Rivales, no enamorados

Capítulo 19

«¿Dónde estamos?»
 

—¿Son hermanos?

—No —respondimos Emiliano y yo al unísono.

Esa pregunta nos ha perseguido durante muchos años, ya que el parecido entre nosotros es muchísimo.

—En serio se parecen mucho —dijo el guía turístico.

Estábamos a punto de comenzar nuestra excursión, una caminata con todos mis compañeros de clase, es algo completamente fuera de los asuntos colegiales, lo que me hizo pensar bastante si iba a venir o no, ya que los asuntos sociales no se me dan mucho.

Luego de varios días de pensarlo y de que Victoria casi se pusiera de rodillas, decidí venir. ¿Qué podría pasar en una caminata con mis compañeros?

Mucho. Puede pasar mucho.

Todo comenzó en el descanso que tuvimos para comer. Siete personas fuimos atraídas por un camino que estaba a nuestra izquierda, un camino igual a todos los de este «bosque», pero este tenía algo especial. Sus árboles estaban en fila recta y la luz del sol iba directo a ese camino.

—Jul, tómame una foto en ese camino —dijo Tori. Ella quería una foto en cualquier parte.

—A mí también —pidió Julieta. Mi compañera desde kinder como casi todas estas personas y con la que me confundo cada vez que alguien dice alguno de nuestros nombres, pues son muy parecidos.

Sin muchos ánimos, me levanté para tomar la foto de las chicas, dejé mi mochila junto a Toby y dije—: Cuida mis cosas, ya vuelvo.

Caminé cinco segundos y mi hermano apareció detrás de mí con su mochila puesta y con la mía en sus manos. —Si se acaba el descanso y no estás ahí, dejo tu mochila abandonada porque no quiero cargar demás.

—¡Tobías! Es solo un momento, para tomar un par de fotos.

—¿Un par? Estamos hablando de las chicas más vanidosas de la clase, ¿crees que se van a conformar con una foto cada una?

—Solo sostén mi mochila, por favor. —Seguí caminando y Toby detrás de mí.

Noté que Julián seguía a Toby y tuve que preguntar. —¿Por qué Julián te está siguiendo?

—No lo sé, se me ha pegado como una garrapata desde que le dije que su sueta estaba cool y no puedo decirle que deje de acosarme.

Julián no tiene muchos amigos, es uno de esos chicos que no hablan con mucha gente y que su madre sobreprotege porque cuando tenían cuatro años les daba gripe una vez a la semana.

Después de unas cuantas fotos en diferentes lugares y posiciones, Tori se adentraba cada vez más en el camino y Julieta la seguía. Ibamos por la izquierda y luego la derecha y luego no lo sé. Sentía que nos estábamos alejando mucho del grupo.

—Chicas, mejor no sigamos, estamos muy lejos —sugerí.

—Solo una foto más y ya —dijo Julieta.

Me distraje en mis pensamientos, pensaba en que dentro de poco tiempo se acabaría el colegio y mi adolescencia con eso. Ya no tendría este tipo de aventuras porque debería convertime en una adulta responsable.

Cuando volví a la realidad, no tenía idea de donde estaba, porque seguía a las chicas por inercia y mi hermano solo se quejaba de lo mucho que pesaba mi mochila. Pero no era la única desubicada.

Tomé el último par de fotos y Tori dijo—: Mierda. ¿Dónde estamos?

—Estoy seguro de que este es el camino —dijo Julián.

Confiados en él, lo seguimos y lo que encontramos fue a Franco y Clarisa discutiendo. Momento incómodo.

—Sinceramente, era cierto lo que dije cuando estaba ebrio, y lo lamento mucho, pero te haría más daño si te mintiera —dijo Franco.

—¿Cómo fue posible que me dejaras de amar así de pronto después de siete meses de relación? —preguntó Clarisa. Todos nos volvimos a ver y Julián tropezó con una rama, cayó y se hirió la rodilla.

—¿Quién está ahí? —dijo Franco. Qué cliché.

Todos se callaron.

—Lo siento, no queríamos escuchar su conversación, pero estábamos tratando de volver con el grupo y nos hemos topado con ustedes —dijo Julieta mientras salió de entre los árboles—. ¿Tienen idea de cómo volver?

—No —respondió Clarisa cortante—. Dijiste «nos» ¿quién más está ahí?

Salimos todos. No fui muy bien recibida por la mirada de Clarisa, no entendía porque esta chica me empezó a odiar de pronto.

Franco se acercó sonriendo y nos analizó. —Vaya, vaya. Victoria, Julián, Tobías, Julieta y Julia perdidos.

—Mala suerte ¿no? —dijo Toby.

Franco levantó sus cejas como respuesta, se acercó a mí y me susurró—: ¿Te falló la memoria para recordar el camino?

—Adelante, muéstrame tú el camino de vuelta —respondí. Él se alejó y la sonrisa se borró de su cara.

—¿Alguien se dio cuenta de que estamos perdidos? —comentó Julián. Todos le dimos una mirada asesina.

No podía ser posible que tuviera que convivir tan de cerca con él hasta encontrar el camino de vuelta.

¿Cómo encontraríamos el camino de vuelta? No lo sé. Suena a algo muy fácil con la tecnología de hoy en día, pero no lo es si eres un adolescente irresponsable que utilizó el celular anoche y olvidó cargar su batería, como cuatro de nosotros. Los tres restantes eramos Julián, Tobías y yo. Julián no estaba autorizado para tener un teléfono porque aún es menor de edad y Toby y yo no acostumbramos a llevar nuestros teléfonos celulares a todas partes. Además del hecho de que la señal apesta.

Es como si el destino nos hubiera puesto aquí y dentro de unos segundos vamos a jugar Jumanji o algo así. Pero simplemente es una casualidad.

Todos nos quedamos de pie sin hacer nada por un momento, como si cada uno se estuviera planteando una solución para salir de aquí, pero tampoco es tan grave, no estamos en la selva del Amazonas.

Teníamos dos caminos diferentes, luego esos caminos se dividían en otros dos y así sucesivamente.

—¡Oh por Dios! —gritó Tori.

—¿Qué? —preguntó Toby.

—¡Tengo señal!

—¡Llama al 911! —sugirió Julián.

—Victoria, esto no es una emergencia, no se te ocurra llamar al 911 —le dije.

—Llama a algún conocido, conoces a todos los que están allá —mencionó Franco.



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En el texto hay: confusion, amor-odio, rivalidad

Editado: 25.04.2021

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