Estoy sentado, como muchas veces.
Mis ojos cerrados mirando la penumbra que nos acompaña por instantes al parpadear, como muchas veces.
Siento mis manos húmedas, tibias, extrañas, por primera vez.
Entre la oscuridad que contemplo frente a mi los recuerdos afloran.
Me caí y me levantaste.
Me equivoque y me corregiste, fuerte pero en el fondo con el cariño que añora no vuelva a suceder.
Me seguiste mis caprichos en algunas ocasiones, en otras no, para educarme.
Me mentiste sutilmente con esperanza de que siguiera viendo el mundo con ojos de niño.
Escogiste un día normal, para volverlo especial; abriste la puerta y te fuiste a una nueva vida.
Me encontré con tu ausencia impoluta en una vida conflictiva.
Busque las respuestas en lugares y personas que no cabían en tu espacio.
El espacio se quedó ahí, en el mismo lugar, lleno de sentimientos.
uno de ellos me regresa a la realidad.
Abro los ojos, la oscuridad se desvanece poco a poco y puedo verte de nuevo.
Aquella persona que en mis recuerdo sigue conmigo, cerca pero lejos.
Una parte de ti sigue en mi, en mis manos.
Rojas, manchados de sangre.
Te he matado padre.