«Intercambio»
El admitir estar atraída por Franco se había convertido en una preocupación más. Había desordenado todo y eso me frustraba.
Una voz en mi mente decía «Acéptalo», pero otra voz gritaba «¡Es imposible!». Mi cerebro estaba en una guerra civil.
Era el primer día de clases después de vacaciones de medio año y me encontraba en la cafetería desayunando con mis amigos.
Durante el desayuno, Franco se sentó en una mesa frente a mí. Yo jugaba con la cadena que siempre rodea mi cuello mientras lo veía riendo con sus amigos y a la vez acomodaba sus lentes. A veces Camila tapaba mi vista, pero claro que no dije nada. Apartaba mi mirada de vez en cuando para no ser tan obvia, definitivamente no estaba acostumbrada a esto, pero después de haber visto a Franco en la fiesta de su padre y admitir que sí me atrae era muy difícil no verlo.
—¿Cierto Julia? —dijo Tori. No sabía de qué hablaba.
—¿Qué?
—Que te van a asignar al intercambio para que lo guíes por el colegio.
—Ah, cierto. El director lo comentó antes de las vacaciones.
—¿Ya sabes quién es? —preguntó Emiliano.
—No, ni siquiera sé si es chico o chica.
En mi colegio recibían intercambios después de las vacaciones de medio año, el director me había dicho que este año yo sería guía, no me disgustaba la idea, pero tampoco me emocionaba.
—¿Recuerdan el intercambio del año pasado? —dijo Camila.
—Sí, que desastre —comentó Tori—. El famoso Federico.
Federico fue el intercambio pasado que decidió no quedarse en el colegio, por suerte. Él no era exactamente amable, además, se le vio con siete chicas diferentes en cuatro meses y medio.
Mientras recordábamos a Federico, sonó la campana avisando que era hora de volver a clases. Caminamos hasta la clase de inglés y tomamos nuestros asientos de siempre.
Habían pasado diecisiete segundos después de sentarnos cuando el director entró a la clase, todos nos pusimos de pie en señal de respeto. Al Sr. Fuentes le seguía una chica caucásica, con una mirada tierna y una pequeña sonrisa que la hacía ver muy amable y callada.
—Buenos días, estudiantes —comenzó el director—, ella es su nueva compañera de intercambio, pero voy a dejar que ella misma se presente. Adelante.
—Mi nombre es Caitlyn Edison, vengo de Escocia y me quedaré con ustedes el resto del año.
—Muy bien, señorita Edison. Su guía en estos días será la señorita Montenegro, ¿podría ella levantar la mano, por favor? —pidió el director. Levanté mi mano—. Allá está, señor Santamaría, ¿le podría brindar su asiento a la señorita?
Caitlyn se sentó junto a mí, ocupando el lugar de Emiliano.
—Bienvenida, Caitlyn —dije—. Mi nombre es Julia, y como ya dijo el Sr. Fuentes seré tu guía mientras te adaptas. Cualquier cosa que necesites, estoy para servirte.
—¡Gracias, Julia! ¿Sabes? Me presento formalmente como Caitlyn, pero todo el mundo me dice Lyn, solo mi madre me llama por mi nombre de pila. Además, hablo mucho, espero no te moleste. Desde pequeña he tenido problemas de conducta por no cerrar mi bocota, claro que lo he intentado, pero así nací, ¿sabes? Incluso no paré de hablarle al señor que se sentó junto a mí en el avión, pobre, ni lo dejé dormir, pero es que los viajes me ponen nerviosa y mucho más si estoy sola ¿sabes? —vociferó Caitlyn rápidamente. En serio le gustaba hablar. Su pronunciación en español era perfecta, apesar de que viene de Escocia, pero su acento la delataba.
—Entonces, Lyn, bienvenida al Liceo Central de—
—Time to start, guys —me interrumpió la profesora de inglés. Puso su grabadora en acción para que escucháramos una historia de la que después debíamos responder preguntas oralmente.
La profesora empezó con las preguntas apenas terminó la pista, que duró tres minutos.
Lyn respondió todo perfectamente, incluso armó una conversación con la profesora. Su acento escocés resaltando en cada palabra.
Pensé que Lyn sería otra nerd y me quitaría mi lugar como Dorian se lo quitó a Franco, porque ahora Dorian representa la excelencia académica masculina de la clase, pero Lyn solamente era buena en inglés, me lo demostró más tarde en física y luego en geografía.
—¿Nicolás Copernico? —preguntó Lyn.
—Dijo que el Sol es el centro del universo.
Mordió su bolígrafo. —¿Ese no fue Jonathan Kepler?
—No, él fue el de las Leyes de movimiento de los planetas. Y es Johannes, no Jonathan.
—¿Y Galileo Galilei?
—Bien, Lyn. Vamos a pasar al otro tema y luego vemos lo de los físicos importantes. Empecemos con los ángulos vectoriales.
—¿Sabes? Siempre he visto esa palabra «vector» en mi calculadora, pero no sé qué significa.
Creo que ayudarle a Lyn a ponerse al día va a ser un trabajo muy duro. No es que Lyn sea estúpida, sino que requiere un mayor esfuerzo para aprender, eso es todo, nadie es estúpido. Sin embargo, acababa con mi paciencia, no prestaba atención cuando le explicaba y a cada rato habla y habla y habla.
Apesar de todo, Lyn me cae bien. He deducido que habla bastante, muerde su bolígrafo cuando no entiende de qué le estoy hablando y repite mucho la expresión «¿Sabes?». El día ha sido entretenido con ella y ya he tenido la oportunidad de presentarle a toda la clase, se comportó amable con todos y tuvo muy buena química con Julieta, algún día van a ser mejores amigas.
También tuvo una larga conversación con Tori. Cómo no, si ninguna de las dos para de hablar. Tori le preguntó—: ¿Qué te ha parecido el colegio? Los profesores, la estructura, los chicos. —Levantó sus cejas.
—Me ha gustado mucho, los profesores me han tratado bien, la estructura es bonita y los chicos... Me atraen dos.
—¿Dos? ¡Vaya! Y ¿quiénes son?, si se puede saber.
—El pelirrojo que carga su violín—
—Saúl —Interrumpimos Tori y yo al unísono. Era obvio, todas aman a Saúl.