Pasado.
El príncipe Mejías iba rumbo a encontrarse con el rey Sol, un aliado, más que poderoso para obtener su venganza, pero convencerlo sería difícil.
-La reina Luna ¿ya trajo los anillos de la piedra rosa? – interrogo Adén con voz cargada de malas intenciones.
Mejías lo observaba furiosamente, en sus orbes amarillos había una ira contenida por no saber nada al respeto, sin embargo, no podía retrasar su viaje ya que es muy importante reunirse con su amigo.
-No he tenido novedad de su parte – dijo confiando que a su regreso eso este resuelto – pero apelo al buen juicio de mi madre y cumpla con la parte de su trato.
Adén ya sabía lo sucedido en el castillo, pero aun no era el momento adecuado para contárselo o perdería a un valioso aliado sino llegaba al cosmos azul.
-Bien, entonces, esperaremos.
Adén, brujo de profesión y conocedor de muchas tretas para quedarse con lo que siempre quiso acompañaría al Mejías por mera curiosidad. Conocer a los que estaban de su lado, en la causa evitaba traiciones en un futuro por eso el príncipe no lo deja cuando se trata de asuntos importantes.
El rey Sol, antiguo rey perteneciente al planeta Estrella Amarilla, que, a raíz de una mala ejecución en relación a las reglas del universo, Sol no cumplió algunas quedando expuesto como un traidor. Siendo expulsado por los miembros de la Junta Lunar.
Badud integrante de la Junta Lunar decidió por decisión unánime sacarlo de su puesto como rey y enviarlo a pasar sus días hasta la muerte en el Fango Verdoso donde los monstruos de Babel se llevarán su alma dejándolos ser fantasmas, que nadan en aguas podridas. Carecerán de razón, sentimientos y después de quedarse sin nada pueden desaparecer si nadie reclama su cuerpo.
Pero el rey Sol nunca llego a su destino marcado por Badud. Mato a todos los guardias que custodiaban su traslado al Fango Verdoso e incluso juro vengarse escribiendo una nota con la sangre derramada de las personas que acribillo sin piedad.
Se marchó al cosmos azul donde fue escondido por el rey Polen. Allí esperan reunirse con su viejo amigo, el príncipe Mejías.
El ejercito que formaran está cargado de odio, rencor y no pensaran en los inocentes a los que les arrebataran la vida.
Listo para partir Mejías y Adén avanzan hacia la nave Cóndor gris. Su magia fue capaz de arrebatársela a un grupo de vigilancia que lógicamente buscaba a su amo, pero él se percató de tremendo acto, aunque su audacia lo hacía desconfiar.
- ¡Príncipe bienvenido a Cóndor! – adelantándose unos pasos hizo una reverencia sonriendo.
- ¿De dónde salió esta nave, Adén? – cuestiono temiendo que su ambición se volviera un peligro.
Aunque no lo podía culpar. Ellos eran similares en muchas cosas, pero no se atrevía a hacer las comparaciones en voz alta.
El príncipe inspeccionaba la nave seguido por Adén, que lucía más que encantado con lo que no era suyo.
-Le hice algunos arreglos, pequeños, pero cómodos – comento sirviéndose sangría en una copa – Respeto ¿a cómo la conseguí? Diría que ha sido un obsequio – mintió sin ninguna preocupación – Además de que necesitamos una porque el viaje es de tres días y cuanto más rápido regresemos será mejor para continuar con el plan.
Miro de hito a hito a su acompañante y no tuvo objeción alguna. Solo sentía curiosidad por saber cuál es el motivo para ayudarlo sino obtendrá más que su pago acordado o eso le dijo él.
La nave de un gris – blanco, alas puntiagudas extendidas a ambos lados y ojos grandes se ponía en movimiento. En el interior Mejías se acomodaba en el asiento abrochándose su cinturón mientras Adén le servía una copa.
El silencio no le gustaba para nada. Solo se limitaba a pensar lo que se encontraría al llegar también preocupación ya que su madre no estado en contacto con él desde hace varios días.
La realidad era otra en el palacio. El rey Neptuno festejo junto a su esposa el nacimiento de dos hermosas niñas mientras Luna caía en la trampa.
Por orden de Antón se retiraron los guardias de la puerta de sus aposentos, esto facilitaría su fuga, pero nunca vio venir lo que tramaban.
Al abrir las puertas y darse cuenta que nadie la vigilaba tomo un frasco que escondió entre la tela de su vestido. Con el corazón desbocado a mil por segundo avanzaba por los pasillos.
Prácticamente todos los criados estaban en la celebración y no terminaría hasta que el rey se fuera a dormir. Entonces, aprovecho la distracción con grandes zancadas se dirigía a los aposentos de la reina Marte.
Le pareció extraño que la puerta se encontrara sin custodia y entre abierta, introdujo la mitad de su cuerpo para observar. Al no haber nadie ingreso cerro con seguro y camino hacia la cama.
Vio una jarra con agua predispuesta por si la reina tenia sed. Vertió en un vaso tres gotas de un diminuto frasco con un líquido espeso verde agrego agua y fundiéndose se dispuso a dárselo de beber.
Destapo el bulto que yacía en la cama, pero su semblante se desencajo al no ver nada. Consumida por los nervios se paralizo. Reacciono tarde cuando Antón y los guardias venían por ella, Luna se volvió loca tirando las almohadas para cualquier lado menos en huir.
Los guardias intentaron derribar la puerta tantas veces. Ella buscaba opciones por donde escapar, pero la única era la ventana. Aunque se mataría si se lanzaba sin una soga mientras Antón vociferaba que abrieran rápido la puerta, la reina Luna ataba las sábanas y las tiraba por la ventana a una altura de siete metros.
Sin tener tiempo a pensar sino de actuar se lanzó sujetándose de las telas. Por cada tramo bajaba los guardias aporreaban la puerta con el objetivo de derribarla.