Rojo

Capítulo n°6: "Miedo, culpa y gran susto".

Rojo.

Mi cansancio podía más que cualquier intento por permanecer despierta.

El cuerpo de Pluto es muy cálido y reconfortante, que mis parpados son débiles para seguir en el mismo lugar que ellos.

Escucho voces por todos lados, giro para observar el lugar, estoy en un castillo con infinitas escaleras. También muchos árboles, el aroma a flores de un jardín que no había visto antes inunda mis fosas nasales, camino en dirección a la entrada principal.

Antes de entrar, un hombre sale corriendo detrás de una niña que pasa al lado mío, pero no me ve. Es pequeña como de tres años, pelo rojo y un vestido largo amarillo.

El hombre es de pelo largo hasta la nuca castaño, unas orejas puntiagudas con una esfera que brilla en la punta, su vestimenta es una túnica dorada y muchas lunas plateadas, es lo que parece ser. Yo lo miró, cuando se escuchan sus risas de felicidad, corren unas lágrimas en mi rostro.

Ellos no reparan en mi presencia así que yo solo me limito a apreciar el momento. Por el reflejo del sol y lo lejos que están no logro ver sus rostros.

Parada en la puerta, alguien habla, es una mujer. Es muy hermosa ojos azules, el mismo color de pelo de la niña y su túnica es igual a la del hombre. Ella sale corriendo a su encuentro abrazándolos.

El césped totalmente verde y la diversidad de flores me entregan un momento magnifico ante mis ojos, sonrío al observarlos disfrutar como familia.

En ese mismo instante llega otro hombre gritando el nombre del padre de la chica.

-Rey Neptuno- los tres lo miran asombrados.

No oigo lo que le dice en el oído, pero si veo su cara de preocupación. Se retiran los cuatros entrando en el castillo. Los sigo para saber que sucede.

Caminan muy rápido que no los alcanzo e intento gritarle.

-Papá no vayas- digo con desesperación aun así no lo detengo.

El pasillo es interminable, llegan a una sala donde todo es dorado, se despide de las dos, aunque ya los ruidos de un bombardeo son potentes empezando a caer escombros sobre nuestras cabezas.

-Se tienen que ir- le dice.

A la niña la besa en la frente y se van por otro de los pasillos. Él se pierde tras una puerta negra a la par de un fogón.

-Papaaaa- grito para que me escuche, pero es inútil, ya se ha ido.

Corro a la puerta, sin embargo, la explosión me deposita a fuera, en el patio y lo único que veo desde ahí tirada son llamas, todo se quema.

-Papá papá- mis palabras son apenas susurros que nadie escucha.

Sobresaltada me siento al lado de Pluto, nunca antes tuve sueños de mis padres, tengo el cuerpo todo sudado

Una tristeza invade mi corazón al saber que ellos ya no están conmigo, tampoco sé cuál fue el motivo de sus muertes.

Mi amigo aún sigue dormido debe ser por la herida que se hizo en el pie. Eso le quito fuerzas de tal manera que no se dio cuenta de mi reacción por el sueño que tuve.

Sin hacer ruido me levanto por un vaso de agua, en la mesa hay una jarra de la cuál vierto el líquido en el recipiente pequeño para beberlo. Cuando termino llega Sakí, la nave todavía sigue volando, su cara de cansado lo delata.

-Debe descansar profesor- él solo me mira.

-Aunque quiera no puedo, siento que en cualquier momento ellos vendrán por nosotros- habla con pánico de que algo pase.

Sonríe de medio lado yéndose a sentar en donde se encuentra la mesa, coloca su cuerpo sobre ella y debajo de su cara cruza sus brazos. Se va a dormir, que no se dará cuenta del aterrizaje de la nave.

No sé cuánto falta, ya quiero llegar, despacio camino hasta la cama improvisada de Pluto. Justo a su lado hay una ventana no muy grande, me paro a observar el espacio, es realmente hermoso.

La oscuridad y las estrellas brillando es un espectáculo que no se ve a diario. También puedo notar que hay naves circulando en dirección contraria a nosotros. Apoyo la frente en el vidrio, la nostalgia me invade al recordar la escena de mi sueño, caen un par de lágrimas que ruedan por mi mejilla secándola con mis dedos.

Permanezco así por varios minutos, doy un suspiro expulsando el aire por la nariz hasta que se oyen quejidos provenientes de la cama. Son de mi querido amigo, me acerco para ver como esta.

Tomo lugar a su lado, lo descubro para tocarle la frente, está volando de fiebre. Sus ojos permanecen cerrados lo único que hace es moverse de un lado a otro delirando.

-Aguu...aa agu...aa- es lo que pide en un intento desesperado por saciar su sed.

Automáticamente voy por agua, con una mano le elevo la cabeza para que beba, pero se ahoga escupiendo sangre. Eso me puso demasiada inquieta, desesperada busco a Polisuki.

La encontré al mando de la nave por suerte estaba tomando algo y observando fijamente a la nada.

-Señora Polisuki- digo a la vez que se da vuelta para verme a la cara.

- ¿Qué sucede? - me pregunta ya de frente.

Vi que tenía un corte en una de sus mejillas, no había sangre solo la cicatriz.

-Pluto tiene fiebre- digo.

Ella suelta la taza para salir primero que yo hacia él.

-Trae agua en una charola- corriendo vuelvo con lo que me pidió, - ahora moja un trapo.

Lo chaguo y se lo alcanzo, lo desviste hasta la cintura, pone el trapo en la frente disponiéndose a revisar la herida.

Estoy a centímetros de la cama, estática, el sentimiento de culpa de que le pase algo me impiden moverme. Siento un dolor en el pecho.

"Esto es mi culpa" me digo a mi misma. Desde aquí no visualizo como se encuentra su pie. Me acerco, el corte parece profundo, hinchado y morado, me tapo la boca al ver su estado.

Ojalá nunca hubiera ido conmigo, no estaría en esta situación.

-Ven ayúdame- dice Polisuki que lucha por cortar el pantalón.

Yo sostengo una de sus piernas, ella rompe la prenda en la mitad para tener más acceso a la infección. Va al otro extremo de la nave, escucho como caen recipientes, creo que busca algún medicamento. En sus manos trae un bote blanco, un vendaje y un líquido amarillo con mezcla de verde.




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