«Alcohol y una fiesta desastrosa»
Había temido este día desde hace varios años, pero no podía evitar que llegara. La fiesta de cumpleaños de Tori, su cumpleaños #18.
Victoria es un año mayor que nosotros, entró al kinder un año después de lo que debía, es una historia triste, graciosa e imposible de creer. Su madre nunca le ha prestado mucha atención, estaba segura de que su hija había nacido en el 2001 en vez del 2000, así ha sido toda su vida, sin la suficiente atención de su madre por ser un embarazo accidental.
Su mayoría de edad significa alcohol y una fiesta desastrosa, a la que obvio estoy invitada, por eso temía tanto este día. Y aunque no quería que llegara, estoy preparándome para salir de casa.
Mi amiga decidió hacer una fiesta elegante, así que tuve que desempolvar el vestido color vino que usé hace dos años para el bautizo de una prima lejana, el vestido que hace juego con el traje de Toby.
—Definitivamente tengo que comprarles más ropa de gala —dijo mi padre cuando nos vio vestidos igual.
—Tuve que recoger mis mangas para que no se notara que me quedan cortas —comentó Toby.
—¿Tienes idea de lo raro que es llegar a una fiesta vestidos igual? —pregunté.
—No les compro ropa elegante porque nunca la necesitan —aclaró papá—, pero veo que es importante tenerla en caso de emergencia.
—Y que no sea de los mismos colores, por favor —dijo mi hermano.
Papá decidió que esta es una de las ocasiones en las que nos puede prestar su auto, así que me preparé para conducir. Los estereotipos y el machismo dirían que Toby debería conducir, pero él ni siquiera se ha molestado en obtener su licencia, punto para mí.
Gracias a mi obsesión por el orden, siempre reviso que el auto este limpio antes de empezar a conducir. Encontré una envoltura de una barra de maní, una factura y migajas de pastel. Papá come en el auto para no compartir, al parecer.
Conducí hasta el salón de fiestas que, la verdad, no queda tan lejos. Cuando llegamos y bajamos del auto, Toby y yo perdimos nuestra dignidad.
La mitad de los invitados tenían sus miradas sobre nosotros, los hermanos que vestían a juego.
—Tobías, actúa como si no estuvieramos vestidos igual, después de un tiempo sus mentes lo van a ignorar —dije entre dientes—. Y te encargo las llaves del auto porque no tengo bolsillos.
Él me sonrió y entró a la fiesta. Todos seguían mirándonos.
—¿Cuánto tiempo van a tardar en ignorarnos? —preguntó mi hermano.
—No lo sé, pregúntale a Google.
—Tú eres Google.
Lo ignoré y fui a buscar a Tori para desearle un feliz cumpleaños y darle una charla sobre el abuso del alcohol.
Mi amiga tenía puesto un vestido de princesa de color azul, usaba una tiara con detalles del mismo azul de su vestido, sus zapatos plateados hacían juego con los aretes y el collar que llevaba.
—Dios mío, te ves hermosa —le dije.
Ella corrió a abrazarme, pero su vestido era algo incómodo para eso.—Parezco una quinceañera y los zapatos me están matando, claro que no le puedo decir eso a mi padre, así que tendré que fingir que estoy cómoda toda la noche.
El padre de Tori llegó a su vida hace un año, él no sabía que ella existía porque la madre de Tori nunca se lo dijo. Él se volvió loco cuando se dio cuenta de que tenía una hija y le dio todo el cariño que no le pudo dar en diecisiete años. Incluyendo su XV años con tres años de atraso.
—Feliz cumpleaños. —Le di su regalo, que esperaba que abriera después, pero rompió la envoltura en ese instante.
—¡No puede ser! —exclamó—. Es el color exacto.
Ella ignoró por completo nuestra foto de niñas en último día de kinder y le dio toda su atención al esmalte. Un esmalte que llamó su atención hace tiempo en un comercial de jugo de naranja, mi amiga buscaba el esmalte en distintos lugares, pero nunca lo logró encontrar. Yo lo encontré fácilmente en internet.
—¿Dónde lo encontraste? —cuestionó.
—Pues, fue difícil de encontrar hasta que lo busqué en Google. ¿Nunca lo intentaste?
—Nunca tengo que buscar nada en Google, tú siempre respondes mis preguntas.
—¿Me estás llamando Google?
—La verdad, sí.
Me fui a sentar en la mesa donde estaban todos mis amigos, excepto Victoria, quien tenía que turnarse para pasar tiempo con los invitados. Solo habían dos mesas ocupadas por personas del colegio, la de nosotros se combinaba con unos porristas del colegio, a los que Tori pertenece. No son de esos animadores que usan pompones en los partidos del colegio. Son porristas que asisten a concursos regionales y hasta nacionales. Como en la película «Triunfos robados».
La otra mesa estaba ocupada por unos chicos del equipo de fútbol con los que Tori logró socializar gracias a las reuniones de deportistas del colegio, entre ellos Franco.
—Tori se ve hermosa ¿cierto? —le dije a Toby.
Él se ruborizó, solamente sonrió y asintió. Como si yo ya no hubiera notado que él se está empezando a sentir atraído por ella, pero las cosas son mejores cuando sabes y la gente cree que no lo sabes.
—Muy bien, ahora vamos con el brindis —dijo el animador de la fiesta.

El discurso del padre de Tori antes del brindis tardó veinte minutos. El trago supuestamente tenía alcohol, pero he probado chocolates más alcoholizados que esto.
Después del brindis, la fiesta se descontroló. La familia de Tori comenzó a beber, al igual que ella junto con Camila, Emiliano y mi querido hermano. Podemos incluir en esa lista a todos los demás adolescentes, excepto por Lucas y yo.
—Parece que hoy vas a ser mi compañero —le dije a Lucas.
—Siempre seré tu compañero, además, esto del alcohol no me agrada y no se me permite —dijo.
Pasó una hora y media hablando con Lucas de puras tonterías, y nos obligaban a bailar de vez en cuando. Salimos de la fiesta para despejarnos un rato y Lucas puso una expresión muy seria.