Rogelio se dirigió a la sala de reuniones y se sentó en una de las sillas. Al poco tiempo Salomé se paró en frente de los asistentes y empezó:
—Estimados socios, el motivo de la reunión de hoy, se debe a que nuestro querido centro comercial ha sido demandado. El pasado domingo una señora vino con su padre, el cual se resbaló en el piso y quedó en silla de ruedas. La señora demandó al centro comercial para que le pague daños y perjuicios. Necesito la colaboración de todos para pagar un abogado.
—!YO SOY ABOGADO¡ –interrumpió Rogelio- ¡YO PODRÍA TOMAR ESTE CASO!
—¿Cuanto cobrarías? –preguntó Salomé.
—Este también es mi centro comercial, lo haría Ad honorem.
—Esta bien, cuando puedas, pásate por mi panadería para explicarte a profundidad el problema.