Rojo

Capítulo n°45: "Segunda parte: Promesa de muerte".

Presente.

El crepitar de las hojas en la recesas copa de los árboles pusieron en alerta a la reina. El Equen estaba a punto de abrir sus puertas para desatar la peor de las batallas, el viento soplaba con ímpetu metiéndose entre su ropa sucia y rasgada.

Mientras Adén recitaba cerrando sus ojos y manos en alto, hasta el cansancio las palabras mágicas. Rápidamente las nubes comenzaron a formarse en el oscuro cielo amenazando con refulgentes rayos, una tormenta se desataba sobre el bosque.

Andromena tapa su cara para no ser azotada por el polvo, luchando al no dejarse llevar por sus fuertes ráfagas.

Equen es el sitio más remoto, custodiado y terrorífico del sistema planetario. Integra parte de un planeta que desapareció hace muchísimos años, pero el Equen es una prisión donde van todos los desertores. Pagan su condena exiliados volviéndose completamente locos solos. Sin embargo, un alma atormentada se quita la vida como promesa de no regresar jamás. Fue sellado con magia oscura y quien pretenda violar esa orden pagara muriéndose a diario lentamente, un castigo eficaz para lo que no le temen a nada.

El príncipe Mejías quiere venganza. No le basto ser incitador de una guerra que quedo en la memoria de todos en el universo, no obstante, no siente ni una pizca de remordimiento. Lleva viviendo en el Equen casi 18 años, aunque perdió lo único que lo hacía valioso como persona, la bondad.

Así es al atravesar las puertas invisibles se pierde todo sentimiento, pero la locura y el miedo lo acompañaran hasta su final.

De un momento a otro el viento ceso. Ahora era una suave caricia en el rostro de la reina, aunque los relámpagos en la lejanía aumentaban su intensidad.

─Encuentren la esfera ─ bramo, Adén volviéndose a sus aliados. ─La que trajeron se desvaneció con el hechizo, era falsa ¿de dónde la sacaron?

─Uno de los oscuros la encontró en el lago, el mismo envenenado para atrapar a la reina y su sobrina. ─ respondió sereno, Nio.

El brujo daba vueltas sin parar. En su cabeza no cabía la posibilidad de volver a equivocarse porque las consecuencias serían severas, sin embargo, unas gotas de sangre cayeron de su nariz, disimulando y sin mirarlos se enjuago en su sotana escondiéndolas a la mirada de todos.

─Traigan a la reina. Sacrificaremos su cabeza ya no hay tiempo, el Equel quiere beber sangre. ─ ordeno recomponiéndose de su pequeño problema.

Uno que se agravaría con el pasar de las horas. Equel necesita un pago por liberar a sus prisioneros, pero no muchos se atrevían a dárselo. Beber sangre es la más sangrada y vacía hasta la última vena para satisfacerse.

Andromena había escuchado con atención esa pequeña charla. Entre tanto, los demás se fueron ella se aproximó a pasos cautelosos procurando no hacer ruido. En su mano izquierda temblaba su cuchillo de brillante filo en plata con empuñadura dorada, es un regalo de su hermana y con la cual juro defender a su sobrina sin algún día corría peligro. ¿Había llegado el momento?

Para ella sí, también reivindicarse mediante acciones que palabras. Quizás de esa forma obtendría el su perdón y la liberación de su alma para partir a un mundo mejor.

Adén se deshacía en maldiciones para Pany de espaldas, pero sus finos sentidos intuían la presencia de alguien detrás de él. Dio una vuelta entera en su eje sonriendo con socarronería esquivando su ataque en un arte maestral doblando su brazo, la mujer emitió un gruñido lastimero, aunque no suplico para que la dejara ir.

─Sigues siendo tan astuta y tonta como en aquellos tiempos, reina. ─ murmuro en su oído complacido al tenerla en sus manos. ─Esta vez no seré tan piadoso morirás por querer salvar una causa que ya no le concierne a una niña ¿sí?

─Liberar al príncipe Mejías tampoco traerá la paz sino la muerte de inocentes ─ dijo aguantándose el dolor en el brazo mientras en su mano resbalo la navaja rebotando en la tierra en un golpe silencioso. ─ incluida tu propia muerte. ─ agrego.

─Es uno de los sacrificios al realizar la promesa de muerte. Sin embargo, tu sangre me hará favores de los cuales el príncipe nunca sabrá.

La reina dudo por un segundo. El estar sudando, el desconcierto por sus palabras y el ambiente tornándose furioso le hicieron absorber las ultimas energías disponibles en su sistema dispuesta a dar su vida para cumplir su promesa.

Loto sufría las primeras intrigas desde la asunción del rey Neptuno, su esposa afligida no encontraba la manera de sentirse tranquila cuando una idea cruzo en su mente. Andromena no se negaría, pero tampoco la aceptaría fácilmente.

En esos días disfrutaba de su compañía. Tenía miedo de su reacción al informarle que por su bien no debía regresar. El solo pensarlo le aprisionaba el corazón debatiéndose en pedírselo o no. Aunque hizo caso a su intuición.

Con el corazón palpitándole a mil en su pecho la sentó junto a ella para hablarle con toda la franqueza que la caracterizaba.

─El mundo se basa en promesas, aunque únicamente son palabras tiradas al aire sino tienes honor. ─ expuso Marte cuando su hermana la peinaba con delicadeza en su cama. ─Por eso para mí es importante mantener un juramento, Loto es un reino sólido y capaz de defendernos, pero tú eres sangre de mi sangre…

─ ¿Cuál es el punto? ─ pregunto ansiosa al interrumpirla.

─Júrame que mientras tengas vida y yo ya no, cuidaras, protegerás y sacrificaras tu vida para salvar a mis hijas. ¡Júramelo! ─ suplico la reina.

─Pero…tu no morirás. ─ replico y sabía que se equivocaba. ─Marte todavía no tienes hijos como quieres…. ─ lo pensó llegando a una sola conclusión. ─Serás mamá ¿verdad?

─Muy pronto. ─ susurro al borde de las lágrimas. ─Me encantaría que seas una tía ejemplar dando tu vida por ellas.

Entonces saco una navaja. Palpaba su mango viéndola con emoción y un brillo en sus ojos y tomando su mano la miro directo a sus lumbreras abiertas ampliamente.




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