Rodando hacia tu corazón | Hacia algún lugar #1

Prólogo: Se vende

Irene

Recuerdo que era viernes y estaba anocheciendo. Oreo —mi pequeño samoyedo— y yo volvíamos del rutinario paseo de tarde por las montañas de Gramedo, mi pueblo en la montaña Palentina.

A cargo llevaba a todo un rebaño de ovejas y el sol se estaba poniendo, había que llegar pronto y cobrar la paga que me ofrecen algunos de mis vecinos por salir a pastar con sus animales y asegurar que todos los animales estuvieran seguros antes de que se hiciera completamente de noche.

Esa pequeña ayuda monetaria me viene siempre de perlas para comprar alguna cosa que necesite, mis caprichos. A veces una sudadera que me quede algo holgada, un abrigo calentito para el invierno cuando nieva o una mochila para llevar a clase cuando se me desgaste demasiado la actual y ya se caigan los libros.

Al terminar de cerrar al ganado del señor Fernando en las cuadras de su jardín —como hago siempre a cambio de unas pocas monedas o productos frescos—, volvía a casa por una de las dos calles de las que dispone mi pueblo. Pero al girar la última curva —justo antes de llegar a mi hogar— me di cuenta de que algo inusual y sospechoso estaba pasando en la casa de enfrente a la mía.

Para entenderlo tengo que hablaros de alguien. Mi mejor amiga y vecina.

O mejor dicho, ex-mejor amiga y ex-vecina.

Hace unos meses el padre de Laura González, mi mejor amiga, fue contratado por una empresa y tuvo que trasladarse a Madrid a trabajar dejando el pueblo. Según Laura, mi ex-vecina, él se mudaría pero ella y su hermana se iban a quedar con la madre a vivir aquí en Gramedo en la casa en la que solían vivir los cuatro.

Todo bien, razonable y realmente muy creíble, ¿por qué tendría que ser una mentira?

Pues fue justo así.

Caí.

Me mintió.

Hace semanas me dijo que su madre iba a coger unas vacaciones e irían a ver a su padre y a hacer turismo por la capital porque así conocerían cada lugar de los que su padre les hablaba.

Me lo creí también.

Y ese viernes me decepcionaba.

Habíamos hecho una promesa, las dos nos íbamos a quedar en Gramedo, nuestro pueblo, el lugar donde nacimos. Prometió que entre las dos —con algún que otro milagro— conseguiríamos repoblarlo y viviríamos en él toda la vida.

Pero frente a mis ojos —y el de algunos vecinos cotillas que asomaban el ojo desde las ventas de sus casas— un señor trajeado salió de una furgoneta recién aparcada y colocó lo que por aquí ya es tendencia.

Una estaca en la cuneta cerca de la puerta de la casa de los González.

Se vende.

El cartel al que más temíamos estaba en otra de nuestras casas.

Y ahora me dolía más.

Se había ido cuando dijo que no lo haría, me mintió y me dejó sola.

Me acababa de quedar sola con la única compañía juvenil de Oreo en este anciano pueblo a punto de fallecer.

¿Qué iba a ser de mí? O del pueblo en general, y por supuesto ¿cómo iba yo a poder salvar todas aquellas casitas que en un momento habían sido preciosas de los elevados precios de venta que tenían y de su pésimo estado?

No quedaba mucho para que aquellas seis fachadas cayeran por descuido pero igual podía haber algún milagro, ¿no?

Bienvenidos a "Hacia algún lugar" y en especial a "Rodando hacia tu corazón".

Gracias por leerme.

Publicado por primera vez en booknet: 28/08/2024

Insta: ereavergara.writer




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