El aroma del café recién hecho llenaba la pequeña sala de descanso mientras Alex, Carlos y Taylor se sentaban alrededor de una mesa. La jornada estaba por terminar, y el ambiente en la oficina se volvía un poco más relajado.
Carlos dio un sorbo a su taza y suspiró.
—Nada como un café para cerrar el día —dijo, recostándose en la silla con una expresión satisfecha.
—Más bien, nada como un café para no quedarnos dormidos en el escritorio —bromeó Taylor, removiendo su bebida.
Alex sonrió.
—Habla por ti. Yo podría dormir de pie si me lo propongo.
Antes de que alguien pudiera responder, la puerta se abrió y Manuel entró con su propio café en mano. Se acercó a la mesa y, sin pedir permiso, tomó asiento junto a ellos.
—Miren nada más, los tres aquí relajados —comentó con una sonrisa—. Se nota que trabajaron duro hoy.
Carlos lo miró con fingida sospecha.
—¿Y tú no tienes otra cosa que hacer? Hoy te vi en el escritorio de Taylor, seguro buscando excusas para no trabajar.
Taylor soltó una leve risa mientras Manuel arqueaba una ceja.
—Oye, oye, que yo ya terminé todos mis pendientes. A diferencia de algunos, me gusta estar al día con el trabajo.
—Sí, claro —respondió Carlos, rodando los ojos—. Seguro solo pasaste por ahí para ofrecer tu ayuda, ¿no?
—Exacto —afirmó Manuel con una sonrisa—. Taylor puede confirmar que fui de gran ayuda.
Taylor asintió, divertida con la conversación.
—Eso es cierto. Gracias a Manuel pude terminar todo más rápido.
Carlos chasqueó la lengua y Alex, que había estado escuchando en silencio, solo sonrió. Sabía que Carlos siempre tenía algún comentario sarcástico listo, sobre todo cuando se trataba de Manuel.
—Qué suerte la tuya, Manuel —dijo Alex, bebiendo un sorbo de café—. Ojalá todos pudiéramos tener tanto tiempo libre como tú.
—Llámalo eficiencia —replicó Manuel, encogiéndose de hombros—. Pero bueno, si necesitan que les enseñe a organizarse, solo díganmelo.
Carlos soltó una leve risa, negando con la cabeza.
—Sí, claro, lo tendré en cuenta.
Carlos apoyó los codos en la mesa y cambió de tema.
—Bueno, dejando eso de lado, ¿qué planes tienen para el fin de semana?
—Nada especial —respondió Taylor, moviendo la cuchara en su café—. Tal vez salir a caminar o ver una película en casa.
—¿Caminar? —intervino Alex—. Hay un parque cerca de aquí que es perfecto para eso. Yo suelo ir los domingos por la mañana.
—¿Tú? ¿Caminando? —bromeó Carlos—. Siempre pensé que solo entrenabas en el gimnasio.
—Hago ambas cosas, hermano —respondió Alex con una sonrisa confiada—. Me gusta mantenerme activo.
—Entonces no soy el único —Carlos se estiró en su asiento—. Yo estaba pensando en ir al gimnasio el sábado en la mañana. Nada como empezar el fin de semana con un buen entrenamiento.
—Eso suena bien —dijo Taylor con interés—. Me gustaría entrenar alguna vez con ustedes, aunque dudo aguantar su ritmo.
Alex y Carlos se miraron de reojo, casi como si hubieran recibido un reto.
—Podríamos organizar algo —dijo Alex—. Tal vez un entrenamiento ligero.
—O podríamos hacer un pequeño reto —añadió Carlos con una sonrisa desafiante—. Para ver quién la ayuda a mejorar más rápido.
—¿Ahora quieren convertir esto en una competencia? —preguntó Taylor, divertida.
—No, para nada —respondió Alex con calma—. Solo sería una manera de motivarnos.
Manuel, que observaba la escena con una sonrisa, se cruzó de brazos.
—No sé ustedes, pero esto ya me suena a una competencia disfrazada.
Los tres rieron, aunque en el fondo, la idea ya estaba sembrada.
Después de la charla en la sala de descanso, cada uno regresó a sus respectivas oficinas. Alex se dejó caer en su silla, con los brazos cruzados detrás de la cabeza, mirando el techo por unos segundos.
—Competencia disfrazada, ¿eh? —murmuró con una leve sonrisa.
No podía negar que la idea le había parecido interesante. Siempre había disfrutado los desafíos, y si Taylor realmente quería entrenar, ¿por qué no ayudarla? Pero entonces recordó la mirada de Carlos, esa chispa competitiva que había notado cuando ambos se ofrecieron a entrenarla.
Por otro lado, Carlos tamborileaba los dedos en el escritorio, repasando la conversación en su mente. En un principio, todo había sido una broma, pero ahora empezaba a verlo diferente. No era solo un entrenamiento. No cuando Taylor estaba en el centro de todo.
—¿Qué tan en serio se lo habrá tomado Alex? —se preguntó en voz baja.
No podía evitarlo. Entre ellos siempre había existido cierta rivalidad, pero hasta ahora nunca había sido por algo así. Tal vez era una tontería pensarlo demasiado… pero no podía ignorar la sensación de que esto apenas comenzaba.
Por ahora, ninguno de los dos le dio más vueltas al asunto. Al fin y al cabo, seguían siendo amigos. Pero sin darse cuenta, el juego ya estaba en marcha.
Alex seguía recostado en su silla, con la mirada fija en el techo, repasando en su mente la conversación de la sala de descanso. Sin darse cuenta, dejó escapar un leve suspiro, hasta que el sonido de la puerta abriéndose lo sacó de sus pensamientos.
—¿Interrumpo algo? —preguntó Manuel con su tono relajado de siempre.
Alex se enderezó de inmediato y apoyó los codos en el escritorio, fingiendo que estaba revisando unos documentos.
—Nah, solo estaba… descansando un poco la vista.
Manuel alzó una ceja, pero no insistió.
—Vine a recoger los papeles que necesita Taylor. ¿Ya los terminaste?
Alex asintió y tomó el expediente de la esquina de su escritorio, extendiéndoselo a Manuel. Sin embargo, el movimiento fue un poco brusco, como si algo le molestara. Manuel lo notó de inmediato.
—¿Estás bien?
Alex dudó por un segundo, pero luego esbozó una sonrisa rápida.
—Sí, solo mucho trabajo.
Manuel no estaba del todo convencido, pero tampoco quiso presionar.