Una vez que la señora Alonso dejó mi casa, comencé a hacer unas llamadas y a revisar mis libros.
La comunidad rusa es de las más antiguas de nuestro país. Vinieron en las primeras migraciones a fines del 1800 por lo que están asentadas y bien organizadas. La familia Filippovič, en particular, pertenecía al grupo de los más acaudalados de estos. Cualquier acusación debía ser muy cuidada y bien fundamentada.
Ponderé la posibilidad de involucrar a mi amigo, el comisario Álvarez, en la búsqueda, pero preferí aguardar a ver como se desarrollaba el caso.
El timbre interno sonó y me sorprendí. No esperaba a nadie y no solía tener más de un cliente la misma semana. O era una excelente semana o eran demasiadas coincidencias. En cuanto abrí la puerta de la oficina me di cuenta que se trataba de la segunda.
Un obispo de la Iglesia Ortodoxa Rusa ojeaba las revistas de la sala de espera.
-Buenas tardes –dije para llamar su atención.
-Buenas tardes señor Guzmán. Soy el obispo Drozdov.
Inclinó levemente la cabeza en una reverencia. Rápidamente le di una inspección pretendiendo obtener algún indicio de su persona o sus motivos pero, la sotana negra, el gorro cilíndrico y la larga barba blanca eran demasiado característicos para determinar algo en particular.
-Mucho gusto. Pase por favor.
El hombre agradeció, se adentró en mi oficina y se acomodó en el asiento de visita.
-¿Cómo puedo ayudarlo? –pregunté una vez que estuve en mi silla.
-Vengo en nombre de un prominente miembro de mi congregación por un asunto de suma delicadeza.
Mi primera conjetura fue que mis llamadas indagando sobre la familia Filippovič habían alertado al clérigo.
-Cuenta con mi absoluta discreción.
-Eso me han dicho. Vengo a verlo porque ha sido muy recomendado, especialmente por familias muy importantes de este país.
-Entiendo entonces que se trata de un asunto mágico. –conjeturé. La mayoría de mis clientes requerían mis servicios como Investigador Mágico. El título de detective privado era un formalismo.
-Algo así. Es un asunto muy delicado, relacionado a un ritual mágico.
No era inusual que los clérigos estuvieran relacionados a la magia y la hechicería, pero sus palabras hicieron que revisara más en detalle sus accesorios ahora que lo tenía cerca. El medallón pectoral de la Santa Virgen era común en el atuendo de los obispos, pero la cinta de oro doblada en la mitad y cruzada llamó mi atención. Admito que tardé unos segundos en reconocer el símbolo, pero todo tuvo sentido cuando me di cuenta que no era una cinta sino un látigo.
-¿Un ritual jlystý?
El hombre se sonrojó, como si hubiera descubierto su secreto, aunque era más que evidente. El pin que lo identificaba como miembro estaba al descubierto.
-Nuestra doctrina tiene mala fama, pero le aseguro que nuestros propósitos son muy nobles.
-No es mi trabajo juzgar –respondí con una falsa sonrisa. Si los brujos estaban relacionados a la secta, de seguro estaba lejos de ser algo noble– ¿Dígame cómo puedo ayudarlos? ¿Han perdido o les han robado algún requisito para el ritual?
-Exactamente. Verá, en esta época se celebra el ritual de Yarilo y un miembro del culto debe ofrecer un sacrificio. Este año era el turno de la familia Filippovič. Tal vez no los conozca pero son miembros muy importantes de la comunidad, de un renombre intachable.
-Los tengo presentes, sí. –acoté con mi mejor cara de póker.
-Bien. Bueno, el señor Filippovič tenía todo dispuesto para la ceremonia pero su ofrenda no ha tomado a bien la ceremonia cuando se la expliqué.
-Y quiere que la encuentre para usted –concluí pretendiendo que dejara de eludir lo evidente- ¿Es un niño o una niña? ¿Tiene una fotografía, un nombre o algo con lo que pueda empezar a indagar?
Sabía muy poco del ritual, solo lo que había leído esa mañana. Vestían a un joven con un atuendo de color verde y una muchacha inocente debía matarlo, después mataban a la niña. Se suponía que eso traería buenas cosechas aunque, si fuera cierto, hacerlo en el hemisferio sur era absurdo. Aquí estaba comenzando en invierno. Entendía que los migrantes no pueden abandonar sus tradiciones así que preferí no hacer comentarios al respecto.
-Es una muchacha. No tengo una fotografía pero su nombre es Antonia Alonso.
“Por supuesto” pensé.