Irene
—Al final lo dejé.
—¿Pero no dijiste que estaba súper bien?
Con lo mal que me sentía y lo bloqueada que tenía la cabeza está mañana decidí venir hasta la ciudad para alejarme un poco de todo lo que tenga que ver con Daan, Gramedo y por supuesto, Lidia.
Víctor me invitó a venir a el mercado navideño y la verdad es que dar un paseo y despejar la mente me está viniendo de perlas para conseguir mi objetivo.
—¡Es que se pasaba más horas con su amiguito que conmigo! —grita en mitad de la calle, se da cuenta de lo alto que lo dijo porque yo se lo muestro. Entonces baja el volumen para continuar hablando conmigo. —Encima no sé si realmente congeniamos.
—Bueno, algún día encontraremos el amor verdadero. ¡Pero ahora te subes conmigo a la noria! —señalo a la cola que hay frente a la gran atracción.
Ambos pagamos el ticket y después de media hora de espera conseguimos una cabina en la rueda de la fortuna donde nos sentamos uno frente a el otro.
—¡Desde aquí casi se ve tu pueblo!
Miro hacia fuera en cuanto los edificios me dejan ver algo más que ventanas y bloques de hormigón. Cuando lo consigo logro ver las montañas y llanuras que nos rodean
—Las vistas son muy bonitas, tienes razón.
—Sí.
Aunque lo evito Daan vuelve a mis pensamientos. Es increíble que me haya quedado tan mosqueada con todo el problema como para no poder dejar de pensar en él.
Cada vez me siento más ridícula por casi haberme confesado ante él mi... apreciación de la belleza de... su ser, por una parte agradezco haber estado en el momento justo para luego no ser humillada por nadie.
—¿Y que tal lo llevas tú? —se interesa interrumpiendo mis pensamientos—. ¿Qué tal con el chico? —Parece que estamos conectados, ambos pensando en él.
—Bueno, no sé.
—¿No sabes?
—Creo que mal.
—¿Pero os volvéis a ver después de que me llamaras o es de lo que pasó antes?
—El problema es que cuando te colgué y bajé a merendar alguien me timbró. ¡Pensé que era mi abuela pero era él!
—Le dije que se fuera pero no quería. Me vino a pedir perdón pero no sé si creerlo.
—¿Chica pero no te explicó qué pasó? —me pregunta confundido—. ¿Tuvo otra erección con la chica o no?
No lo había pensado.
Cuando salimos de la piscina la cosa pasó un rato sin volver a su lugar pero cuando vino a pedirme perdón, no estaba a la vista.
Sí, definitivamente eres una guarra Irenediota.
—¿Por qué intentas hacer que le crea? —le riño a ver qué no me apoya a mí.
—Chica, aún no he tenido el placer de conocerlo pero por lo que me has contado es una buena persona, yo le daría una oportunidad. —no respondo porque tiene razón pero... no puedo. ¿Y si lo hizo a propósito y son novios?
—¿Entonces vas a venir el treinta y uno?
—¿A qué?
—¡A celebrar el año nuevo! —dice como si fuera obvio y empiezo asentir cómo va bajando la noria.
—No.
—Tía, ¿primer fin de año siendo mayores de edad y me vas a dejar solo?
—No puedo. Me quedaré en la celebración con mis vecinos.
Todos los años se organiza una cena en la casa más espaciosa para celebrar juntos el año nuevo. Este año debería ser en la casa de Sofía y Eduardo, es la nueva de mayor tamaño. No creo que lo vaya a ser —porque seguro que no están de acuerdo en organizar nada y su niñito no va a querer aparecer, claro está— pero no puedo descartar nada.
Además si es allí tendré que ver a Daan y es algo que no me apetece ahora mismo.
Si es allí igual me planteo salir con Víctor, ahora mismo no le podría ver la cara.
—No le sé, lo voy a pensar.
—Como quieras, espero tu llamada de confirmación.
—¡Ese es otro de los dilemas! No sé si devolverle todo lo que me ha regalado.
—¡Oh, no! De eso nada monada. —me advierte y río por su expresión.
—¡Víctor esa frase ya no la usa nadie!
Los dos casi morimos por la risa que nos da pero después de algo de tiempo conseguimos parar.
—No pero lo digo en serio. Lo que te regalen en la vida no sé devuelve. Si no lo quieres lo tiras, lo quemas, le escupes... ¡yo que sé! Haz lo que te apetezca con la excepción de no devolvérselo.
Acentúa las últimas palabras como acción prohibida y yo me lo pienso de nuevo.
Vic tiene razón, ¿por qué se lo devolvería si fue un regalo?
—¡Salgan por aquí rápido!
El hombre de la noria nos saca de la conversación y me doy cuanta de que ya llegamos a abajo, se acabó el paseo en noria.
El primero en hacerlo es mi amigo que cuando consigue poner sus dos piernas en el suelo me ayuda a mí a salir. Reviso que nada nos quede dentro y nos alejamos mientras otra pareja entra en la misma cabina.
—¿Ahora que hacemos? —me pide opinión.
—Creo que debería ir yendo a la estación de bus. El último pasa en media hora no lo puedo perder.
—Pues te acompaño hasta allí y así te intento convencer de que te vengas conmigo a En la Onda el viernes a tomar las uvas, bailar y quién sabe que más.
Por el camino compramos unos perritos calientes y patatas fritas que comemos mientras andamos a la estación.
—Es en el andén tres, creo.
Vic y yo nos colocamos frente a las pantallas que ayudan a encontrar tu bus en los andenes y no conseguimos encontrar con facilidad el que va a Gramedo.
La cantidad de buses que salen a esta hora es descomunal y la gente que se pasea por los pasillos y escaleras de acceso a los andenes también lo es.
—Sí, es en la tres. —Confirmo cuando vuelvo a ver en la pantalla la ruta que me corresponde—. Sale a y media.
—Pues son y veinte.
Abro los ojos como platos cuando escucho las palabras de mi amigo.
—Corre.
Esquivando a la multitud vamos bajando las escaleras y aunque sin querer me chocó con un par de personas consigo ver de lejos a mi bus.
Efectivamente está en el andén tres y por suerte no hay mucha cola, solo tres mujeres que parece que vinieron a hacer compras.