Rodando hacia tu corazón | Hacia algún lugar #1

Capítulo 10: Regreso al agua y salida a la nieve

Daan

—Lo siento —escucho la voz de mamá.

Ya hace un rato que apagué la luz y llevo desde ese momento intentando conciliar el sueño pero no lo he conseguido todavía.

Dos o tres horas después de ir a casa de Irene por primera vez mamá vino a buscarme preocupada, aseguró que había hablado con los tíos y los primos y que los había mandado a la ciudad cercana a hospedarse en un hotel. En casa tenemos cuatro o incluso cinco —si cuentas la reservada para Lidia— habitaciones para invitados, todos entran y estaba previsto que se quedaran hoy a dormir pero los acontecimientos cambiaron por la revuelta de la cena.

Dejé a Irene descansar de una vez —porque la verdad es que ya me estaba sintiendo una carga— cuando mamá me pidió volver a casa y me despedí de su perro peludo para ir junto a mi madre. Necesitaba descansar, después del día de hoy iban a ser necesarios tres días de recuperación tanto física como mental.

—Hijo, me dejas un hueco. —se acerca mamá hasta la cama y con torpeza me separo un poco del centro para dejar un espacio para que ella se tumbe—. Siento mucho lo que pasó hoy. Irene y tú sufristeis insultos innecesarios y no hice nada para frenarlos, perdón. —me giro para quedar frente a frente y le doy un abrazo como mejor puedo.

—No pasa nada, sabía que iba a pasar y aún así me presenté. —seguimos acurrucados como solíamos hacer cuando era pequeño.

Esos momentos habían sido los mejores y al parecer estaban de vuelta. Eso es bueno, hace feliz a mi niño interior. Es algo recuperado después de mi giro de ciento ochenta grados en la vida.

Esto no estaría pasando si no hubiera quedado parapléjico después de buscarlo yo mismo por hacerme el guai. Probablemente si esa noche no llevase puesto el cinturón, ahora —de alguna manera que no quiero descubrir— ya estaría metido en un ataúd. Estoy seguro de ello.

—¿Qué tal en la empresa?— llevamos pocos días aquí y no hemos tenido la oportunidad de sentarnos a hablar los tres de lo importante, el traslado y sus consecuencias.

—Todo va bien. Tu padre y yo tenemos mucho trabajo. En un futuro no muy lejano deberías plantearte ir a hacer alguna tarea a la oficina, así aprendes de nosotros antes de que heredes y nos jubilemos.

Mi padre es el jefe de una empresa de arquitectura heredada de mi abuelo. Fue fundada por él en los Países Bajos, lugar del que soy.

Allí, mi padre conoció a mi madre cuando trabajaba en el departamento de Recursos Humanos, ahora es la jefa de la misma sección.

En unos años me va a tocar a mí dirigirla y el gran problema es que no he estudiado nada relacionado ni con la construcción, ni con la administración o gestión de una empresa.

—Mañana no voy a ir a la sucursal, trabajaré desde casa. ¿Te apetece salir a dar un paseo los dos juntos? —mamá muestra una sonrisa de emoción y a esas sonrisas es imposible negarse por lo que acepto—. Pues mañana después de que venga Lidia saldremos juntos a pasear. —Me da un pequeño beso en la mejilla y sale de mi cama para salir del cuarto y dejarme dormir.

Esta noche consigo no tener pesadillas.

Desde la primera noche que pasé en el hospital, cuando dejé de sentir mis piernas, he tenido pesadillas con el momento exacto del accidente. Mi mente consigue que vea a cámara lenta el momento que realmente no puedo recordar y se repite hasta que me despierto todo sudado.

Hoy no sucede y consigo dormir del tirón.

Me levanto sin necesidad de escuchar el despertador y salgo de la cama sin olvidar desactivarlo, hoy ya no será necesario.

Después de mucho tiempo me levanto con ganas de hacer algo diferente. Justo enfrente de mí, mientras me siento en la silla, me encuentro con mis trofeos, medallas y fotos que inmortalizan mis momentos de victoria en el mundo acuático de la natación.

No me meto en una piscina desde inicios de mi rehabilitación cuando me obligaron a sumergirme para saber flotar de nuevo. Tuve que volver a "aprender" a hacerlo como si tuviera de nuevo dos años y aunque no quería todos parecían estar de acuerdo con ese método de tratamiento.

Tampoco es que funcionara, pero si que de dejó uno de los momentos más humillantes de mi vida, porque la rehabilitación acuática fue en la piscina en la que yo solía entrenar, mientras mis ya excompañeros entrenaban en las calles centrales y mi entrenador —y persona que decía amarme— me ignoraba al ya no ser la estrella en lo alto de la élite.

Mi futuro se marchitó en aquel momento en el que cometí el error de estrellarme. Aunque me lo merecía, con migo se marchitó el sueño de otros dos hombres, mis mejores amigos, y empezó la tormenta para mí familia.

Pero hoy me siento capaz.

Hoy tengo ganas de estrenar la piscina cubierta que mis padres han colocado en la planta inferior de la casa por sí me apetecía volver a lo que más me apasionó en días que ya son lejanos.

Abro el último cajón del armario —ese que dejé de usar hace más de seis años— y agarro un bañador de natación, las gafas, mi gorro y una toalla para después bajar a el único cuatro que después de unos días viviendo en esta casa aún no conozco.

Por el camino me cruzo con Almudena que se sorprende al verme despierto dos horas antes de la hora prevista y rápidamente me pregunta si quiero ya el desayuno. Respondo que no y abro la pesada puerta para entrar en el cuarto de la piscina no sin antes coger aire frío del exterior. No miro atrás pero apuesto a que la chica está sorprendida al verme tocar esta puerta.

De un golpe seco se cierra la puerta y la diferencia térmica me obliga a quitarme el pijama y ponerme el bañador. Coloco el gorro sobre mi pelo y ajusto las gafas con cuidado de no romperlas. En su momento eran las más caras y las más bonitas, ahora las gomas ya están podridas.

No puedo negar que echaba de menos hacer esto, el agua era mi futuro y los recuerdos aún inundan mi mente.

Meto un pie en el agua y eso me recuerda mi situación.




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