Rojo & Negro

12 - Extraños Encuentros

<< Estoy frente a la academia, te aviso cuando salga>> - escribí rápidamente un mensaje a Megan mientras me detenía a mirar la entrada de la Academia de Pole que habíamos conseguido.

     Habíamos estado buscando a través de sitios web, los establecimientos donde practicarán o enseñaran pole y justo cuando creímos que teníamos que cruzar la ciudad para poder asistir a alguna academia, encontramos esta que aunque era poco reconocida, era la más cercana. A pesar de eso, tenía muy buenas recomendaciones por parte de los bailarines que habían asistido a las prácticas.

<< Esta bien. ¡ENTRAREMOS A UNA PUTIACADEMIA DE POLE!>>

<<Tú entrarás, cariño. Yo retomaré lo que llevo haciendo hace años>> respondí imaginando ya por donde vendría su respuesta.

<<Presumida...>> - leí soltando una carcajada mientras miraba a los lados a ver si alguien me habría visto riéndome cuán lunática.

     No perdí más tiempo y me acerqué hasta la recepción de la Academia Amundaray.  En esta me recibió una señora bien vestida que fácilmente pudiese pasar por mí madre, pacientemente me mostró las áreas de baile y me indicó los horarios de las prácticas.  Finalmente, cuando ya me tuvo enamorada de la academia, me indicó la tarifa a pagar por semana junto con la inscripción inicial. Cuando quedé satisfecha con la información me despedí de ella y prometí regresar para completar el registro.

     Aún cuando estaba bastante segura de haberme grabado todo lo dicho por la amable señora, ella decidió darme un folleto en caso de que olvidara la información y para que tuviese los números de contacto. Me despedí con una sonrisa y salí del lugar.

     Decidí caminar para conocer la zona y así irme familiarizando con los establecimientos. Cuando tenía un par de calles recorridas, mi hambre decidió saludar al mundo y exigir algo  que la calmara, algo en forma de hamburguesa o cualquier cosa parecida que fuese comestible.

     A lo lejos estaban unos pequeños establecimientos de comida y noté que se me hacían muy familiares, cuando estuve bastante cerca, quizás un par de calles de diferencia, visualicé con claridad que no estaba muy lejos del hotel donde trabajábamos, quizá a unos 20 min caminando. Estas calles aún se me hacían muy confusas y muy parecidas entre sí.

     Me dispuse a revisar el catálogo que me habían facilitado mientras caminaba con aire ausente las pocas calles restantes hasta la zona de restaurantes. No pude fijarme realmente hacia donde me dirigía, hasta que choqué con alguien que al parecer estaba de espaldas. Traté torpemente de mantener el equilibrio pero mis pies tenían otros planes, cerré los ojos esperando el golpe que estaba segura que, duraría semanas en mi trasero normalmente pálido. Hasta que noté que en realidad estaba medio suspendida en el aire y el golpe nunca había llegado. Raro

- Ya puedes abrir los ojos, Savanah – dijo el dueño de la espalda motivo de mi choque, lo que me hizo abrir los ojos con confusión y sorpresa. Demian me miraba con una sonrisa burlona, que era bastante desconocida para mí, mientras apretaba su agarre en mi cintura. Con sumo cuidado, me acomodó sobre mis pies mientras me hacía consciente del suelo debajo de ellos.

Aún cuando ya había recobrado mi equilibrio, el mantenía sus manos en mi cadera las cuales filtraban, a través de la tela de mi pantalón, un calor que de una forma extraña no se me hacía incómodo. Lo que me hizo consciente de nuestra cercanía, desde el lugar donde estaba podía fácilmente detallar cada centímetro de su rostro.

Posé mís ojos en los suyos casi de forma automática y me sorprendí de lo hermosos que eran, realmente brillaban de forma encantadora, cosa que no era muy común. O al menos, no para mí.

   Me sobresalté con el sonido de la campana de una de las puertas de los establecimientos que teníamos a un lado, lo que hizo que tomara una distancia considerable entre nosotros, casi avergonzada por mi torpeza.

- Lo lamento mucho señor Holst, venía distraída y no lo ví. – me disculpé penosamente en un susurro ahora evitando mirar su rostro.

- Pude notarlo. Pero, no te preocupes, solo fue un accidente – mencionó aun con una sonrisa burlona enmarcando su cara. – debemos dejar de encontrarnos de esta manera señorita.

- ¿De qué manera? – cuestioné ajena a la broma privada que se maquinaba.

- Accidental - contestó con una mirada intensa– Me pregunto...

- ¿Qué se pregunta?

- ¿Cuándo pararás de llamarme señor? Dudo que haya entre nosotros gran diferencia de edades.

- No es cuestión de edades – respondí – es cuestión de respeto, usted es mi jefe. Dentro o fuera de su hotel.

- No me faltas el respeto llamándome por mi nombre, Savanah. Y mucho menos dejo de ser tu jefe, es solo un nombre. Te confieso que me siento más cómodo cuando me llaman Demian. Me hace sentir menos como mi padre. De todas formas ¿hacia dónde te dirigías?

- A ningún lugar en específico – dije de forma distraída evitando mirarlo, aún sentía un poco de vergüenza por haberme acercado tanto a su burbuja personal – estoy conociendo la zona y buscando un lugar dónde comer.

- Si no le causa problemas, podría acompañarme – mencionó señalando la entrada a nuestro lado. Claramente la campana que había sonado procedía de las puertas de un lujoso restaurant que con obviedad no podría permitirme pagar – estuve esperando a Dominic pero como es obvio, me dejó plantado.

- No creo que sea correcto... - mencioné mientras retrocedía pensando en una excusa más sustanciosa que me ayudara a negarme a la invitación.

- ¿Hay algún problema? – cuestionó con obvia confusión.

- Primero que nada, mire ese restaurant – señalé a la vez que enumeraba – ni en mil vidas podría permitirme esos lujos, a diferencia de usted. Segundo no creo que sea correcto que nos vean juntos fuera del área laboral, podrían malinterpretar la situación y estoy segura de que ni usted ni yo, necesitamos rumores de pasillos en nuestras vidas.




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