Robin Hood: El Cazador

Ú N I C O

Nottingham, 1170

– Queridos hermanos, estamos aquí para que Dios garantice con su gracia vuestra voluntad de contraer matrimonio ante la Iglesia. Cristo bendice copiosamente vuestro amor...

Un grito escalofriante acapara la atención de los presentes en la capilla, el hombre con traje pluvial detiene abruptamente su lectura buscando la razón de la intranquilidad en la estancia.

Una joven de cabellos dorados y rasgos delicados es la causante, logró abrir las viejas puertas de madera para introducirse con pasos tambaleantes, su presencia atemoriza a hombres, mujeres y niños.

Pero lo verdaderamente alarmante era los grandes chorros de sangre que recorrían su ahora rasgado cuello. El novio rápidamente coge del brazo a su amada hasta ubicarla detrás suyo, estaba asustado, no lo podía negar, pero daría su vida solo por protegerla.

Los hombres hacen lo mismo con sus respectivas mujeres y niños, los más jóvenes buscan desesperadamente tratar de impedir la tragedia que se avecina.

Un hombre bigotudo y robusto envían a un chiquillo a por los campesinos ubicados en el interior de la edificación, estos no tardan en llegar con lanzas y palas.

La jovencita se desploma sobre el pequeño charco que formo su sangre, su pequeño cuerpo no tarda en empezar a temblar soltando una sustancia blanquecina por su boca, lamentablemente, uno de los síntomas principales de la terrible enfermedad que asolaba el norte de Inglaterra y rápidamente fue propagándose hasta llegar a Nottingham.

Por un momento deja de convulsionar, pero la pronta hinchazón de sus venas y ver como el color rojo vino va tomando intensidad en ellas hace que por sus mentes se cruce un solo pensamiento: sus minutos con vida están contados.

– ¿Qué esperan? Mátenla antes de que despierte – dos de los cinco campesinos se acercan sigilosamente hasta el cuerpo tendido de la chica, con su lanza le da un pinchazo, al no obtener reacción alguna con ayuda de su compañero la levanta del suelo, su cabeza queda guindando junto con sus rubios cabellos teñidos del rojo de su sangre.

Un gruñido ronco y profundo provoca un eco en la pequeña capilla, levanta su mirada abruptamente y los campesinos no dudan en atacar, se separan de ella apuntándola con sus armas, sin embargo, es demasiado tarde.

Como si estuviera poseída, la joven empieza a gruñir y a atacarlos.

El padre, atemorizado, se dirige hacia la chica con biblia en una mano y una pequeña cruz en la otra, se planta frente a ella y empieza a recitar una oración en latín.

Sin dar resultado, la chica da una mordida al cuello del hombre causando gritos de terror. Antes de ponerse el sol, aquel lugar considerado como sagrado, se bañó en sangre.

La novia que eran consolada por su amado debajo de una imagen recién hecha fue sorprendida por una mordida en su nuca tinturando su vestido de flores en un rojo vivo, el resto de los infectados no tardan en unirse al festín mordiendo al novio. La sangre salpico en el rostro de la imagen divina.

Sin querer, esas extrañas criaturas crearon una tétrica escena bañada de sangre y lamentos.

Un último suspiro fue soltado antes de escuchar el latigazo de una flecha ser lanzada antes de atravesar el cuerpo de uno de los campesinos.

Sobre una gruesa rama del enorme árbol al lado de la capilla, un joven de cabellos castaños y rizados, apuntaba hacia la causante de tal masacre, si bien no pudo matar a todos los seres irrazonables, logró dar con la mayoría.

Bajó rápidamente de las ramas del árbol hasta aterrizar levantando una pequeña masa de polvo alrededor de sus pies.

Cubrió su cabeza con la capucha de su vestimenta y se escabulló por la espesura del bosque.

******

Corte del rey Eduard II

– Mi Señor, nos notificaron unos ataques en el condado de Gloucestershire.

Alto e imponente, el rey, que se hallaba sentado en el trono aterciopelado, escuchó atentamente a su vasallo.

– ¿Qué tipo de ataques? ¿Causado por quiénes?

– La muchedumbre la describe como ataques hecho por personas que se comportan igual a animales salvajes.

El rey observo consternado y confundido al pequeño hombrecillo. Se suponía que como rey tendría controlada esa devastadora enfermedad que se dio entre la frontera de Escocia e Inglaterra, sin embargo, poco a poco se ha ido expandiendo y cada vez estaba más cerca de Gloucestershire.

– Señoría, Señoría.... – un hombre al traje y bien vestido llega casi corriendo, dos de los guardias, ubicados a ambos lados del rey, no le permiten seguir avanzando hasta las escaleras de mármol que da hacia el monarca.

– Su majestad – hace una reverencia – hemos recibido reportes cerca del condado de Nottingham.

El rey observa al hombre que ingresó hace tan solo segundos, sabía que eso no era buena noticia, tan solo era cuestión de días para que esos monstruos llegaran al palacio – Fitzroy, comunícale al príncipe John ir inmediatamente al condado de Nottingham con la misión de recoger reportes acerca de lo que ocurre, que dos escuadras lo acompañen. Si es lo que estamos pensando, que se encarguen de extinguirlos, o en todo caso, retrasar la infección. Gloucestershire debe preparase para la llegada de esas bestias.

******

Tal y como el rey lo ordenó, esa misma tarde el príncipe Juan se dirigió hacia Nottingham a caballo, había dejado a la escuadra unos metros detrás cuidando sigilosamente los alrededores para no toparse con algún infectado. A mitad del bosque y siendo alumbrado por una antorcha, su corcel relincha de manera inquietante hasta alzarse a dos patas.

Con una orden logra calmar a su caballo piensa en continuar su camino, sin embargo, un viento feroz logra apagar la flameante llama que le permitía ver por el camino.

– ¿Cómo se encuentra príncipe? – una mujer de tez canela y cabello castaño se acerca al chico




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