Ritual

Capítulo 4.

Había algunas cosas que no me cerraban, así que decidí visitar a mi primera cliente. La señora Alonso me había dado a entender que aún trabajaba para la familia, pero el señor Filippovič dijo que la habían despedido hacía, por lo menos, una semana, cuando desapareció la muchacha.

Toqué el timbre dos veces, pero nadie atendía. Esperé unos minutos hasta que alguien salió del edificio y me colé por la entrada mientras cerraba. Subí hasta el tercer piso y golpeé la puerta. El primer golpe fue firme pero sutil, al segundo, que fue más intenso, la puerta se abrió levemente.

Saqué mi amuleto de vitroverdina y eché un vistazo a la situación. Había suficiente energía mágica como para reconstruir un bosque. De varios colores, pero predominaba el negro, así que agregué el obsideo a mi monóculo. No había umbroles, pero si un rastro de saliva espectral. Habían estado allí y se habían alimentado.

Empujé la puerta para que terminara de abrirse y, al ver el desorden del lugar, mi conjetura se hizo más firme. Si la señora Alonso no estaba muerta, deseaba estarlo.

Me adentré con cuidado, intentado tocar lo mínimo posible. Si se iniciaba una investigación, era mejor que no encontraran mis huellas por todos lados.

Los muebles estaban volcados. Había vidrios rotos y los restos de una lámpara en la alfombra. Unos pocos libros destruidos y desperdigados hacían parecer el lugar más desordenado de lo que estaba. Lo cierto era que la familia Alonso no tenía muchas cosas, y por mucho que hubieran estado indagando no había que romper.

Empujé la puerta que daba a la habitación con el pie y eché un vistazo al cuarto de la muchacha. Era el único ambiente además de la sala, así que asumí que la señora Alonso dormía en el sofá cama y su hija allí.

El lugar estaba tanto o más desordenado que la sala, puesto que tenía más cosas. Saqué el llavero de amuletos, busqué el que parece una pequeña hoz negra y lo golpeé contra el marco metálico de la ventana. Resonó suavemente, pero no produjo el efecto deseado. Volví a intentarlo girando un poco la mano. Si no se golpea en el ángulo correcto, el amuleto saturnino no es más que un adorno colgante. Esta vez la resonancia fue correcta. Una onda expansiva comenzó a incrementar desde mi mano circundada con un halo rojizo. Repetí el golpe con más intensidad y esta vez el campo que se formaba iba revelando la imagen de la habitación horas antes.

Tenía unos segundos antes de que el efecto se pasara, así que revisé rápidamente el lugar. Entre los papeles faltantes pude ver había unas hojas escritas en un torpe cirílico. Al parecer la muchacha estaba aprendiendo ruso. Encontré también unos libros muy básicos sobre brujería, nada que no se pudiera conseguir en una tienda de barrio y una foto de la muchacha y su madre en su pueblo natal.

La fotografía me dio una idea, un indicio que debería haber revisado desde un principio. Ya sabía por dónde empezar a buscar.




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