Ríndete - Saga el amor del jefe libro I

CAPÍTULO 11

Cenó algo rápido y empacó toda su ropa, zapatos y objetos personales en la maleta grande y lo restante en una pequeña caja. Se encontraba lista para instalarse en su nueva e increíble habitación. Tomó un taxi que la llevó hacia la mansión de su jefe y tiempo después al llegar, vio que el simpático Carter se encontraba hablando animadamente por teléfono en la sala principal. Decidió no interrumpirle, aunque se moría de ganas por verlo y hablarle, pero prefirió escabullirse en silencio.

—Gema… —Carter pronunció su nombre y ella paró en seco, un tanto nerviosa. ¡Cuánto le encantaba el sonrojo en las mejillas de Gema! Se acercó a ella, desprendiendo un olor fresco y masculino.

Su traje era impecable y llevaba el cabello un poco húmedo. Aquella imagen de él la eclipsó, dejándola atónita a mitad de las amplias escalinatas.

—¿Sí? —Le sonrío a medias, jurándose que solo lo vería como un compañero de trabajo.

—Déjame ayudarte. —Tomó la maleta pesada con sus fuertes brazos y subió las escaleras de tres en tres, tratando de impresionarla—. ¿Ya has cenado?

—Sí, algo ligero... ¿Y tú? —Era difícil para ella tenerlo tan cerca.

—También. Gracias por preocuparte.

Cuando estuvieron frente a la puerta de la habitación de Gema, Carter le regaló una disimulada sonrisa.

—Iré a trabajar con Blackwell en su estudio. Imagino que debes estar cansada, entonces no te quito más tiempo... —Le dio un beso en la mejilla y rozó su delicada mano, titubeando un poco. Apenas leyó la expresión de desconcierto en ella, se marchó a prisa a través del pasillo, siendo consciente que quizá estaba cruzando la raya.

Suspiró creyendo que aquel gesto solamente había sido amistoso y que ella se estaba imaginando cosas que no debía. Apartó las ideas necias de su cabeza y se metió a la bañera por completo. Nunca había usado una tina y se encontraba emocionada por disfrutar el jabón suave y las burbujas. Riendo como una niña se deslizó suavemente y cubrió sus pechos con la espuma, se sentía como flotando en una nube de algodón de azúcar. Al salir del baño, se observó en el inmenso espejo que se hallaba frente a la cama y sonrió de nuevo debido a su rostro que parecía descansado y más vivo, el cabello seguía siendo un desorden de rizos color canela, pero mostraba un brillo nuevo. Por último tomó con mucha curiosidad un poco de crema humectante a base de almendras que reposaba sobre el tocador, aplicó un poco en sus manos y se metió a la cama suspirando.

A las cinco de la mañana sonó el despertador. Amaba dormir, pero el tiempo apremiaba, así que se fue corriendo a la ducha y al cabo de unos minutos ya estaba afuera de nuevo. Se colocó unos zarcillos y una cadena delgada con un dije de corazón que le regaló su padre cuando ella era adolescente, lo combinó con un vestido de color mostaza, el cual llevaba una hilera de botones grandes y negros en el centro. Aunque era un vestido un poco largo, se adhería a su figura de una forma casi gloriosa: sus senos destacaban redondos y firmes entre el disimulado escote, y sus caderas un poco anchas acompañaron con armonía un trasero redondeado y pronunciado. Se maquilló un poco, cubrió sus pecas con base y polvos, aplicó un poco de hidratante con color en sus labios y bajó a la cocina.

Restaban casi veinte minutos para las seis de la mañana y el encantador Colin Blackwell despertaba a las seis y media, según tenía entendido. Contaba con una hora para preparar un desayuno increíble, tener lista la tina y el traje que iba a usar ese día. Su diseñador Dave dejó seis trajes en el cuarto de planchado y ella debía escoger uno para cada día, el que más le gustase.

Se puso manos a la obra y en poco tiempo preparó Porridge, la cual es una receta que lleva copos de avena con leche y frutas. Le parecía que aquella cocina era la soñada de todo chef, era sencillamente espectacular: con un estilo simple, pero equipada con todos los aparatos y utensilios indispensables para un cocinero experto. Por su parte se sirvió un plato de granola con leche y zumo de naranja, ya que no tenía mucho apetito esa mañana. Sin embargo, cada bocado era un motivo para recordar que quizá sus padres no estarían comiendo algo nutritivo y delicioso esa mañana. Cada cucharada era lo que ellos no estaban saboreando y eso le partía el alma. Los amaba demasiado y haría que todo cambiara como fuera; se lo prometió a sí misma por enésima vez.

A las seis y cuarto subió a la habitación de Blackwell y entró a la ducha esplendorosa. Su habitación estaba separada del baño y el armario, eran como tres cuartos en uno solo, por lo que se sintió tranquila al no tener que ver a su jefe durmiendo quizá desnudo. Preparó la tina y aplicó un jabón con olor a colonia masculina en el agua. Colgó en el armario el traje de ese día y le retiró la bolsa protectora, silbando al ver la alta calidad de la oscura seda. Se le hizo extraño que el guardarropa estuviese vacío y con espacio para colgar ese traje solamente. Rectificó que no quedara ni una mota y dio la media vuelta para irse, pero se llevó tremendo susto al chocar de frente contra un pecho cálido y firme, tanto así que soltó un pequeño grito.

—Tan ruidosa... —Colin susurró y aquella voz un tanto ronca, sensual y varonil erizó el vello de Gema por completo.

Sintió su rostro arder cuando bajó la mirada y notó que solamente el hombre llevaba una toalla alrededor de sus caderas. Subió la mirada y vio que tenía el torso y brazos muy bien trabajados, el cabello de color ébano desordenado y esos labios rosas y carnosos que le provocaron imaginar un beso salvaje... A Gema le pareció haberse encontrado con un humano formado cuidadosamente por el mismísimo creador.

—Buenos días, señor Blackwell... —Cerró la boca, se recompuso y se dignó a saludarlo con decencia.

—Buenos días, Gema... A las siete y media nos espera la limusina, ¿verdad? —Se tomó los mechones de cabello entre los dedos y clavó sus ojos miel en los de la pobre muchacha que al parecer estaba a punto de tener un colapso nervioso. Se preguntó qué era lo que le ocurría a la hermosa servidora personal, aunque le restó importancia luego.




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