Rojo

Capítulo n°7: "Pluto: El heredero del reino perdido".

Pluto.

Desde que llegue a la escuela A.C.D.M. pasaron muchas cosas. Nunca creí ser amigo de Rojo, la hija del rey Neptuno, de él se cuentan muchas leyendas. Algunas son ciertas otras creo que no, solo lo dijeron para manchar su reputación como rey.

Con ella tenemos algo en común, los dos no tenemos madre. La mía murió al darme la vida y mi padre el rey Lagarto, que siempre me trato como a un criado. Son heridas difíciles de borrar de la cabeza y el corazón.

La obligación de prepararme como hijo del rey fue un decreto irrevocable. Si me oponía iba a ser desterrado del planeta y perdería mi hogar, lo único que mamá me dejo. No tuve otra opción más que asumir mis responsabilidades.

Con mucho dolor me adapte a la escuela, encontré amigos y la esperanza de que todo mejore cuando me toque ser rey. No quiero ser alguien cruel, despiadado y vengativo eso es quien dice ser mi padre. No le importa su pueblo.

El planeta Volcán se caracteriza por ser despiadado, también hay personas con almas buenas. Pero eso al rey no le agrada. Es un lugar que tardó mucho en ser reconstruido después de la guerra de los cosmos.

Se llama Volcán debido a la construcción de varios volcanes en las montañas rocosas, algunos con el tiempo dejaron de funcionar, los que siguen en actividad están lejos de los habitantes.

Yo vivo o vivía, no sé con qué me voy a encontrar al volver, en la ciudad en ruinas. Es un pequeño pueblo al norte de la cuidad más importante de Lava Azul, dentro de Fuego, la capital. Aproximadamente son veinte ciudades que somete el rey con su poder.

En mi corazón aún tiene esperanza de que lo pueda cambiar en un futuro no muy lejano. No he tenido ninguna noticia desde la última carta que me envió la princesa Azul, mi hermana. Ella me daba las noticias de nuestro planeta, me dijo que muchas cosas cambiaron desde que me fui.

De verdad si me puedo imaginar lo que viven, pero a la distancia no puedo hacer nada. Eso genera en mi mucho odio, rencor y dolor lo mismo que siente mi amiga, en momentos como estos sí que la entiendo.

El triángulo invertido en mi brazo derecho comienza a picar, me rasco hasta que comienza a sangrar, inmediatamente mojo un paño pasándolo con cuidado de profundizar la herida. Lentamente voy hacia el comedor a desayunar, ya han pasado varios días del viaje a la cárcel de hielo. Mi pie duele un poco por lo que no puedo correr. Nunca había estado en una situación así le di un gran susto a Rojo, sé que ella debió sentirse muy culpable de lo que paso, pero no lo es.

-Pluto – me llama mi amigo Horis.

Giro para saber qué es lo que quiere. Es un chico alto, ojos negros, cabellera amarilla clara y su atuendo es una túnica negra con estrellas rojas. Es un poco raro esa vestimenta que usa, según él es lo que lo distingue. En sus orejas porta una flor amarilla porque su planeta es Estrella Amarilla, es mi mejor amigo. Llego mucho antes que yo así que él fue como un maestro dentro de este sitio.

- ¿A dónde vas? – pregunta páranse a mi lado.

-Voy al comedor a tomar el desayuno ¡Muero de hambre!

-Pues vamos.

Nos encaminamos por el pasillo hasta llegar al comedor, allí ya se encuentran las chicas conversando, todas menos Rojo. Me siento al lado de Luz de Mar y al frente entre medio de Muna y Casie, que las aparta con las manos para sentarse Horis.

Tomamos y comemos en silencio absoluto. Desde que volvimos del viaje nadie toca ese tema, no sé porque, no me afecta que hablen de eso. Aunque creo que Rojo sí, no esperaba todo lo que sucedió. Ni mucho menos ese ataque de los monstruos nocturnos.

Después del desayuno la busco por todos lados debe estar en el bosque porque siempre que algo la preocupa se aleja de nosotros. En el bolsillo de mi pantalón le llevo un par de dulces para levantarle el ánimo. Sigue triste al enterarse de que su abuela la aborrece y se cree la culpable de sus muertes.

Con mi basto que lo uso por precaución me dirijo por el sendero del patio de atrás de la escuela, bajo unos diez escalones adentrándome en el bosque de pinos, que ya empieza a cambiar de color. Es algo raro, observo hacia arriba y todos se mueven por el viento frío anunciando que el invierno se acerca.

Como siempre está al borde del barranco, sentada y acariciando a su ave. Ella se da la vuelta dándome una cálida sonrisa. Su pelo se cuela por la espalda, es un rojo furioso que brilla bajo los rayos del sol. Estando cerca aprecio la hermosa vista que nos brinda la altura del barranco, todo es verde del más claro al más oscuro.

-Es muy hermosa la vista desde aquí- hablo para romper el silencio.

-Si lo es por eso me gusta este sitio- respira y Omega alza vuelo- aquí encuentro tranquilidad, paz y puedo aclarar mis ideas cuando todo me perturba.

Omega parece inquieto, su vuelo es rápido y Rojo se tensa al no poder hacer nada. Se asienta en el tercer árbol a mi derecha produciendo un grito que aturde.

-Nunca estuvo tan molesto.

-Está anunciando algo, pero no sé qué será.

Mi abuelo en una de sus leyendas que me conto, dijo que un ave cuando produce gritos desconocidos algo va a suceder. No se si eso es cierto, aunque me he dado cuenta que muchas cosas empezaron a cambiar, los árboles hasta el aire que respiro es pesado, lento y oloroso.

- ¿Cómo lo sabes? – los dos miramos revolotear a Omega.

-Solo es una leyenda que mi abuelo me conto, esperemos que no sea así.

-Sus ojos cambian de color ya no es verde esmeralda sino rojos.

-Ya me di cuenta.

El ave comienza a tirar pequeñas bolas de fuego, en algo se parece a su dueña, en nuestra dirección. Retrocedemos porque se pone peligroso. Penetra su mirada en nuestros ojos y es cuando miró a Rojo para que corramos.

-Corre- grito- corre – vuelvo a decir y sé que él viene detrás de nosotros.

Al salir del bosque con la respiración agitada me siento es la escalera, el pie duele demasiado y mi amiga no lo puede creer.




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