Rodando hacia tu corazón | Hacia algún lugar #1

Capítulo 22: Visita a Víctor

Irene

Daan está realmente nervioso.

Durante todo trayecto del pueblo a la ciudad no ha dejado de jugar con sus dedos, ahora lo sigue haciendo sin parar ni un segundo. Creo que no siquiera es consciente de ello.

Ya timbré y Víctor ha ido a por las llaves para abrir la puerta, en breve estaremos los tres juntos charlando en su cuarto. Eso me emociona, aunque a Daan parece que se le va a salir el corazón del pecho por los nervios.

—¡Amiga! —Víctor me agarra por la espalda mientras deja su peso sobre mí—. No te lo vas a creer. ¡Creo que me han vuelto a poner los cuernos! —sin cortarse lo suelta delante de Daan, creo que no se ha dado cuenta de que está aquí.

Me aparto de su agarre para que vea que el chico está detrás de mí. Nos mira a los dos con ojos de cachorrito, como si buscara algo de atención. A la vez, se le nota nervioso.

—Este es Daan, mi vecino. —Víctor lo observa y por un momento desconfío. Temo por no saber cómo va a salir esto.

—Hola tío, soy Víctor. —se presenta y extiende el puño para saludar al de silla de ruedas.

Daan levanta el brazo y puedo apreciar un pequeño alivio en la expresión de mi mejor amigo, ¿pensó que no podía levantar la mano? Le avisé de que no podía andar pero no recuerdo haber especificado si es parapléjico o tetrapléjico.

—Soy Daan, encantado. —sonrío al ver su sonrisa. Ha salido bien.

Daan se está sintiendo cómodo. ¡Sí!

—Pasad, mis padres se marcharon hace más o menos veinte minutos. Tenemos toda la tarde para conocernos.

Nos metemos en su habitación y veo como guarda discretamente todo su desastre en el armario.

Eso cuando vengo yo no lo hace.

—¿Te gusta Twice? —pregunta Daan a Víctor al ver la cantidad de mujeres asiáticas que tiene colgadas por la pared.

Contradictorio al ser gay, pero bueno. No tengo ni idea, quizás es habitual que un gay admire a nueve chicas.

—¿Eres Once? —se sorprende Víctor con la pregunta de Daan.

—Que va. Tiene la misma edad que yo, de once será mentalmente. —le respondo yo y ambos me miran para luego soltar unas carcajadas como si acabase de contar lo más gracioso del universo. ¿No es verdad lo que acabo de decir?

—Sí. Mi bias es Chaeyoung. —le responde Víctor.

—¿Escuchas kpop? —se entusiasma mi amigo al darse cuenta de que Daan conoce a esas chicas de las que me habla todo el día. —¿Cuál es tu grupo favorito?

—Soy más de boy groups. —le responde. —Ateez o Bangtan pero también (G)I-dle tiene temazos.

Mis caras me delatan. No entiendo nada. Literalmente siento que me están hablando en coreano, o quizás en un idioma alienígena.

No les interrumpo y les dejo conocerse y hablar de sus cosas por un rato más.

Mientras yo aprecio lo bien que conectan, me sorprende ver a Daan tan suelto y tranquilo con alguien que no conoce de nada.

Hace apenas media hora moría del pánico que el salir le causaba y ahora está aquí charlando super feliz con mi amigo.

Me siento una madre viendo crecer al hijo, que bonito.

En todo el rato Víctor no le preguntaba nada relacionado con sus piernas, cosa que no me sorprende porque avisado quedó cuando hablamos de que vendría.

Siendo sincera, no confiaba en que se mantendría callado, siempre hace bromas y aunque no van a mal algunas son crueles y despiadadas —cosa que no creo que le vaya a sentar bien a Daan—.

—Voy a por algo de picar. —aviso después de desconectar completamente del tema del que hablan.

Los dos parecen entusiasmados y yo no soy nadie para cambiar de conversación.

—Mira en la despensa, no queda nada en la cocina, me lo comí ayer. —me avisa Víctor y continúan hablando de unos premios.

Salgo de la habitación y busco la llave de la despensa. Siempre la tienen en la meseta de la cocina. La encuentro y abro la pequeña puerta que dentro tiene un montón de provisiones.

Huevos, vegetales, cereales, pasta, sal, azúcar y aceite. Nada que engorde lo suficiente como para tomar una tarde de quedada.

—No hay nada. —decepciono vuelvo al cuarto.

—¿No? —lamentan ambos. Niego con la cabeza.

—Podemos ir hasta el supermercado. —propone Víctor. —Compramos algo y volvemos.

Ambos miramos a Daan. Su expresión se ha vuelto indescifrable. ¿Le importará salir?

—Por mí bien. —asiento mientras sigo mirando a mi vecino. —Traje algo de dinero, podemos ir.

—¿T-tú qué opinas Daan? –le pregunta mi amigo nervioso y con algo de miedo.

—¡Claro, porqué no! —Daan sonríe. Miro a Víctor y él me mira a mí, los dos sonreímos también.

—Perfecto, pues vamos.

Daan es el primero en irse hacia el hall.

Víctor abre su armario para coger una chaqueta y yo me siento en la cama para calzarme.

—Está muy bueno. —susurra cuando considera que ya está suficientemente lejos como para no escucharlo—. Una pena que no sea gay.

Me pongo algo roja. Este chico no tiene ninguna vergüenza. Un día se le va a escapar estando demasiado cerca y lo voy a tener que matar.

—Vamos. —ordeno a los dos—. Cierra la puerta, yo voy llamando al ascensor.

—Y, ¿Qué edad tienes? —le pregunta Víctor a mi vecino mientras bajamos por la acera. Por suerte no hay gente en esta zona.

Daan está demasiado alerta, pendiente de la actitud de los demás.

Quizás yo también estoy muy pendiente de él y exagero. Pero a mí me parece que está alerta, muy alerta.

—Soy bastante más mayor. —avisa porque el que lo hace no es traidor. —Tengo veintiséis años.

—¿En serio? —se sorprende Víctor y yo río. Me recuerda a mí en su cuarto descubriéndolo cuando nos conocimos—. Pues sentado ahí parecías más pequeño. —me quedo paralizada.

Oh, no, lo ha dicho.

Miro a mi amigo, el cual rápidamente se da cuenta de lo que acaba de decir. Él me mira a mí, parece que me intenta pedir ayuda con la mirada.

Dios, lo ha dicho.

Una carcajada se escucha.

Daan se está riendo. Repito, Daan está pronunciando un "ja" seguido de otro "ja". Y después de ese "ja", va otro "ja".




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