Ríndete - Saga el amor del jefe libro I

CAPÍTULO 13

El atardecer del tan ansiado día jueves adornaba el cielo. El fresco viento acariciaba su rostro y mecía su largo cabello con gracia. Había sido un día muy tranquilo en el trabajo, con Blackwell todo marchaba bien, ya que se estaba portando cordial y amable con Gema, algo que ella no se esperaba.

Mientras asaba carne de res en el jardín trasero, no podía sacar de sus pensamientos el rostro de Carter, se moría por verlo de nuevo, y eso que estuvieron trabajando juntos en la oficina toda la mañana. De repente y para su mala suerte, comenzó a llover y el fuerte sonido del asador al apagarse fue lo que la sacó de sus cavilaciones románticas. Por lo menos logró asar debidamente un trozo, el otro quedó chamuscado. Puso todo en un plato y se llevó los demás implementos a la cocina, huyendo de la repentina lluvia.

—¡Señorita! Déjeme ayudarle. —Una de las ayudantes de cocina corrió hacia Gema.

—Gracias, Judith, no sé cómo pude cargar con todo esto. —Soltó una pequeña risilla—. ¿Puedes servir esta porción con el puré de papas, los espárragos y una copa de vino tinto para el señor Blackwell? Voy a cambiarme la ropa, no me tardo.

—Como ordene, señorita. —La jovencita morena y delgada mostró su mejor sonrisa y se puso manos a la obra.

Gema subió las escalinatas rápidamente, safando el nudo del delantal que llevaba puesto y dejando expuestos sus pechos que se marcaban bajo la blusa empapada. Se metió a su habitación corriendo, quitó sus zapatos y soltó su cabello mojado para secarlo deprisa.

—Si mi jefe me ve así se reirá de mí. Estoy hecha un asco... —susurró con pena mientras se observaba en el espejo.

De repente, le pareció ver que el espejo se movió, pero le restó importancia; entonces un golpe seco se oyó en la pared y después el sonido de un objeto quebrarse. Algo estaba pasando en la habitación de su jefe, ¿pero qué podría ser?

Caminó hacia la puerta doble de cristal que daba hacia la otra parte del jardín y salió despacio. Ya que la habitación de Colin estaba justo al lado de la suya, movió la cabeza hacia las puertas de cristal de esa habitación y observó con cautela. Lo que vio casi le provoca un desmayo: un hombre aún más corpulento que su jefe, lo estaba asfixiando con un cinturón. Blackwell trataba de golpearlo y defenderse, pero el sujeto lo tenía completamente acorralado contra la pared.

No lo dudó, tomó un rastrillo de metal que se hallaba entre los implementos del jardín y en silencio se escabulló dentro de la habitación. Ya que su jefe luchaba y se resistía para no dejarse asfixiar, eso le dio tiempo a Gema de caminar muy despacio y sin hacer ruido. En medio de su lucha, Colin la vio con rastrillo en mano y haciendo señas para que permaneciera tranquilo. De repente, un relámpago alumbró el lugar y la sombra de la muchacha se reflejó en la pared, alertando al asesino, no obstante, Gema logró golpearlo en dos ocasiones en la cabeza hasta dejarlo inconsciente y corrió hacia el cuerpo inerte de su jefe.

—Jefe... —susurró a su oído, pero él no respondía—. Señor Blackwell, despierte. ¡Señor!

Zarandeó su cuerpo cual costal y el hombre de cabello ébano comenzó a reaccionar. Ella pensó que estaba muerto, pero dio gracias a Dios que seguía con vida. Lo abrazó con fuerza, escondiendo entre su pecho a un hombre tembloroso el cual segundos atrás pudo morir de no haber sido por ella.

—Gracias... —Fue lo único que pudo decir, sentía las palabras atoradas en su garganta. La muerte le estaba pisando los talones, y demasiado rápido últimamente.

—Calma, señor. Ya les avisé a todos, su médico ya viene. Se va a poner bien...

Abrió los ojos poco a poco, recordando a una mujer tan bella, aquella que lo tuvo entre sus brazos y que lo salvó de morir. No fue un simple abrazo, ese había sido el abrazo que solamente entrega una madre o una esposa. Gema rompió un muro en él, y sabía que a partir de ahí ya no sería el mismo frívolo Colin. Jamás.

—¿Dónde está Gema? —preguntó.

—Ella está bien, pronto le diré que pase, ha estado insistiendo en verte. —Jack se colgó el estetoscopio en el cuello y observó a su amigo con preocupación—. Luego de lo que ocurrió, tuve que aplicarte un sedante, estabas en shock, pero todo está en orden ahora, solo debes cuidar la pequeña herida y el maltrato que dejó el... cinturón.

—Gracias Jack. Esto ha sido una tortura. —Se llevó las manos a la cabeza y exhaló con fuerza.

—¿No has pensado en mudarte del país? Deberías cambiar todo tu anillo de seguridad, piénsalo.

Gema entró de golpe al escuchar la voz de Colin, pensó que quizá al fin estaba solo, pero no fue así.

—¡Lo siento! Volveré después... —Se dio la media vuelta.

—No hace falta, yo ya hice mi trabajo. Los dejo, que tengan una buena noche. —Estrechó la mano de Gema y antes de marcharse le guiñó un ojo a su amigo.

Con pasos dudosos la vio acercarse a su cama. La muchacha estaba recién bañada y muy bien arreglada; aunque él prefirió quedarse con el recuerdo de su imagen toda empapada de lluvia.

Quiso tenerla a su lado, volver a sentir ese abrazo reconfortante. Todo estaba dicho, se había vuelto adicto a sus abrazos, a sus ojos y a toda ella. ¿Cómo pudo pasar? No lo sabía, quizá el hecho de haberlo salvado nublaba su juicio, pero estaba seguro que eso no era así; la quería a su lado desde el primer momento en que la vio, aunque, apenas lo aceptaba rotundamente. Quería sentir su calor, oír su risa, mirar sus ojos, hacerla suya y de nadie más. Sin darse cuenta esa chiquilla le había devuelto las ganas de sentir, esas ganas de vivir de verdad como si cada día fuera el último.

—¿Señor...? ¿Se encuentra bien? —Sintió preocupación al verlo tan enajenado, como si se hubiera ido a otro mundo—. Quizá debe descansar. Vendré temprano a darle su medicina.

Colin negó con la cabeza.

—No, quédate. Me dijeron que estabas muy preocupada y querías verme. Bueno, aquí me tienes. —Trató de sonreír, pero el gesto le salió más parecido a una mueca.




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