Rivales, no enamorados

Capítulo 43

«Ya no era solo mi rival»
 


Casi se me sale el corazón, pero traté de no entrar en pánico al escuchar a Franco afirmar que yo soy su novia. Sonreí falsamente mirando a la recepcionista.

—Bien, entonces suban —dijo ella.

Caminé con Franco hasta el ascensor y mientras subíamos al segundo piso pregunté—: ¿Qué carajos, Franco? ¿Por qué le dijiste que soy tu novia?

—Si decía que eras mi hermana o mi prima podía pedir identificaciones para comprobarlo, si decía que eras mi amiga no te dejarían subir. ¿Qué opción me quedaba? Ella dijo que solo personas relacionadas podían subir y ni en sueños podía subir yo solo.

—Buen punto. —Las puertas del ascensor se abrieron y caminamos hasta la sala de espera.

—Y tampoco es algo para que te sientas así de ofendida, Montenegro. Te recuerdo que el sábado nos la pasamos muy bien.

Me sonrojé, aun así comenté—: Es la segunda vez que me lo recuerdas en el día, ¿estás obsesionado con el beso o algo así?

Entrecerró los ojos mirándome. —No estoy obsesionado, pero la verdad estuvo bastante bien.

Sonreí con la cabeza agachada. 
Franco comenzó a reír por lo bajo.

—¿Qué te parece tan gracioso? —cuestioné.

—¿Sí estás consciente de que nos besamos el fin de semana y hablamos de eso como si nada? ¿No te sientes incómoda? —mencionó él.

Lo pensé. Era bastante extraño, esperaba sentir una tensión que se pudiera cortar con cuchillo, pero no. Sí sentía el estómago, el cerebro y el corazón revueltos cuando lo recordaba, sin embargo podía hacer comentarios sarcásticos u odiosos sobre eso sin sentirme incómoda. ¿Qué es esto?

—Por alguna razón no, no me siento incómoda —respondí.

—Entiendo, yo tampoco me siento incómodo. —Franco se me quedó viendo hasta que su teléfono comenzó a vibrar—. Agh mierda, mi padre. ¿Hola? —dijo al teléfono.

La voz grave de Bernardo Villarreal se escuchaba a través del teléfono. —¿Cómo es eso de que tuviste un accidente? ¿Qué estupidez hiciste?

—No hice ninguna estupidez. Por si te interesa, no fue mi culpa

—Estoy camino al hospital.

—¿Camino al hospital? ¿Para qué exactamente?

—Soy tu padre, ¿esperabas que te dejara solo?

—A decir verdad, sí. De todas formas, no estoy solo. —Franco colgó la llamada. Me incomodaba un poco ver a Franco comportándose de esa forma con su padre, era un tanto... malcriado, pero no imagino de qué otra forma podría tratarlo siendo como es. Lo comprobé en carne propia en la fiesta.

No es que antes tuviera a Bernardo en un pedestal, pero su machismo me hizo verlo con otros ojos completamente, ese comportamiento estaba en el top 5 de cosas que detesto: el maltrato animal, el machismo, el desorden, la asimetría y las pantuflas. Malditas pantuflas.

Minutos después de la llamada Bernardo llegó, salió del ascensor abotonando su saco y con cara de desagrado.

—Me dijo la recepcionista que estabas aquí arriba con tu novia —dijo—, ¿qué tal, Julia?

—Hola señor Villarreal.

—No es mi novia, papá. No creas todo lo que dicen.

Bernardo ignoró el comentario de Franco y lo miró de pies a cabeza. —Bien, ¿por qué estás aquí? No te veo nada golpeado.

—¿Acaso crees que mi rodilla del tamaño de un melón sea normal?

—Una simple inflamación.

—Disculpe que me entrometa, señor —dije—, pero podría ser algo mucho más peligroso que una simple inflamación.

Bernardo solo sonrió falsamente y siguió hablando con Franco, o más bien hablando solo, porque su hijo ignoraba la mayoría de cosas que decía y solamente rodaba sus ojos hasta que el doctor apareció y lo llamó.

Él entró al consultorio y yo entré en una crisis existencial. ¿Debería esperarlo? Ya había cumplido mi misión: traerlo al hospital. ¿Debería irme entonces? Sería grosero irme sin decir nada.

¡Agh, carajo! Me quedaré.

Esperé unos quince minutos hasta que Franco salió y me sentí forzada a explicarle inmediatamente por qué me había quedado a esperarlo. —No quería irme sin decir nada, hubiera sido de mala educación.

—Bien —mencionó. Su semblante estaba muy serio.

—¿Y bueno? ¿Qué dijo el doctor?

—El hombro ya está resuelto. Con respecto a la rodilla... Los ligamentos sufrieron mucho, el doctor exigió reposo total por dos semanas, dos malditas semanas sin ir al colegio. Dos putas semanas de atraso en mis estudios. El examen de admisión es en una semana y media.

—Rayos —comenté—, tiene que haber una forma, de seguro lo podrás hacer.

En otros tiempos esa noticia me hubiera sido de gran ayuda porque significaría una competencia menos, pero ahora me sentía angustiada. Claro que quería ganar la beca con toda mi alma, pero de forma justa y correcta, no porque mi rival no pueda hacer el examen. Además, Franco ya no era solo mi rival, también es el chico que me gusta.

—No sé qué creer, Montenegro. Gracias por quedarte, creo que de aquí en adelante puedo seguir con mi niñero —dijo mirando a su padre. Se fue cojeando.

—¡Franco! —lo llamé. Se volteó y levantó sus cejas—. En serio, algo se podrá hacer, ánimo.

—De acuerdo.

Normalmente Franco no era muy expresivo, pero sentía su voz demasiado gélida, supuse que quería estar solo, así que me fui.

Me sentía impotente, me angustiaba mucho que Franco no pudiera hacer el examen, pero no podía chasquear los dedos y sanar su rodilla. A veces sentía que tenía que solucionar los problemas de los demás de una u otra forma.

Recordé que Tori iba a casa de su padre, así que me dirigí hacia allá porque quedaba bastante cerca del hospital. Además, necesitaba despejar un poco la mente o al menos desahogarme con Victoria sobre la impotencia que sentía.

Le escribí un mensaje a mi mejor amiga diciendo que estaba en camino, sin embargo no recibí respuesta, aun así caminé por la acera con miedo de toparme con otro accidente de tránsito. En cuestión de minutos llegué a casa del padre de Tori. Toqué el timbre.



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En el texto hay: confusion, amor-odio, rivalidad

Editado: 25.04.2021

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