DEMIAN
Vi como Savanah se decidía a acompañarme, pero estaba seguro de que no estaba muy conforme con eso. Frunció el ceño levemente mientras un atisbo de sonrojo, cosa que me daba excesiva curiosidad, cubría gran parte de su rostro.
Ignorando sus señales de querer salir huyendo de aquí, decidí abrir una de las puertas de cristal del restaurant para entrar juntos hasta donde estaba ubicado el anfitrión esperando por atender algún cliente.
- Joven Demian, siempre es un placer verlo nuevamente. Bienvenido - mencionó Jean Carlo, haciendo una sencilla reverencia, había olvidado mencionar que éramos clientes habituales en este establecimiento desde hace algunos años, casi el mismo tiempo desde que mi padre comenzó sus negocios en la ciudad. Era un espacio de ambiente familiar, que por el contrario de lo que había objetado Savanah, no era muy lujoso sin embargo mantenían los espacios muy bien condicionados y la atención era de primera.
- Buenas tardes Jean Carlo, como siempre estoy agradecido de tu recibimiento.
- ¿Desea la mesa de siempre?
- Si por supuesto, le presento a mi acompañante, Savanah. Almorzará conmigo el día de hoy - dije esto último mirándola esperando una réplica de su parte, que nunca llegó. Simplemente dio un paso al frente saludó a Jean Carlo con una sonrisa sencilla y se giró aguardando por mí.
- Seguimos a Jean Carlo que caminaba frente a nosotros señalando el camino hacia la mesa que siempre escogía para comer, todas estaban habitualmente con un mantel oscuro de color vinotinto y con un pequeño ramo de amapolas blancas, hace mucho tiempo atrás nos habían confesado que secretamente las cultivaban en la terraza del restaurant, por lo que cada día habían flores frescas en las mesas que con frecuencia le otorgaban un toque casi romántico instalaciones. Por lo general, me sentaba en el mismo lugar frente a uno de sus grandes ventanales viendo pasar la gente o los automóviles, ya que como le mencioné a Savanah, me incomodaba simplemente sentarme a comer en solitario.
Una vez que Jean ayudó a Savanah con su asiento, nos ofreció el menú que conocía a la perfección. Mencionó que nos dejaría elegir durante unos minutos antes de mandar a uno de sus camareros para anotar nuestras órdenes.
Hice como si leyese la carta mientras mi acompañante leía concentrada los platos que ofrecían. La miré una y otra vez esperando una reacción de su parte, hasta que con su gesto habitualmente obstinado, la cerró y la puso frente a ella debajo de sus manos.
- Cristo... - mencionó a la vez que acariciaba su entrecejo con una de sus manos.
- ¿Qué está mal? - pregunté confundido, cerrando la carta.
- Cada plato cuesta el doble o el quíntuple de mi salario mensual. ¿Cómo pretendes que te pague por esta comida? No estoy segura de si la esclavitud está permitida en este país.
Intenté, realmente intenté no reírme de su reacción, pero sonaba tan indignada que no pude evitar soltar una carcajada por lo que se sintió como una eternidad. Al cabo de unos minutos volví a mirarla y estaba con los brazos cruzados esperando a que detuviese mi reacción infantil.
- ¿Ya acabaste, Demian? - preguntó sorprendiéndome y generándome un cierto placer escucharla decir mi nombre.
- Lo lamento, pero me pareció muy graciosa tu reacción, hace unos minutos tuvimos esta misma conversación Savanah. Y es mejor que tú misma escojas antes de que me obligues a tomar la decisión y termines comiendo cucarachas al ajillo - le advertí enmarcando levemente las palabras.
- Dudo que sirvan cucarachas al ajillo - replicó.
- No, pero Jean es un gran amigo y puedo apostar a que si se lo pido, puede conseguir ese plato para mí - mencioné mientras la veía enfurruñarse aún más.
- Eres molesto ¿lo sabes?
- Eso dicen mis hermanos... - acepté mientras veía al mesonero acercarse ya preparado para tomar nuestra orden, Savanah acabó escogiendo un plato que contenía camarones el cual era el favorito de Derek y mi padre. Yo por mi parte me incliné por algo de carne y uno que otro acompañante. Le pedí al mesero que nos trajera unas sodas para no superar la poca tolerancia de Savanah con un vino antiguo que posiblemente tenga el valor de una casa en el centro. En cuanto el camarero se retiró, no me detuve a preguntar.
- Entonces... ¿cuál es tu historia? ¿cómo acabaste en esta ciudad?
- ¿Mi historia? - preguntó de vuelta obviamente confundida.
- Sí, Derek me mencionó que vivías en Michigan y que por cuestiones personales tuviste que trasladarte hasta aquí - A lo que ella frunció el ceño.
- Bueno... mi padre está enfermo. Y lo que ganaba en mi trabajo anterior no era suficiente para cubrir sus tratamientos, aun no es suficiente pero en algo ayuda. O al menos me obligo a pensar eso... - mencionó esto último en un susurro que si no hubiese estado prestando atención quizá me hubiese perdido el final.
- Lo lamento. Pensé que habías salido de tu hogar para buscar nuevos horizontes - confesé.
- Esa fue la razón principal, pero por otra parte estaba segura que tarde o temprano tendría que salir de mi zona de confort. Michigan, no es una ciudad para una persona que no tiene siquiera un estudio universitario - guardé silencio ante su sincera respuesta y esperé a que continuara -haber llegado aquí fue una simple coincidencia, pude haber aterrizado en las Vegas sin problemas. Realmente no estaba reacia a explorar otros lugares. Aunque... me hubiese gustado salir de Estados Unidos.
>> Pero bueno, ya basta de hablar de mí. ¿Cómo llegaron aquí? Si bien supe ustedes son de Dinamarca, ¿cierto? - cuestionó con obvia curiosidad mientras veía llegar al camarero con nuestra comida. Una vez nos dejó solos, vi como una mirada de placer cruzaba su rostro mientras probaba el primer bocado de su plato.
- Esto está buenísimo, sería felizmente tu esclava por toda la vida nada más por este plato.