Rojo

Tercera parte: "La guerra de los cosmos".

─Príncipe Mejías, príncipe Blanco. ─pronuncio sentado en el trono gris. El eco de su voz era un desolador sonido, pero eso no le importaba porque estaba librando la batalla más grande del universo. ─Su nuevo rey les habla. Arrodíllese y no morirán, besen mi mano y les perdonare la vida…

De la curvatura de sus labios tiro una sonrisa malvada. Brillaron sus dientes impolutos de blancos similar a su cabello recostado en el respaldo y con sus brazos estirados en los apoyabrazos de madera.

─Librare este planeta del mal. Serán libres de elecciones y tendrán todo lo que merecen. ─continuo. ─Soy el rey Blanco, el hielo es mi poder juntos seremos invencibles Loto.

Aplaudió mientras sus carcajadas retumbaron en el Monopolio, mejor conocido como el palacio de reyes.

Antorchas colgando de vigas húmedas y viejas iluminaban en la oscuridad. Eran candelabros de hierro formando una llama, símbolo de los descendientes de fuego. Mientras acariciaba el sabor del triunfo anticipado, Alba se dirigía a su encuentro pensativa y con un plan en mente.

Dos de sus soldados cargaban el cuerpo dormido de Marte. Las hojas secas crujían bajo la suela de sus botas al andar. La princesa subió los escalones y aparto los cuerpos congelados en la entrada.

“Es un maldito monstruo” pensó. Camino derecho a las amplias puertas abiertas, parecía estar de noche en el interior porque sus ojos no podían divisar a nadie.

Escruto la estancia algo asustada, pero se puso rígida cuando sus oídos captaron una risa en el fondo. Avanzo agarrándose su falda mientras las mariposas caían muertas a sus pies.

Eso no la detuvo. El sendero era largo y resbaloso en color marfil, a ambos lados se encontraba cubierto de estatuas junto a santuarios, pero sus velas estaban apagadas.

A cada paso le parecía más lejos de llegar. Flamas pequeñas parpadeantes vislumbraban a la distancia cuando bajo el primer peldaño de veinte. Un estrado al frente del trono y bancos a los lados de la escalera presidian el palacio.

Allí se debatían asuntos de relevancia para los reyes o enjuiciaban a los presos por hurtos, violaciones y matar a ciudadanos.

─Mi rey. ─dijo Alba haciendo una reverencia. Sus acompañantes no les agradaba la idea de tener que arrodillarse ante un tirano. ─Su obsequio.

Marte fue depositada a sus pies con el pelo rojizo desparramado en su rostro y heridas visibles en él. Mejías apoya el codo en su pierna fingiendo que no le afecta, pero en el fondo su corazón se estruja como papel para ser lanzado.

Es la mujer que ha amado toda su vida, sin embargo, nunca correspondió o solo confundió amor con amabilidad. Humedeciese iban sus ojos, pero parpadeo para enterrar esa débil humedad en el fondo de su corazón de piedra. Un hombre como él no podía mostrarse débil frente a sus aliados.

─Todavía la sigues amando. ─afirma Alba en tono burlesco. Ver su debilidad le dio un poder que lo puede destruir. ─Hay una técnica de ilusión escasa y que muy pocos se atreven a realizar, ya que si rebota es una maldición imposible de revertir.

Mejías quería quitar los ojos de su amada, pero no lo conseguía. Sentía dolor verla tirada, magullada y adormecida por voluntad de otros.

─ ¿De qué hablas? ─espeto fulminándola con la mirada.

Eso no intimido a la princesa. Puso un pie detrás del otro acortando la distancia impuesta por escalones hasta estar a un lado de su silla, de refilón vio a la mujer quejándose mientras despertaba.

La reina ceñía sus ojos sin abrirlos mientras pasaba una mano por su frente.

─Marte en su sueño vio como Neptuno moría. ─aseguro. ─Esa es la ilusión, crear escenas que no son reales, pero creíbles para quienes la presencian.

─No es posible.

Mejías volvió sus ojos a la princesa que le devolvía una sonrisa orgullosa de su poder y capacidad, no obstante, en el rostro de su rey surco la incredulidad.

Dudaba y anhelaba ser amado por ella. Fue su único deseo desde que la vio, aunque su corazón se recrebrajo en millones de pedazos cuando Neptuno le dio la noticia que se casaría, más al conocer a su amada.

─Marte no recordara su pasado, tu podrás recrear esos recuerdos que tantos has anhelado. ─susurro en su oído como serpiente venenosa. ─Es tu decisión, príncipe.

─No creerá tantas mentiras. ─objeto mirándola con una ternura indigna de su personalidad. El deshielo de un corazón negro se ve en el amor que profesamos hacia las otras personas.

─Cada día mueres de ilusión, de imaginación y todavía dudas de mi capacidad, rey.

La mujer retorciéndose a sus pies despego sus parpados algo aturdida. Su cabeza es un tambor partiendo su cerebro, trata de enfocar el sitio. Va de aquí para allá con sus cuencas buscando orientarse, pero la borrosidad de sus ojos no se lo permiten.

Irguiéndose suelta quejidos sintiendo agarrotado cada musculo. Ve figuras negras difuminarse y llora ante la desesperación.

─ ¿Hay alguien ahí? ─pregunta tanteando el suelo frío donde está. ─Por favor, respondan.

Exige arrodillándose. Estira su mano para lograr tocar algo que amortigüe la aflicción dentro de su pecho, piensa en Venus y su hija ¿Cuál será su destino ahora que no estará para cuidarla?

Alba muestra una sonrisa socarrona ubicada junto a Mejías, que no tolera ver a su amor no correspondido a la deriva y llorando.

─Marte. ─sus sentidos captan la voz, pero la alegría se marcha cuando lo reconoce. ─Cálmate no te hare daño.

─Lo dice quien se llevó a mi hija. Arrancaste mi alma y me dejaste sin corazón al llevártela. ─es mordaz poniéndose en pie. Mejías mira a Alba. ─Vi como mataron a Neptuno…ya puedes acabar conmigo. ¡Hazlo!




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.