El bullicio de la oficina no era nada nuevo para Alex y Carlos. El segundo piso del edificio estaba lleno de actividad, pero ellos no parecían importarles. Ambos se encontraban, como de costumbre, en el escritorio de Taylor, en medio de una conversación que oscilaba entre bromas y charlas más serias.
—Oye, ¿has visto el informe que te enviaron? —preguntó Carlos, mientras se apoyaba en el borde del escritorio de Taylor.
Alex rió, rascándose la nuca con un gesto de falsa inocencia.
—Sí, claro. Lo leí con tanto interés como el manual de instrucciones para una cafetera.
Taylor, que se encontraba sentada en su escritorio, levantó la vista por encima de sus gafas. Su sonrisa era una mezcla de diversión y complicidad.
—Si no lo lees, te quedas sin almuerzo. Ya te lo he dicho —respondió con un tono juguetón. Luego miró a ambos hombres—. Aunque, sinceramente, el café está más cerca de tu rango de interés, ¿no, Alex?
Carlos soltó una risa y se inclinó hacia adelante, cruzando los brazos.
—Ambos lo sabemos. Alex solo está aquí para asegurarse de que no me roben el café —bromeó.
Alex se hizo el ofendido, pero su sonrisa no hacía más que delatarlo.
—Es la única razón por la que no me he puesto un candado en la cafetera. No me fiaría de ti.
Taylor los observaba, entretenida con sus bromas, pero había algo en el aire que no podía ignorar: esa chispa de tensión que siempre se encendía cuando los tres se encontraban en la misma habitación. Sabía que Alex y Carlos eran buenos amigos, pero había algo más en su relación, algo que ninguno de los dos parecía admitir.
Unos pasos interrumpieron su conversación, y los tres levantaron la vista al mismo tiempo.
Manuel, con una pila de libretos en sus manos, entró en la oficina. Sus ojos se posaron en los dos hombres que seguían de pie junto al escritorio de Taylor, aún riendo.
—¿No deberían estar trabajando? —preguntó, fingiendo molestia mientras se dirigía hacia su oficina.
Carlos le lanzó una mirada burlona.
—¿Y tú, Manuel? ¿No tienes algo más importante que hacer que molestar a los demás?
Manuel se detuvo en el umbral de la puerta, sonriendo de manera enigmática.
—Solo vengo a asegurarme de que no estén aquí perdiendo el tiempo. Taylor, ¿algún problema con ellos?
Taylor hizo un gesto de indiferencia y levantó un hombro.
—No se preocupen. Ellos siempre están aquí, compitiendo entre sí, pero es mejor que tengan algo de descanso.
Manuel asintió y, sin más, se dirigió a su oficina mientras los dos amigos volvían a sus lugares, aunque algo en sus miradas seguía sugiriendo que, aunque la conversación era ligera, había mucho más debajo de la superficie.
Alex regresó a su oficina, sin dejar de lanzar una última mirada a Taylor. Carlos hizo lo mismo, pero con una sonrisa algo más calculadora.
Alex y Carlos regresaron a sus oficinas después de su breve descanso en el escritorio de Taylor. A pesar de su actitud relajada, el trabajo en el edificio no era poca cosa. Ambos tenían responsabilidades importantes, pero aún así, encontraban momentos para escaparse y compartir un rato con ella.
Taylor, por su parte, continuó con su labor administrativa, revisando documentos y respondiendo correos. Su presencia en la oficina era clave para que todo fluyera de manera eficiente, y aunque disfrutaba de la compañía de Alex y Carlos, sabía que no podía distraerse demasiado.
Mientras tanto, en su oficina, Carlos revisaba algunos informes cuando su teléfono vibró. Era un mensaje de Alex:
"¿Cuánto tiempo crees que pasará antes de que Manuel vuelva a venir a echarnos del escritorio de Taylor?"
Carlos sonrió y respondió rápidamente:
"Apuesto a que menos de dos horas. Es nuestro guardián no oficial."
Alex envió un emoji de risa y dejó el teléfono a un lado.
A pesar de sus constantes bromas y la manera en que compartían su tiempo con Taylor, ninguno de los dos había considerado seriamente la posibilidad de que sus sentimientos por ella se convirtieran en un problema. Para ellos, todo seguía siendo parte de la rutina, una amistad que se disfrutaba sin complicaciones.
Por ahora.
Mientras Alex dejaba el teléfono sobre su escritorio, se acomodó en su silla y estiró los brazos. La jornada laboral aún no terminaba, pero su mente seguía dando vueltas a la conversación con Taylor y Carlos. Siempre disfrutaba esos momentos, aunque a veces sentía que Carlos exageraba con sus bromas.
En la oficina de al lado, Carlos tamborileaba los dedos sobre el escritorio, sin poder evitar que una leve sonrisa se formara en su rostro. Sabía que Alex le respondería con otra broma, como siempre. Su amistad se basaba en ese tipo de interacciones, pero en el fondo, Carlos empezaba a notar que Taylor era el centro de su atención más de lo que debería.
Minutos después, Manuel salió de su oficina con unos documentos en la mano y se dirigió directamente al escritorio de Taylor.
—¿Necesitas que te ayude con esos informes? —preguntó con un tono amable.
Taylor levantó la mirada y sonrió.
—Si no es molestia, sí. Hay algunos que deben ser revisados antes de la tarde.
Manuel asintió y se sentó frente a ella. Desde lejos, Alex y Carlos observaron la escena con atención, cada uno en su respectiva oficina.
Carlos chasqueó la lengua y murmuró para sí mismo:
—Manuel siempre tiene tiempo para ayudarla, ¿eh?
Alex, en su oficina, pensaba algo similar, pero en lugar de decirlo en voz alta, solo se limitó a mirar la escena por unos segundos antes de volver a sus documentos.
La tarde transcurrió entre llamadas, reuniones y correos electrónicos. Poco antes de terminar la jornada, Alex y Carlos coincidieron en el pasillo camino al área de descanso.
—Entonces, ¿te convenció tu informe de la cafetera o todavía necesitas una segunda lectura? —preguntó Carlos con una sonrisa burlona.
Alex rodó los ojos y negó con la cabeza.