Rogelio y su padre, Don Hermes (El tinterillo), estaban en su oficina, un local alquilado en el Centro Comercial Saturno. Hacía seis meses que Rogelio se había graduado de la universidad. Empezó a trabajar en la oficina de su padre de inmediato, pero siempre se postulaba a empleos públicos, de los que nunca obtenía respuesta.
—¡Que paradójico! –exclamó Rogelio- En la universidad siempre me adoctrinaban para que fuera servidor público, y al final terminé en el sector privado.
—Eso les pasa a los que estudian en universidades públicas –respondió Don Hermes-, tu abuelo, un ganadero sin estudio me pudo pagar una universidad privada, pero yo tuve que enviarte a una universidad pública.
—Dos cafés y dos empanadas -exclamó el mozo de la panadería de enfrente, mientras ingresaba a la oficina.
—Déjelas en la mesita y páguese –respondió Don Hermes mientras le pagaba al mozo.
A Rogelio le llamaba la atención la encargada de la panadería, ella se vestía de forma muy recatada para el momento.