07–04–2022
Una de las canciones de Selinas se escuchaba en las bocinas de la cafetería a todo volumen. El olor a café quemado llegaba desde la cocina y traspasaba mí nariz como si de un perfume se tratase, Joseph olvido cambiarlo de nuevo como la mayoría de las veces. Lo vi correr intentando rescatarlo mientras hacía gestos graciosos y maldecía, siempre tenía un vaso cerca para tratar de rescatarlo lo más pronto posible así que se podría decir que ya estaba preparado para sus Josetragedias.
Desde hace tres meses que trabajo aquí y me he sentido más cómoda, cuando renuncié a Nolan tuve que buscar nuevos ingresos, pero realmente no tenía idea de por dónde empezar. Cuando se lo confirmé el aceptó tranquilo mi decisión y buscó todos los medios para que obtuviera dinero, me dio una beca completa en una universidad al igual que un pago semanal para ayudarme a sostenerme, en la academia de baile por mi parte obtuve una beca del cien por ciento. Lamentablemente el dinero no me cubría todo, la escuela ocupaba gastos considerablemente altos, el pasaje, mis alimentos y servicios, al igual que la academia ocupaba vestuarios, mi licenciatura e ingeniería no era válida de este lado del mundo así que no puedo ejercer hasta conseguir un papel...
Un día mientras me encontraba desorientada en el frío, llegué hasta aquí. Una cafetería con temática de los noventa, el uniforme era muy mono, a decir verdad. Era de las más famosas y concurridas de por aquí, venían comensales hasta del otro lado de la ciudad y la vista era de las mejores. Estábamos en esos días fríos, pero aun así venían a visitar la playa ya que podían quedarse el rato que quisieran sin comprar de más. Me ofrecían un sueldo base, uniformes y ciertas prestaciones, las propinas eran de lo mejor. Al parecer todo se me estaba acomodando para conseguir una vida normal de una chica común, finalmente.
Mientras limpiaba la mesa observaba impaciente el reloj, faltaban quince minutos para que mi turno concluyera y finalmente pudiera ver a Hades. El pequeño cachorro que Nolan me regaló, según él no quería que pasara las noches sola, lo cual es irónico pues vivía con Patrick así que muy sola no estaba... Hades era un perro color blanco, mestizo, demasiado imponente y exageradamente grande que apenas podía tenerle dentro de casa… Me contó que lo encontró una noche y al verlo pronto pensó en mí, luego de eso decidió ponerle así por su personalidad. Recordar ese día me pone un poco sentimental, ni siquiera note cuando Joseph se me acercó.
–¿Desea un café querida dama? – Me trajo un vaso repleto.
–Por supuesto que sí caballero, aunque sé que es aquel café que ha olvidado en la estufa.–Reí ante el gesto que hizo, pensó que no me había dado cuenta…
–¿Pronto vendrá a recogerle su caballero?
–Por supuesto, me acompañará a la academia y de ahí a mi casa.– Me sacudí el delantal cuando sin querer me llené de polvo cuando sacudía la mesa.
Solo tenía dos para toda la semana así que usaba uno mientras el otro se secaba, era color verde menta, el delantal solo cubría de la cintura para abajo. Lo acompañaba con unos botines negros, el calzado si nos lo dejaban escoger, al igual que los accesorios y los únicos que utilizaba yo eran los lentes oscuros. En ocasiones Joseph se burlaba de ello, pero cuando lo veía quejarse del sol todo valía la pena, es una lástima que nadie le enseñara que el frío no es sinónimo de oscuridad.
–Te vas con mucho cuidado, ha habido algunos asaltos por aquí.–Me revolvió el cabello logrando despeinarme.
–Muchas gracias Joseph, ahora tengo que soltarme el cabello gracias a ti.–Deshice la coleta molesta.
–De nada hermanita, estoy para servirte.–Hizo una reverencia en son de burla. Desde que vine acá me trata como su hermana menor, dice que nunca tuvo alguna y que le he caído del cielo, de un barco diría yo.
Escuchamos la campanilla de la primera puerta, corrí a el botón para dejar pasar a los clientes. Venían juntos varios jóvenes, la mayoría traía bufanda, estaba tomando las notas y lo que debía poner en la mesa para atenderles, de lejos le di la señal a Joseph de que le bajara el volumen a la música.
–¿No debería David sentarse junto a Jessica?–Algo despertó en mí.
Una curiosidad innecesaria pero que me hacía sentir que debía voltear sí o sí, titubee unos momentos pero logré conseguir decidirme, voltee rápido para finalmente verlo. Como le conté a Joseph, muy pocas veces hablamos desde que me vine, o mejor dicho dejamos de hacerlo, pero la vida me lo había traído. Le vi a los ojos sin que se diera cuenta, Dave se descubría el rostro como si tuviese mucho calor. Nunca lo había visto así, me daba un aire de extrañeza. Lucía diferente, tenía el cabello largo en comparación a que siempre lo traía hasta las orejas, también noté que se dejó un poco la barba. Dejé de verle hasta que noté como Joseph tronaba los dedos frente a mí.
–¿Una servilleta para la babita hermanita?–Le vi con odio. Él tenía noción de quién era David y lo mucho que me gustaba, le había enseñado fotos cuando platicábamos sobre él.
–Voy a atender la mesa, ahora vuelvo.– «Una última mesa y nos vamos». Me repetí mientras caminaba.
Tomé el valor necesario y me acerqué. Todos estaban bromeando, solo reconocí a Jessica y David, los demás me eran ajenos así que supuse que eran amigos de ellos. Estaban bromeando tanto que incluso deduje no me notaban, carraspeé un poco pero no obtuve efecto alguno, tenía que hablar un poco alto para llamar su atención.
–Buenos días, sean bienvenidos a la cafetería Hudklyn, Hudson and Brooklyn. ¿Puedo tomar su orden?– Noté como Dave me veía con cautela, espero no reconociera mi voz. Intenté hablar un poco diferente pero creo que no resultó como quería, un buen oído notaría que estaba fingiendo.
–Buenos días, me gustaría pedir para llevar el número telefónico de la mesera.–El que me contestó era un joven, no sé si lo decía en mofa pero la forma en que trató de parecer que coqueteaba era graciosa. Estaba muy mono, le hubiese seguido la broma pero en verdad no andaba de humor.