Rojo & Negro

14 - Rabia

   En un inicio estaba reacia con la idea de que nuestro almuerzo se desarrollara incómodamente, pero se había dado de forma tan natural, que realmente sentía como si estuviese hablando con un viejo amigo. Era como si el Demian del hotel fuese alguien completamente diferente a quién estaba sentado frente a mí. La forma en que se veía casi risueño hablando de la historia de su familia, me tenía completamente embelesada mirando en su dirección. Por un momento perdí la noción del tiempo, así como el interés en la comida que tenía en frente, tarde pensé que me hubiese encantado poder congelar el momento y disfrutarlo mucho más.

     Cuando terminó su comida, ofreció que tomáramos un café para no finalizar nuestra charla. En cuanto retiraron los platos de la mesa, Jean nos hizo llegar unas humeantes tazas de café junto a unas galletas que estuve segura que Demian no había pedido. Aun así este me instó a contarle sobre mi familia, le conté sobre lo enérgica que era mi hermana, así como lo muy unidas que éramos, lo enamorados que han estado mis padres desde que tengo memoria y de lo mucho que extrañaba compartir con ellos en las cenas familiares. Mientras continuaba hablando de ellos, sentí crecer una sensación de pánico, tenía tanto tiempo concentrada en trabajar y resolver los problemas que hoy día nos embargaban, que simplemente no me había detenido a pensar en lo mucho que debió de afectarles el hecho de haber tomado mis maletas sin aviso previo y simplemente trasladarme a otro punto del país. No estaba segura de sí Demian había notado mi pequeño suspiro de pánico, pero si lo notó realmente no lo dejó entrever en sus facciones, simplemente se concentró en esbozar una sonrisa casi reconfortante.

- Se nota que son muy cercanos – mencionó– admiro mucho el hecho de que estés aquí lejos de ellos aun cuando son tan importantes para ti. En mi caso,  nunca nos ha tocado estar separados los unos de los otros. Nos mantenemos en contacto, casi siempre o siempre que sea posible y por lo general quedamos para almorzar algún día de la semana.

- ¿Quedan para almorzar? Pensé, como eran tan cercanos, que vivían juntos.

- Inicialmente sí. Viviamos con nuestros padres en una hermosa casa familiar cerca de Gert Town. No funcionó - dijo burlonamente – Ya en Dinamarca, cada uno de nosotros estaba de cierta forma independiente, entonces cuando llegamos aquí fue un choque para mí y mis hermanos, aun así fuimos de cierta forma pacientes, convivimos juntos y cuando se presentó la oportunidad de tomar cada uno su camino, la tomamos. Y nuestros padres estuvieron de acuerdo, secretamente estoy seguro que estaban hartos de nosotros – confesó con una sonrisa como quién hizo una travesura, mientras daba un último sorbo a su café.

>> En ocasiones extraño a esas bestias. A veces encuentro mi lugar sofocante con tanto silencio. Por lo que terminamos ocupando el lugar del otro, en algún momento de la semana. Por ejemplo cuando tenemos largas reuniones y tenemos que llegar o irnos juntos.

- Es fácil diferenciar en la recepción cuando alguno de ustedes se moviliza en solitario. En ocasiones es como un patrón, cada vez que están los tres juntos, el coro de femeninas en el lobby del hotel hacen acto de presencia con una sincronización aterradoramente perfecta – mencioné arrepintiéndome a último minuto, nadie con el sentido común intacto, quiere que sus jefes se enteren de que la población femenina, integrada por trabajadores y huéspedes, babean sobre sus zapatos de piel cada vez que aparecen por el lobby.

- Me causa curiosidad si usted señorita es partícipe de ese supuesto "coro femenino" – cuestionó haciendo comillas en el aire mientras el mesonero se encargaba de recoger lo restante de la mesa y dejaba la cuenta.

- ¡No! – dije rápidamente de forma nerviosa a lo que él respondió esbozando una sonrisa que decía, ya sé todo lo que ocultas. – Obviamente, n-no… bueno si cualquiera que tenga un par de ojos voltearía en su dirección. Pero de igual me parece en cierta medida ridículo y bochornoso.

- ¿Por qué? A ver, ilumíname – preguntó aun manteniendo la sonrisa burlona que estaba escalando peldaños para avergonzarme.

- Es obvio Demian, ustedes son el centro de atención por donde quiera que vayan por como lucen, por como caminan, hasta como respiran. Muy bien sabemos que gran parte de las mujeres tienen un GPS perfectamente sincronizado para localizar hombres con dinero o poder. Es decir, hombres exitosos como ustedes – dije encogiéndome de hombros recorriéndolo con la mirada – cada mujer con una buena cabeza sobre sus hombros quiere tener al menos un pedazo de ustedes, no de forma literal. Claro está. Pero es obvio que cualquiera de ellas mataría por estar justo donde estoy yo en este momento.

     Demian guardó silencio aun mirándome sorprendido y un poco avergonzado. Lo que lo hacía lucir aún más joven de los que realmente era. Luego de unos minutos, comencé a cuestionarme de si lo que le había dicho lo había ofendido ya que aún mantenía una mueca en señal de sorpresa y cierto desagrado. No pude evitar sentirme entre culpable y apenada.

- ¿Señor Holst?... – pregunté avergonzada esperando una reacción de su parte – realmente lamento haberle dicho eso. Disculpe si lo hice sentir incóm...

- No te disculpes. – me cortó de tajo - y por el amor a Dios deja ya de llamarme Señor Holst, me haces sentir como un anciano Savanah – dijo mientras ponía los ojos en blanco, cosa que me sorprendió viniendo de él. Generalmente se mostraba tranquilo, casi inalcanzable e impasible, y hasta hace unos minutos cordial, por lo que esa clara muestra de fastidio y hastío me demostraba que él dejaba ver pocas cosas de sí mismo ante el mundo, realmente estaba sorprendida y helada en mi asiento.

     Salí de mi estupor cuando escuché sonar mi teléfono en el fondo de mi bolso, de inmediato me lancé a revolver las cosas. Cuando lo alcancé vi que tenía un par de mensajes de Megan preocupada. Había olvidado escribirle que tendría un pequeño retraso. Le envié rápidamente un mensaje diciendo que estaría en casa en un par de horas y me disculpé por olvidar avisarle. Demian me miró con especial atención; noté que ya tenía saldada la cuenta de nuestro almuerzo y esperaba por mí para retirarnos de la mesa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.