Rojo, Blanco y Negro: La Mujer del Vestido Blanco

Prólogo

La prisión de Landsberg ya había visto de todo, entre asesinos, ladrones y estafadores, tener un nuevo prisionero no era la novedad. Pero a partir del 47 lo fue, no por nada Estados Unidos la había nombrado como la prisión de los "flamantes" prisioneros de guerra.

Los únicos tres guardias que por ahora cuidaban el bloque D veían con atención a Hermann Frick entrar, dos oficiales del ejército sujetaban sus brazos de cada lado, sin darle importancia a las esposas que ya estaban en sus tobillos y muñecas.

Entre ellos estaba Dean Porter, apenas llevaba unos meses ahí y peleaba para que sus ojos no cedieran ante el cansancio, recordando que ayer, luego de escribir una carta para sus hijas y esposa como cada noche, trató de leer su expediente, llegando solo hasta la parte de sus delitos para después caer dormido.

No tuvo ni que leer el informe con los dos ojos abiertos para saber qué hacía ahí, no era el primer nazi que veía llegar, pero si uno de los primeros de los que ya conocía su cara y su nombre, estaban en cada periódico que veías por la calle, acompañado de los otros nazis que habían caído y el juicio de los altos mandos del acabado Tercer Reich.

Además, desde que supieron de su llegada la presencia del señor Frick no generaba exactamente sentimientos bonitos en sus compañeros.

— Se escondía en un pequeño pueblito. — murmuro Isaac mientras los oficiales metían a Frick en su pequeña celda del bloque D y le quitaban las esposas.

A diferencia de la primera vez que Dean tuvo que hacer eso, Frick no trato de lanzarse sobre los oficiales, como lo hizo Clement Wagner en su momento hace dos meses con él.

— Permanecerá solo hasta que regresemos. — anuncio un oficial, pasando delante de los hombres y dejando a Frick con los ellos y los otros presos curiosos que trataban de ver quien era el recién llegado.

Dean permaneció con la mirada fija en el recién llegado, para el Hermann era un hombre común, llevaba una escasa barba que si le hubiera crecido un poco más se hubiera parecido a los vagabundos que solía ver en Estados Unidos cuando salía del trabajo. Pero, fuera de eso Frick lucia como cualquiera que hubiera visto por la calle y no hubiera ni sospechado la maldad que escondía.

— Solo le dieron cuatro acusaciones y en solo dos, culpable. Ese bastardo merecía más.

John Austin miraba con repudio a Frick, quien sentado en su catre solo veía una de las tres paredes de la celda, por apenas unos segundos y por primera vez les dirigió una mirada a los hombres poniendo nervioso a Dean.

— ¿Cuánto tiempo permanecerá aquí, jefe? — pregunto Dean al instante.

- El alcaide dijo que sus diez años. - Respondido Isaac Craig con una mano sobre en hombro de Dean. - Es mejor acostumbrarnos a los oficiales, vendrán por el hasta que suelte más nombres. — dijo esta vez a los dos hombres junto a él.

Con una señal Craig les ordeno volver al trabajo, mientras Dean empezaba su turno.




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