Rodando hacia tu corazón | Hacia algún lugar #1

Capítulo 13: Papá Noël

Irene

Ni siquiera los días que apago el despertador puedo dormir tranquila, desde que han llegado los Jansen el pueblo es mucho más activo y algo estresante.

El timbre acaba de sonar y aunque dejo que la persona que timbra se canse sigue y sigue tocando.

Me niego a levantarme, cuando se canse se irá.

—¡Ya voy, ya voy! —va gritando mi abuela mientras escucho como baja las escaleras apurada.

El ruido también ha despertado a Oreo que me da los buenos días con unas pocas lamidas en la cara.

—Feliz Navidad, galletita. —Guau responde Oreo.

—¡Irene, tenemos visita! —vuelve a gritar la abuela esta vez dirigiéndose a mí.

Agarro la bata y unas zapatillas para bajar a ver quién viene a verme en la mañana de navidad. Podría ser alguna vecina, o quizás Víctor aunque no creo, le encanta dormir y quedé en llamarlo más tarde para ver cómo hacemos para quedar un día.

—¡Feliz navidad, Irene! —la madre de Daan, Sofía, me saluda al llegar a la entrada de mi casa.

Sofía carga unas bolsas en las manos que llevan escritos nombres extranjeros, yo que bajé sin tener cuidado de mi apariencia peino un poco mi cabello.

—Esto es lo que ha dejado papá Noel en nuestra casa para ti y esto otro —Señala a un objeto enorme que un señor lleva en una carretilla y espera fuera de la casa porque no entra por lo grande que es—. Es para usted, señora Manuela.

—Podéis abrirlos —dice ella muy emocionada y deja las bolsas cerca de mí. Justo después lleva las manos a la boca para esconder su sonrisa—. ¡Vamos!

Para no hacerle sufrir más —porque me da la impresión de que es capaz de explotar— me agacho a mirar lo que traen estas bolsas.

En poco tiempo consigo deshacer los nudos que vienen bien hechos y me encuentro con una camisa, un pantalón, joyas, una boina, un chaquetón y más prendas de abrigo para el invierno. Todas estas con una calidad increíble.

—Señora Robles —le habla mi abuela mientras yo sigo sin reaccionar—. Realmente no era necesario esto.

—Es mejor que lo devuelva –ofrezco yo.

Esta familia se estaba gastando mucho dinero en mí. Primero el teléfono y ahora estas marcas de lujo porque sí, son de lujo.

—Ahora mismo no lo necesito, ya tengo suficiente ropa, pero gracias. —Empiezo a doblar la ropa y meter las joyas en sus respectivas cajas para devolvérselas.

—No querida, te mereces esto y mucho más, de verdad. Has hecho algo mágico por mi hijo. —Parecía decirlo con total sinceridad sorprendiéndome ¿Podría haberle contado Daan lo que ocurrió?

Me prometió que solo las personas muy necesarias, igual la madre está incluida en ese grupo.

Sí, fijo que lo sabe.

No puedo evitar ponerme roja al caber esa posibilidad.

—No señora, en serio. No lo aceptaré. —consigo dejar las bolsas cerca de ella pero rápidamente las devuelve a mi espacio personal.

—No ha sido ningún gasto importante. De verdad, sé lo que pasó en la cena familiar el otro día. Quédatelas.

Me callo porque la abuela no sabe nada y no pienso decirle lo que opinaron del vestido.

Esa noche, cuando Daan se marchó porque su madre lo vino a buscar, le dije que lo habíamos pasado genial y amaron el vestido, ahora no puede enterarse de lo que dijeron del bonito vestido de mi madre.

Pero por suerte mi nana está demasiado ocupada para estar pendiente de lo que hablamos. Con ayuda de aquel hombre de la carretilla, quita el papel que cubre su regalo con emoción, no recuerdo verla recibir algo a lo largo de estos últimos años. Debe estar muy contenta.

Termina de desenvolver aquel gran paquete y... No.

No, esto no puede ser verdad.

Una caldera

¿Sabéis? De estas que dan calor y buena agua caliente.

Eso sí que nos iba a ser útil para esta época del año en la que solo tenemos la chimenea para no morir congeladas y el agua caliente —con suerte— está templada.

—Muchas gracias Sofía por todo esto —esta vez las emocionadas somos mi abuela y yo.

—Gracias —repite nana— ¿Por qué merecemos nosotras esto?

—Por ser tan buenas personas. Merecéis esto y mucho más, en serio. Señora ha criado a una niña hermosa. —responde Sofía— Ah, tenía otra cosa que deciros. El treinta y uno por la noche, ¿estáis disponibles para cenar en nuestra casa y celebrar juntos el año nuevo?

—Lo siento, es imposible —Se le ve un cambio triste en el rostro a Sofía con las palabras de mi abuela—. Pero están invitados a la fiesta que se hace en la casa de la señora Edelmira para cenar y pasar las campanadas juntos, todo el pueblo. Es tradición.

—No sé si Daan se animará pero intentaremos estar allí —remata. —Bueno pues nos vemos, Papá Noel tiene que repartir regalos en otra casa. —Le despedimos de la mejor manera posible y esperamos a que ella entre en su finca para cerrar la puerta.

Subo corriendo a mí habitación para dejar toda la ropa allí. Pienso en meterla toda en el armario pero me lo pienso mejor y no, realmente era preciosa y mi armario está lleno de humedad, ácaros y medio apolillado. Ahí dentro no puede ir.

Pongo a trabajar a mí cerebro y se me ocurre la idea de dejar todo en sus bolsas y para diferenciarlas poner un post-it que indique lo que hay en el interior.

Y me pongo manos a la obra, siento mu culo en la silla de mi escritorio y voy escribiendo en mis adhesivos con un rotulador cada prenda de ropa. Uno a uno lo voy colocando en su lugar hasta tenerlos todo. Sonrío.

—Terminé, soy la mejor.

La señora Jansen tiene muy buen gusto. Acerco la silla al armario y me subo a ella para colocar las bolsas encima. No guardo todo, ya que un conjunto lo dejo fuera para ponérmelo después. Voy a ir a ver a Daan, porque no me ha contestado a los mensajes que envié para asegurarme de que funciona el teléfono si estamos lejos y puede que no sirva.

Igual está estropeado.

No tengo respuesta a mi "buenas noches" de anoche, ni al "Feliz Navidad" de esta mañana.




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