, se giró y corrió en dirección a ella al mismo tiempo que sacaba una pistola del bolsillo de sus pantalones de mezclilla. Los ojos de la pelirroja se abrieron como platos al verlo y sin pensar corrió tan rápido, tanto que se fue de bruces contra el pavimento, pero eso no fue impedimento para levantarse y aprovechar la espesura del jardín de una casa para utilizarlo como escondite. De repente se oyeron un par de disparos y gritos a lo lejos. Entre rezos se encomendó al altísimo, rogando que todos estuviesen bien y sin heridas. Temía que alguien hubiera muerto.
—Dios mío, que no haya nadie herido... —susurró con voz trémula y agitada.
Permaneció en un rotundo silencio, su mente la torturaba con imágenes de James a su espalda y sosteniendo la pistola para dispararle justo a la cabeza. ¿Y si James está cerca? ¿Y si nada ha acabado?, eran las preguntas que le impidieron seguir el camino. Por fortuna un mensaje de texto de Carter la hizo sonreír de alivio: luego de lanzar disparos al aire y tratar de burlar a la policía, James fue apresado al acabar una peligrosa persecución.
Echó un vistazo a su pierna y su sonrisa se esfumó al ver el moretón de hacía unos días y recordar a su padre. ¡Su padre! Necesitaba saber cómo se encontraba. Caminó a ritmo lento hacia el puente, divagando entre sus desgracias.
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Editado: 09.12.2025