Rodando hacia tu corazón | Hacia algún lugar #1

Capítulo 9: Gorilas y Oompa Loompas

Daan, unas horas antes

—Hijo, ¿se puede? —reconozco la voz de mi madre al otro lado de la puerta y me quito los cascos para decirle que sí, que puede pasar.

—Hijo... —la voz de mamá parece seria, eso me tensa inmediatamente, ¿Alguien habrá muerto?—. Tus tíos y tus abuelos quieren venir a visitarnos y a conocer la casa —Oh, no. Ya sé por dónde va esto. No—. El jueves vendrán a casa y tu padre y yo esperábamos que tú vinieses y participases en la reunión.

Mamá espera que diga algo, pero la verdad es que no tengo nada que decir. Estoy en contra de relacionarme con ellos pero por supuesto mis padres tienen todo el derecho a ver a su familia.

—Hace mucho que no nos juntamos todos y queríamos vernos. ¡Tus primos ya son mayores seguro que se comportan!

Eso no es mentira. Hace años que no veo a mis familiares, pero no es por casualidad o por error. Es porque yo no lo quiero. No quiero tener que soportar sus burlas, miradas y risas sobre mí. Y me da igual que ya sean "maduros".

—Mamá no sé qué decirte. —me sincero mientras ella toma asiento a mi lado—. Me has pillado en otra cosa y no me lo esperaba para nada. Me encantaría pero... no puedo.

—Entiendo. —veo sus ojos perder brillo y se aleja un poco de mí.

Me duele, yo la quiero demasiado.

—Claro que pueden venir, pero yo no saldré de mi cuarto y eso significa que espero que ellos no entren en mi cuarto tampoco —asiente, supongo que no es una sorpresa.

—Vale hijo, entiendo —me besa en la frente y se queda un rato a mi lado—. ¿No te parece aburrido? —la miro y veo cómo observa al videojuego de la pantalla—. Llevas horas jugando y no parece que vayas a hacer otra cosa, sal de casa, ve a ver el pueblo. Ahora mismo el cielo está despejado y las calles también, seguro que Irene no tiene problema en ser tu guía turística. —en su voz intenta que todo suene estupendo, la verdad es que lo consigue pero no sé, no creo que sea bueno salir de casa ahora. Justo en este momento—. O si no sal al jardín y despéjate un poco ya han pasado días desde que respiraste aire puro por última vez.

—No sé. Igual Irene no quiere.

—¡Claro que querrá! Ella tampoco tiene aquí a nadie más con el que pasar el rato, seguro que quiere salir.

—Pero yo n-no...

—Hijo, empecemos de nuevo, ¿sí? —mamá me sonríe y aparta mi pelo hacia atrás despeinándome.

—¡Mamá! —me quejo mientras ella ríe y sale de mi habitación.

—Vamos, ¡muévete! —me anima—. ¿Quieres que te acompañe yo?

—Si Irene no está disponible sí, sino ya saldremos otro día con papá —asiente con los ojos llorosos de la emoción y me deja espacio para mí solo yéndose—.

Irene, jueves. Día de la cena.

—¡Víctor no tengo nada!

Estoy desesperada, apenas queda una hora para tener que ir a casa de Daan a comer y literalmente no tengo NADA para ponerme. Va a venir su familia y parecen todos muy elegantes, tengo que ir acorde pero es que no hay nada en mi armario que sea decente.

Víctor ha venido a pasar la tarde —porque hoy fue el último día de clases del año y además quería ayudarme a elegir la ropa—, en cuanto le conté que tendría una cena navideña en la casa del "chico buenorro que tiende altas capacidades de no sentirla" no pudo evitar venir a cotillear y a elegir mi outfit conmigo.

La situación actual es que todo mi armario está por el suelo de mi cuarto y lo único que me puedo poner de todo lo que tengo son bragas, un sujetador y calcetines.

Nada elegante.

Nunca pensé que tendría un momento así y ahora me entran las prisas por ir decente a última hora.

—Tía, tranquila —me calma mi amigo por octava vez en dos minutos—. Seguro que entre todos estos trapos encontramos algo, no te preocupes tanto. —busca y rebusca entre mis pantalones, camisas y vestidos pero es que no hay nada suficientemente elegante para la ocasión, ya no es una broma me estoy poniendo histérica.

En el momento justo, cuando iban a empezar a caerme las lágrimas del estrés, tocan la puerta y mi abuela entra.

—Niña te traigo esto. —en sus manos se encuentra un vestido negro, elegante y con un lazo blanco en la parte superior.

No será de donde creo que es, ¿verdad?

—¡Oh, perfecto! —exclama Víctor feliz—. Irene, creo que ya es hora de que me marche, se me va a ir el autobús pero no lo dudes, es este. —coloca la tela sobre su cuerpo imaginando como me quedaría a mí. —Suerte.

Con poco margen de tiempo Víctor se va de casa y se lleva a Mortadelo con él. Oreo está muy pegado a el gato por lo que separarlos se nos complica un poco.

—Es muy bonito. —me entristezco mientras miro a mi abuela—. ¿Era de mamá? —la abuela asiente y ambas nos ponemos más sensibles—. Es precioso.

—Lo es. Ella siempre lo fue. —deja la tela sobre mis brazos—. Ahora es tuyo. Estuve esperando para esto pero, ya es hora de que pasemos página. —nos sonreímos aunque ambas tenemos un león en el estómago desgarrándonos el estómago—. No sé si te gusta este, podemos bajar a su cuarto y mirar en el armario otra prenda. Hay cosas preciosas.

—¡Qué va!, este es perfecto. ¿Me entrará? —Nana sale de mi cuarto y me deja cambiarme sola. Al rato vuelve mientras me estoy mirando al espejo y no puedo evitar soltar una lagrima al ver que ella ya parece un grifo en su máxima potencia—. ¿Me queda bien?

—Te queda precioso, tienes un tipazo como tu madre. Se nota que va en la sangre. —me ayuda a cerrar la cremallera y yo aparto mi cabello para facilitar su trabajo. —Casi te es hora, ven que te peino.

Me pone un lazo blanco en una preciosa coleta combinándolo con el vestido y termina de perfeccionar el adorno.

—Me acuerdo de cuando me peinabas para ir al colegio.

—Siempre te quejabas por los tirones. —Ambas sonreímos recordando aquellos momentos mañaneros.

—Cuando el abuelo te reñía porque me estabas haciendo daño con ese peine.

—Era un exagerado. —se justifica—. Pero también era un buen hombre y tú encontrarás a alguien como él, estoy segura —me sonríe de nuevo y sonrío de vuelta al reflejo que me da el espejo del baño. Termina de fijar la coleta en su sitio y me suelta—. Ala, ya estás. Abrígate y vuelve pronto. —Se acerca a despedirme a la puerta y yo cojo una chaqueta larga para cubrirme hasta la casa de enfrente.




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